Carta desde el ciberespacio número 229, del 15 de octubre de 2009

¿Crisis del dólar? ¿Qué crisis?
¡Qué lindo chiste verde!
Jelou pipl, frends an no sou frends. No se asusten, no soy el hombre electrónico, él está en cama con fiebre y catarro, nada grave, me parece que mi gordito está somatizando la mal llamada ley de medios audiovisuales (yo la llamaría “maten al mensajero”, o “callen al cuarto poder”, ¿hace falta explicarlo?). Claro, él está en Buenos Aires y yo soy la famosa Patricia Paltrow, que les escribe desde la Calle de la Pared, en un día en que el Don Jones decidió descansar con una suave toma de ganancias, sin exagerar ahora que sobrepasó los 10000 puntitos. Así que estoy aquí, en mi buró, ayudándolo al flaquito con sus cartas desde el ciberespacio, mientras me divierto un poco escuchando a los habituales pronosticadores del Apocalipsis, como Nouriel Roubini, algo de Paul Krugman y tantos más, incluyendo aquí a no pocos argies que se las dan de progres sin haber entendido aún la diferencia entre redistribuir pobreza o crear nueva riqueza, o peor, sin haber comprendido la diferencia entre ser progresista en el siglo XX o en el siglo XXI, con lo sostiene con seriedad un tal Fernando Iglesias, un tipo que es Diputado y escribidor, y que dará mucho que hablar según me dice el flaquitogordito, quien entre otras cosas dedicó su profesión de periodista por años a descubrir talentos, ponerles el grabador delante y hacerlos hablar, exprimiéndoles sus cabezas cuando no los conocía nadie (mejor no hacer nombres, tengamos fair play), para luego hacer y publicar tantos reportajes de esos que publicó en tantos diarios y que ahora ya no tiene tiempo de seguir haciendo, pese a que yo siempre le pido que vuelva a la carga. “Si -me responde él, bromeando-, estoy tramitando un reportaje para tener una charla a fondo con Diego Maradona, otro gran pensador argentino”. Y se ríe, claro, en la Argentina están ganando los perdedores (aunque se crean ganadores, confundiendo los 15 minutos de fama con la verdadera Gloria, qué va, tan sólo unos pragmáticos con más fines que principios al peor estilo de Marx, Groucho, claro). Eniuei. En el mundo cosmo todos se la tomaron con dos temas que ya me están cansando, siendo tan linda la vida para caminar por el Central Park con el homos electrónicus comiéndonos varios hotdogs, o para comer camarones con guaraná y cahipirinha por la playa de Feiticeira, en Ilhabela, o incluso para pasarse una semana en el Torrecillas de Cariló, en ese depto que da directo al mar, o incluso para sentarse a tomar una sencilla cocacola con chivito en el puerto de Punta del Este, al sol, luego de una caminata, mirando a los veleros y cruceros de aquí y de allá mecerse suavemente en el mar, de cara al sol, claro, mientras un bonito global uruguayo vale 113, un lujo, no muy lejos ya de los brasileños. Pero no me iré por las ramas (actividad femenina si las hay), hablaba de las obsesiones del mundo cosmo. Primero, la caída del dólar y la pérdida de su valor permanente como moneda de refugio y de transacción en este mundo multilateral y global. No sé que van a decir de esta pavada mis amigos de Gucci de la Fifth Avenue, mi lugar en el mundo, omaigad, cuando se enteren que se les viene otra vez una manada de europeos y japoneses y hasta australianos canguros, todos haciéndose los fashion pero diciendo “deme dos” estilo niúrich, claro, para comprarse sandalias chatitas, botas color suela para hacer como que saben montar, o zapatos de fiesta de tacos altísimos para mujeres que se sienten inseguras y feas aunque sean unas diosas. Etcétera, etcétera. Creo que con eso solo la balanza comercial de los Estados Unidos va a mejorar rápidamente (aunque siga siendo deficitaria, porque ese es el juego hace años, sino se contabilizan las enormes expos de servicios, claro, que siguen creciendo). Sino pregúntenle a Lee Iacoca (bueno, ya es tarde para eso), aquel célebre pensador que décadas atrás pronosticó la caída del imperio americano y que los Estados Unidos iban irremediablemente camino a convertirse en una fábrica de hamburguesas y dejando de ser un país industrializado, ante la pujanza imparable del peligro japonés, ¿se acuerdan del peligro japonés, no fue hace tanto, ni hablo de Pearl Harbor? Menos mal que mi amigo Lee no llegó a enterarse lo de Chrysler, sino el estreasso le hubiera dado mucho antes. Tanpoco se habrá enterado que mientras los Estados Unidos efectivamente dejaron de ser una “potencia industrial”, como lo sueñan los argentinos “Lost in SXX” (mirando Good Bye Lenin por el canal público sin haber entendido que el muro de Berlín cató hace 20 años), dejaron que los japoneses se dedicaran a ser quienes fabricaran los autos (los toyotas y los hondas), y que los chinos y los de Malasia o Singapur o Corea del Sur se dedicaran a fabricar (en empresas con socios y capitales americanos) las computadoras, las palm, los IPhone y todos los aparatitos electrónicos que inventan los genios de Apple o Microsoft o Intel o tantas empresas más que viven en el S&P 500. Es cierto, el mundo ha cambiado: antes se dividía entre los que fabricaban productos para el mundo (y allí los iúesei eran envidiados), y quienes consumían los productos (los propios americanos y el resto del mundo), mientras que ahora el planetita se divide entre los diseñadores y los ejecutores. Dicho de otra manera, este capitalismo global (imperialismo apátrida, como los llaman los argies que se quedaron en el siglo pasado) tiene un grupo de tipos que piensan en el futuro, y lo diseñan, lo recrean, lo reinventan, y otro grupo de países que al menos por ahora viven de su mano de obra barata (cada día menos barata, por suerte) para producir las seductoras netbooks Vaio, las HP chinas, hasta los maravillosos aviones Embraer brasileños que empiezan a inundar los airports del planetita. Sí, ya conocen mi frase predilecta, “el capitalismo tiene los siglos contados”, y les agregaría unas más: el dólar también tiene los siglos contados en un mundo que hace exactamente un año fue testigo de una elección norteamericana en una democracia que recurrentemente mejora y se reinventa a sí misma, y que ahora eligió un presidente negro que ya evitó una crisis como la del ‘29 y está sacando a su país, en el primer lugar del podio, hacia delante en la recuperación económica post crisis. ¿Eso sólo no vale un premio Nobel? ¿A cuantos millones de personas salvó –literalmente- evitando otra crisis como la del 30, con su sonrisa sencilla y su transparencia que vende confianza, credibilidad, Trust, esa palabra que figura en todos los dólares? Frends an no sou frends, como diria El hombre electrónico (ahora sin fiebre gracias al efecto tylenol y al ídolo de su médico clínico y neumónologo Pablo Lamari), es cierto que hay problemas, que los Estados Unidos tienen problemas, que el dólar tienen problemas, que todos los países están saliendo de esta crisis con la receta keynesiana de más déficit fiscal temporal a niveles nunca vistos en relación al PIB, que el dólar parece estar destrozándose en el mundo. Pero no pierdan la perspectiva, no se dejen llevar por algunos envidiosos y resentidos de aquí y allá, y más allá, que sueñan (o más bien alucinan, junous) con ver caer a los EEUU (bueno, digamos que al dólar, que es como su emblema), sin darse cuenta que si ello ocurriera, además de todas las implicancias económicas, políticas y sociales que eso tendría para un mundo en que las monedas no representan otra cosa que la productividad y la competitividad relativa de los países, la real y la potencial, los dejaría sin el principal argumento de sus teorías infantiles: ¿Qué harían los demagogos como Hugo Chávez sin tener a los Estados Unidos para echarles la culpa de todo, no digamos ya a los iraníes a o los norcoreanos? ¿A quién le venderían los asiáticos parte de su producción petrolera, sus vaios y sus toyotas? ¿Qué harían esos pocos chicos imberbes de 14 años que andan por el mundo hablando de revolución y de cambiar el mundo y salvar a los obreros de Kraft, quienes ni siquiera les pidieron que los salvaran? ¿Qué haría Cristina Kirchner sino pudiera soñar con tener algún día de estos un almuerzo a solas con Barack Obama para que su foto diera la vuelta al mundo dejando en claro ante el universo su vieja y oxidada posición tercermundista e industrialista modelo años 50, ni siquiera 70? ¿Qué harían los chinos con su enorme stock de tresaury bonds? ¿A quien le vendería Brasil sus aviones Embraer? ¿O Toyota sus corolas? Etcétera, creo que esto quedó claro, mai frends.
Fuente: Estudio Broda, ciclo económico mensual
Pero dejando de lado estas ideas que aprendí en Chicago cuando era una tineinger, les pido que vean este maravilloso gráfico Made In Argentina que me mandó el flaquitogordito el otro día, en donde se ve que en perspectiva que el dólar en las últimas décadas ya tuvo varios ciclo largos de alzas y bajas, y de hecho el actual bajo valor de 1,50 (casi) por euro no sólo es menor al mínimo de 1,60 por euro que ya había tocado hace alrededor de un año, en su caída antes de la fuga a la calidad y los T-Bonds que generó el pánico financiero que hizo que todos corrieran a esa “moneda decadente” llamada dólar. También es igual de bajo (comparado con una cesta amplia de monedas) al tocado en enero de 1978 (¿se acuerdan de los finales de Richard Nixon, uno que tuvo que renunciar a la presidencia de los Estados Unidos, porque allí funcionan el segundo poder, el tercero y el cuarto y hasta el quinto). También ese mismo límite inferior lo tocó el dólar en julio de 1995 (en pleno Clintonomics), lo que revela que no hay casi nada nuevo bajo el sol. Bueno, si hay algo nuevo, el mundo está mejor que en el pasado, mucho mejor aunque cueste creerlo, dejando de lado el grave problema del cambio climático que podría llevarnos a todos puestos y que haría de toda esta discusión otra pavada maradoniana. Por eso hay más países desarrollados y emergentes pujantes, y menos pobreza relativa. Por eso los Bric. Por eso los emergentes crecen más que las viejas y euro-escleróticas economías. Y por eso vamos a un mundo multipolar que debe ser bienvenido, en que los Estados Unidos seguirán siendo un gran país, como lo será China, y como lo será Brasil (qué envidia te tenemos, olímpico Lula, querido, el pueblo está contigo), en donde habrá una sana competencia de monedas en que el dólar ya no tendrá (o sí, junous) el papel de única moneda de reserva, pero seguirá pesando y mucho, porque por ahora la economía norteamericana sigue siendo la economía más moderna, pujante, dinámica, competitiva y creativa del mundo, adonde los “diseñadores” de productos de todo tipo (desde manufacturados hasta científicos, de servicios o culturales) y de políticas macro y micro siguen yendo a la ofensiva, mientras los ejecutores y fabricantes de commodities manufacturados siguen copiándolos, asociándose, negociando, dependiendo e inter-dependiendo en un mundo que avanza más armónicamente, pese a los barquinazos recientes. Con todo, si miramos de nuevo el gráfico de Broda, hay que observar con atención especial que los ciclos de recuperación relativa del dólar muestran umbrales con techos un poco más bajos a medida que pasa el tiempo (la inflación de los EE.UU. del pasado erosionó un poco su poder de compra, es parte del juego, claro). Así que vamos a un mundo multilateral, sin prisa pero sin pausa, bienvenidos al siglo XXI. Pese a esto, les sugiero desde mi simple visión de pobrísima banquera de la Calle de la Pared que no se juegen la vida a la caída permanente del dólar (pregunten a la Libra, sino), ni olviden que las tasas de interés en los íuesei están en casi cero. De hecho, apenas Bernanke se levante una mañana y vea demasiados brotes verdes en su país, subirá las tasas, y detrás comenzará otro ciclo de dólar recuperándose. Apuesto mi lencería de Victoria Secret a eso, aunque el flaquitogordito se enoje porque no quisiera que me quede sin ropa interior, omaigad, eso jamás, siempre al menos una dama debe llevar una sábana de seda, una camisa blanca que le robamos a él, algo para cubrirnos lo justo y nesario, porque flaquitogordito sigue repitiendo la frase célebre de nuestro amigo Luisito Rapo, esa que que sostiene que la seducción es femenina y el deseo es masculino, qué barbaridad esto de las historias de las histerias, tan bonitas y necesarias entre hombres y mujeres. Que crea lo que quiera, junous, a lo mejor tiene razón, a lo mejor no, lo único que sé es que nadie es el dueño de la verdad, aunque en la Argentina no se hayan dado cuenta de ese pequeño detalle.
Eniuai, eso es todo, o no, un tip para el final como le gustan al flaquito: viendo desde el exterior a la Argentina Karadoniana, uno entiende porqué en los Estados Unidos Nixon debió renunciar a la Presidencia, luego de dos años desde que dos periodistas del Washington Post (Dustin Hoffman y Robert Redford, ídolos) descubrieran e investigaran el escándalo de Watergate, con el apoyo incondicional del medio en que trabajaban, que no temió, no aflojó, no se amilanó, no se convirtió en un ministerio ni en una dependencia del gobierno, sino que los respaldó hasta el final. Y entiende porque en la Argentina eso no podría ocurrir, mientras unos pocos malos puedan hacer tanto daño . Es que en la Argentina el segundo poder no funciona bien (el Congreso es aún una Escribanía gracias al “te doy fondos o ayudín si te portás bien” del gobierno a las provincias). El tercer poder no funciona bien (la justicia es otra escribanía) que sigue órdenes del Consejo de la Magistratura, pese a algún triunfito de estos días. Y el quinto poder (las estadísticas oficiales y otras instituciones del Estado (que debieran ser independientes pero que hoy por hoy obedecen al gobierno) tampoco está funcionado. Y está por último el famoso Cuarto Poder, que ahora, también, quieren estatizarlo como al resto, con presiones, pautas oficiales y tantas cosas que se ven con sólo encender el tele. ¿Se imaginan un país sin periodistas y medios fuertes y con coraje para sostenerlos? ¿Habría tenido que renunciar Richard Nixon en los EE.UU. por mentirle a su pueblo, por encubrir y ocultar pruebas, por haber jugando sucio con la oposición, sino hubiera funcionado el polémico, controversial, pujante, ofensivo, librepensador, Cuarto Poder? Eso es todo, frends an no sou frends. Me voy a Buenos Aires a ponerle el termómetro al flaquito y hacerle un tecito con limón y galletitas muy dulces con forma de corazón. Les mando un beso paltrowniano, para que los amigos del hombre electrónico se hagan la concreta. Saludos. Y hasta la Victoria Secret. (Niíuiorkniúiork, viernes 16, tardísimo, llego tarde al JFK. Patricia Paltrow, muy políticamente incorrecta e inapropiada, de parte del Hombre Electrónico) El Homble Electrónico (políticamente incorrecto)

Carta desde el ciberespacio número 227, del 24 de septiembre de 2009

Microclima “de inversiones líquido” (una calificación posmodernista…) LA ESTATIZACIÓN DE LOS NEGOCIOS Y SU IMPACTO ECONOMICO... Desinversión
Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar
Joaquín Sabina, según Ana Belén

Hola gente, amigos y no tan amigos. Anoche Patricia Paltrow me envío una canción muy bonita (http://www.youtube.com/watch?v=Imh0vEnOMXU) que les recomiendo ver y escuchar antes, durante o después de leer esta carta 227, tan optimista y llena de buenas noticias como siempre. Y luego hablé con ella, claro, como todas las noches cuando estamos a 5.250 millas de distancia, tan lejos y tan cerca gracias a la www. “Flaquito, ¿porqué Kricri no defiende la democracia en la Argentina tanto como defiende la democracia en Honduras? –me preguntó-. Dale, Gordito, plis, ¿me lo explicás?, porque no entiendo tanta preocupación por el mundo y los planetas vecinos mientras por casa sólo se dedica a conjugar los verbos manipular, polarizar, empobrecer, redistribuir (alvesre, claro), crispar, distorsionar, inflacionar, idiotizar, desojizar, culpar, teorizar, discursear, presionar, criticar, juzgar, ideologizar, esconder, negar, estatizar, intervenir y todas esos verbos que lo único que hacen es congelar el ya débil clima de negocios que registra el país de los argies (y no por culpa de la crisis global), impactando la única variable clave que se les resiste para reducir la inflación, hacer crecer la economía, aumentar la creación de nuevos puestos de trabajo y bajar los escandalosas cifras sobre la pobreza e indigencia, que duplican los datos que reconoce el gobierno”. Claro, hablaba de la palabrita mágica, Inversión (con mayúsculas). Y luego, jugueteando en código Paltrow, porque estaba en la Calle de la Pared tratando de explicarse y explicarme si la caída de los mercados de ayer y hoy era sólo una toma de ganancias XL o un nuevo aumento del europesimismo global, me dijo “flaquitogordito, ¿tendrá sostenibilidad el modelo K?”, hablándome desde su blackberry corporate, Y me mandó una de las fotos de Victoria Secret que colecciona en su carpeta de Mis Imágenes (sus imágenes, claro) cuando recorre los catálogos por Internet y se compra ropa para un pijama party de a dos, o un sostén o tres, o un traje de baño para nuestras vacaciones (de esos que parecen ropa interior) para cuando nos encontramos en Ilhabela para vernos y ver el mar entre las montañas. Claro, mujer al fin, a Paltrow le gusta comprar y comprar no sólo bonitos, acciones preferidas y stocks, sino también esas cosas frívolas y fashion “para que el deseo (que es masculino) se enamore de la seducción (que es femenina)”, aunque para mi amiga Fiore (alias no se de que se trata pero me opongo) se trata de una frase machista e insoportable. Pero estábamos con la inversión en la Argentina, o más bien la desinversión, y con la pregunta sobre si la situación argentina es sustentable, o sostenible, o sencillamente tolerable.
Problemas de sostenibilidad
Capítulo único, ¿adónde está el piloto?, y de paso, cómo orientarse sin Gps, Indek u otros instrumentos Amigos y no tan amigos. No es fácil describir la realidad argentina, llena de versiones y explicaciones sobre un mismo hecho y más esquiva que el mismísimo Macondo. Para ejemplo, les envío un archivo adjunto con una especie de manual de instrucciones escrito esta mañana, a las apuradas, por mi amigo Ernesto Kritz, explicándonos algo tan “sencillo” como lo es la diferencia entre las cifras oficiales sobre pobreza e indigencia que acaba de dar a conocer el Indek (13,9% en la primera mitad del año) y las que detecta la Iglesia, que habló del “escándalo de la pobreza”. O, sin ir más lejos, la Sociedad de Estudios Laborales que dirige el mismo Kritz, y que estima que, hoy por hoy, la cantidad de personas que se encuentran por debajo de la línea de pobreza a nivel nacional no es inferior al 32% de la población total. Dicho crudamente, para el Indec los habitantes que se encuentran en la pobreza son menos de la mitad de lo que estiman tanto la Iglesia como el SEL, y algunos otros economistas respetados y estudiosos de la realidad social de la Argentina.
Fuente: Sel
Pero mientras esto ocurría en la Argentina, Cristina Kirchner sonreía en Niúiork Niúiork por poder fotografiarse con el Presidente de los EE.UU., Barack Obama en un almuerzo, pese a que el día anterior ella le había dado algunas recomendaciones fundamentadas sobre los riesgos fiscales de los paquetes de salvataje de los iúesei, observando al mismo tiempo que estos mismos paquetes podrían ser insuficientes para recuperar la economía global. “Debe ser por eso gorditoflaquito que los mercados del mundo se están cayendo fuertemente hoy”, me dijo recién Paltrow desde la Calle de la Pared, observando que no se salvaron ni los chinitos, ni Brasil, ni el mismo Don Jones. “Sí, beibi, debe ser por lo que dijo Kricri, no tengo dudas”, me dijo, y me colgó como lo hace siempre, con su sonrisa alegre y acelerada de siempre. Eniuai.
Lo concreto es que en la Argentina las inversiones productivas vienen cayendo en la Argentina desde antes del inicio de la crisis financiera internacional, lo que significa exactamente eso, que la caída no es responsabilidad de nadie más que de la ausencia de un clima de negocios que seduzca a los inversores del mundo para venir con sus capitales y sus tecnologías a la Argentina. En los hechos, el gobierno (más allá de sus declamadas buenas intenciones) no hace otra cosa que decirles a los potenciales inversores que “por favor muchachos, váyanse a Brasil, a Uruguay, a Chile, hasta a Perú, porque nosotros no los necesitamos, podemos vivir con lo nuestro. Por algo somos nosotros, los mejores”. Lo concreto, también, es que la ausencia de estadísticas confiables en la Argentina (ni un mísero GPS con locutora en español) hace que ni siquiera se pueda establecer el nivel de la caída, o si ya hay indicios de recuperación, ni nada, porque cualquier estadística que se tome proveniente del Indek es cuando menos dudosa, por no decir mentirosa, para decirlo sin vueltas. Para el Estudio Broda, en agosto pasado, la Inversión Bruta Interna venía subiendo hasta el primer trimestre de 2008 (cuando comenzó la crisis del campo), desde entonces viene cayendo trimestre a trimestre, y acumula una pérdida de casi 3 puntos del PÏB, lo que no es poco decir para un país que tiene una inflación cercana a 15% anual por insuficiencia de oferta y presión de los costos, cuellos de botella aquí y allá, distorsiones de precios relativos, problemas de empleo aún elevados y niveles de pobreza e indigencia en ascenso, más allá de los chistes y las explicaciones poco serias del Indek, que no hacen reír nadie. Pero si no les gustan las cifras del Estudio Broda, pueden tomar las de Orlando Ferreres y Asociados (sacadas de Ambito Financiero), que muestran una tendencia muy parecida, ya que vistas en porcentaje del producto bruto pasaron de 22,8% en el prime trimestre de 2008 a 19% para el segundo trimestre de 2009, nivel en que podrían estar amesetándose, si las cosas no se complican otra vez (aquí, claro, no en el mundo). Conclusión, una pérdida de nada menos que 3,2 puntos en términos del PIB.

Fuente: Estudio Broda, ciclo económico de septiembre 2009, con datos originales de FIEL

Cuando se pone la lupa sobre estas cifras y se las desagrega, se encuentra más o menos el mismo recorrido, con matices. En el cuadro del Estudio Broda de agosto pasado (abajo) puede verse una caída casi en picada: la más clara corresponde a la inversiones en equipamiento importado (la línea azul), que tocaron un techo en el último tramo de 2007, para caer nada menos que 37,9% entre el III trimestre de 2008 versus el II trimestre de 2009, aunque como se ve en el gráfico, la caída comenzó bastante antes. Con todo, hay que realizar una observación sobre los bienes de capital importados: el gobierno viene limitando hace meses las importaciones de todos los productos, no sólo por problemas de falta de demanda interna (aunque la demanda agregada cayó por la crisis interna y la internacional) como por la necesidad de sostener un elevado superávit comercial (que ya acumula 12.000 millones de dólares en los primeros 8 meses del año) para financiar la fuga de capitales de los últimos dos años y enfrentar la restricción externa que sino podría haber afectado seriamente al país en caso de que esta fuga de capitales se combinara con la baja en los precios de los commodities, la sequía y los menores saldos exportables.

Fuente: Estudio Broda, ciclo económico de septiembre 2009, con datos originales de FIEL

Epílogo: · La Argentina muestra hace años una larga lista de hechos que, sumados, provocan la ausencia creciente de un clima de negocios que estimule a las empresas para invertir, generar nuevos puestos de trabajo, re-equiparse y crecer, salvo en algunos sectores particulares como la industria automotriz, la construcción privada y, hasta hace un año y medio, el viento de cola internacional y su impacto positivo sobre el campo. La primera conclusión es que esos motores del crecimiento económico que caracterizaron al período 2003-2007 están hoy bajo tensión y no repetirán su perfomance previa. · Sobre esto, el gobierno viene tomando medidas crecientes de estatización de los negocios, lo que se ha dado en llamar “capitalismo de amigos”, en un entorno creciente de inseguridad en las reglas del juego, que no seducen inversores nuevos y, por el contrario, los alejan, salvo los nichos asociados a esta “estatización de los negocios”, que no es otra cosa que querer substituir al sector privado en su función productiva por un Estado Empresario, que cada vez que se probó en la Argentina fracasó de manera estruendosa, con más desinversión, peor calidad de las inversiones estatales y una caída en la productividad que se disimuló en el corto plazo por la creación o el sostenimiento público de puestos de trabajo poco productivos (el caso de Aerolíneas, por ejemplo), asistencialismo social combinado con clientelismo y otros mecanismos para ponerle un piso a la crisis. · Las mentiras del Indec, el proyecto de ley de medios audiovisuales, los subsidios al llamado “futbol gratis” (pese a que en economía la palabra gratis no existe y la factura siempre llega, tarde o temprano, por las buenas o por las malas), en un entorno de estrechez fiscal creciente y con signos innegables de pobreza e indigencia en ascenso, más el aumento insostenible de la presión fiscal, la estatización de las “Afejotapes” y el clima de incertidumbre y no respeto a las instituciones, se combinan para expulsar inversiones, en el momento en que el país más las necesita por sus problemas de empleo, pobreza, crecimiento económico, productividad y tecnificación. Con estos datos, sin los motores que explicaron la recuperación económica 2003-2007, los socios del “club del capitalismo de amigos” posiblemente tampoco apuesten a invertir en la Argentina, porque no saben qué pasará a partir del año 2010. Quienes creen en el capitalismo y en el esfuerzo están desalentados. Los hombres del campo, ni hablar. Los medios de comunicación no invertirán sino tienen un panorama de mediano plazo y certidumbre. Las empresas extranjeras en general no invertirán en un país que permite que los trabajadores tomen las autopistas para quejarse por haberse producido despidos o al centro con estudiantes de filosofía que sueñan, otra vez, con cambiar al mundo como en los años ‘70. Las telefónicas no lo harán porque perciben el clima en su contra en la clase político (no sólo los kirchneristas), según lo que les manifiestan a sus amigos locales desde sus blackberrys de última generación. Las empresas productoras de electrónicos no lo harán tampoco, porque posiblemente habrá ahora un impuesto para proteger a las “industrias” infantiles de Tierra del Fuego Y aunque los llamados pragmáticos sigan adelante cerrando los ojos (como peces de ciudad, la canción de Aná Belén que les recomendé), y aunque la economía pueda desacoplarse de la política, y aunque hay síntomas de lenta y amarreta recuperación (como lo señala el consultor Miguel Angel Broda), la pregunta del millón es hasta cuando puede sostenerse una economía sin inversiones productivas y en un escenario político-psicoanalítico de más psicótico (y negador de la realidad) que neurótico. No hay una respuesta clara a esta pregunta, claro, aunque el escenario internacional está mejorando y la Argentina se enfrenta nuevamente a una buena oportunidad, con condiciones de aprovecharla si el contexto político se olvidara de caprichos e ideologías pasadas de moda. La película ya la vimos; “Otra vez sopa”, se llama. Y para peor, la estatización del futbol mostrará a todo el mundo, en vivo y en directo, a una Argentina y a un Maradona que no entusiasman para el próximo mundial. “Gordito –me dijo recién Paltrow al cierre de los mercados-. Aquí tenemos una fuerte toma de ganancias, allí una fuerte toma de pérdidas. ¿No los ves cada día más parecidos a Diego y a Néstor?”. Y apretó End, claro, riéndose para no llorar. Mejor escuchen a Ana Belén: http://www.youtube.com/watch?v=Imh0vEnOMXU

El modelo económico perdió su sostenibilidad
Un abrazo y hasta la Victoria Secret. El Hombre Electrónico (Políticamente incorrecto)

Carta desde el ciberespacio número 226, del 17 de septiembre de 2009

Foto La Nación: “Se retiró la oposición y sólo quedaron los legisladores oficialistas” La ley que promete libertad de expresión se sancionó sin debate y por la fuerza… Solos en la madrugada
Hola gente, amigos y no tan amigos. La semana pasada no hubo carta desde el ciberespacio, les pido disculpas. Como es su sana costumbre, apareció Patricia Palltrow sin avisar, tocó el portero eléctrico de mi depto y dijo “Jelou gordito, bajá a abrirme y de paso le pagás al tipo del taxi que me trajo, que se creía Fangio, Gardel, Maradona y Néstor juntos, y yo no tengo pesos argentinos, esa cuasi-moneda que se desvaloriza al 15% anual, more o less”… Me encantó la sorpresa, claro, y bajé a buscarla cantando “si me mandan al banco voy contento” en el ascensor, la extrañaba y necesitaba urgente, necesitábamos, un service de amor, como no pocos argentinos y argentinas, licenciados y licenciadas y hasta gente y genta común, todos estresados, con las comisuras de los labios que apuntan hacia abajo vaya uno a saber porqué, si aquí nunca pasa nada… Así que prácticamente desaparecí por una semana y pico (desaparecimos ella y yo claro), nos pusimos offline, nos pusimos Off, y nos exiliamos en un country fashion y frívolo que no les diré adonde queda, para dormir cucharita, caminar, tomar sol, y volver a dormir cucharita pendularmente, casi como si fuéramos adolescentes. Es la ventaja de tener una namorada que vive a 5.250 millas de distancia, uno la extraña mucho más, por aquello de la historia de la histeria. Fue muy lindo, claro, pero debo decirles que lo más amazing nos ocurrió en Ezeiza, cuando Paltrow se volvía a Niúiork Niúiork (esta vez la llevé yo en mi auto, por el placer de hacerlo aunque sea un viejazo). Pero in insólito ocurrió cuando ella estaba haciendo el check in en Aerolíneas Argentinas, su compañía. Allí, la mujer del trámite, que alguna vez habrá sido una bonita azafata pero no pudo elegir entre seguir con esa actividad o vivir en el Cavanagh e irse de embajadora a Venezuela, sino que apuntaba a convertirse en la versión Gasalla del empleado público, le dijo a Pato que su vuelo estaba muy demorado, lo lamentamos, y le ofreció quedarse a esperar en el airport por equis horas, o quedarse a esperar en un horrible hotel del centro de Buenos Aires. Paltrow le respondió que no, muchas gracias, en alguno de sus tres idiomas que habla al mismo tiempo, pero que tenía que irse ya mismo, que tenía que llegar a la Gran Manzana a trabajar y salvar al mundo, como si fuera Bond, James Bond, y la mujer-Gasalla con las comisuras de los labios hacia abajo, tratando de ser amable y sin perder la compostura, le respondió que en todo caso podía esperar unas horas y tomarse el vuelo a Nueva York del día anterior… Si, del día anterior le dijo, leyeron bien. - ¿Cómo dice? ¿Qué tome el vuelo de ayer? –le preguntó Paltrow, azorada, mientras la miraba a ella y me miraba a mí (que estaba a su lado, aunque la que viajaba era ella sola), con su gesto número dos de aidontbiliviu… - Si –le dijo la ex azafata devenida en empleada pública look Gasalla-, puede tomar el vuelo de ayer a Nueva York, porque también está demorado y quizá saldrá en unas horas… Les juro que esto que acabo de comentarles es un hecho real, que Paltrow se fue en el vuelo del día anterior (¿habrá llegado antes de lo que se fue?, me pregunto ahora, mientras les escribo esta carta), y esta es una más de las ocho millones de historias de la ciudad desnuda. Ocurrió, sí, y no fue en la dimensión desconocida, sino en el Ezeiza Airport, creasé o no. Luego dicen que la Argentina es un país antiguo que vive en el pasado, pensé, pero no, mentira, vivimos en el futuro, si hasta la máquina del tiempo de H.G.Wells tenemos, pss, pavada de tecnología, otra que “back to the future” y Marty McFly… Capítulo I, terminó la recesión (en el mundo serio, claro) Pero además de ir a la radio algunas veces, en aquella semana también tuve el ciclo económico mensual de Miguel Angel Broda, así que estuve yendo y viniendo del exilio en el country por un rato, mientras Paltrow se quedaba tomando sol en la reposera, trabajando un poco con su Vaio mini, conectada siempre con su buró en la Calle de la Pared, usando mis camisas blancas robadas o algún suéter otoñal, también robado de mi placard, por si refrescaba, casi no había traído ropa, ella es así, viaja con sus anteojos oscuros, su cepillo de dientes, un poco de ropa íntima, unos shorts de jean todos rotosos, agujerados y descosidos, una campera por si refresca, y su notebook con uaifai global, ah y unas viejas zapatillas All Star, cosa que nadie se de cuenta que es una banquera ViPi que juega al Don Jones en WS.
Fuente: Ciclo económico mensual, Estudio Broda, septiembre 2009
Hay que decir que nadie se da cuenta que es una mujer cosmo que casi maneja un banquito en la calle de la pared, que el truco funciona y ella parece en esas ocasiones una joven viajera probadora de hoteles y restós sacada del Travel Channel, tanto que todos los hombres de dan vuelta cuando ella pasa con su casual look y sus ojitos de colores a veces grises, a veces azules, y sus rulos a veces rubios a veces castaños, claro, salvo cuando se pone a hablar de finanzas, bonitos, acciones preferidas y stocks comunes y silvestres, y del actual dilema del dólar y las tasas en pleno progreso. En eso, también, todos la miran y la escuchan con atención, finalmente hace justo un año cuando todos los apocalípticos del mundo estaban en pánico luego de la caída de Lehman Brothers y proyectaban una crisis tamaño 1930, sólo ella y el mismísimo Miguel Angel Broda se atrevieron a sostener con seguridad, al menos aquí, que el mundo no volvería a la crisis del ‘29, que el mundo había aprendido la lección, que la Reserva Federal tenía la maquinita de hacer dólares y que la usaría todo lo necesario para evitar una depresión y una crisis de aquellas. Eran los meses en que se avecinaban las elecciones en EEUU, Obama era aún un sueño americano que jugaba a ganar votos desde el Facebook, los bancos chicos caían como moscas y los “too big to fail” temblaban mientras los accionistas vendían sus stocks, el crédito se retraía a proporciones inquietantes, las tasas de los Crédit Default Swaps (CDS) llegaban a niveles que asustaban y los ahorristas se preguntaban adonde poner sus fondos y volaban en mach 2 hacia los Treasury Bonds, ya que todos los bancos del mundo se habían convertido en sospechosos, mientras los grandes y antiguos bancos de inversión eran absorbidos o fusionados a los mayores bancos comerciales del mundo durante los fines de semana, antes del lunes en que abrieran otra vez los mercados y la pesadilla recomenzara. Eran los tiempos en que Nouriel Roubini se hacía famoso por haber pronosticado la crisis y el caos y el Big Bang, mientras se ponía una fábrica de Arcas de Noé (seguro que hasta firmaba autógrafos en las pelotas como el mismísimo Del Potro), y cada vez que hablaba se producía otra paliza de los mercados, mientras los premios Nobel de economía como Joseph Stiglitz o Paul Krugman hacían también sus comentarios ambiguos, estilo Peter Sellers en “Desde el Jardín”, sólo para alimentar el pánico y llevar paz. Conclusión uno: el último trimestre de 2008 y el primer semestre de 2009 fueron una pesadilla, pero ya en el segundo semestre de este año (pese a estos pronosticadores del Apocalípsis y a los crónicos vendedores de pesimismo) todos los indicadores macro están dejando de caer y apuntan hacia arriba, como lo ha vuelto a pronosticar Broda, quien de consultor exitoso se convirtió sin darse cuenta en lo que es su verdadera pasión no declarada: un Profesor de Economía con mayúsculas, que es lo que siempre hubiera querido ser sino fuera que uno con esas cosas se muere de hambre en países como la Argentina, que se la pasan hablando de promover la educación mientras la destruyen sistemáticamente… Y aunque el año 2009 terminará negativo en el mundo y en casi todos los países, las proyecciones de crecimiento económico para 2010 ya son positivas y anticipan 2 o 2,5% parea los EEUU.

Fuente: Ciclo económico mensual, Estudio Broda, septiembre 2009

Por eso, todo aquello esta pasando, tranquilos. El Tsunami está pasando en el mundo y quedan las obvias secuelas de un desempleo mayor (porque siempre es lo último que ajusta), junto a preguntas como la velocidad de salida de la recesión (que será amarreta, según Miguel Broda, y un poco más veloz, según Paltrow, que siempre apuesta a que los comportamientos de manada mandan). También está pasando, poco a poco, la inquietud sobre cómo se reducirán los déficits acumulados en los países que hicieron sus salvatajes financieros y fiscales masivos y la aburrida pregunta sobre si V o W que se hacen los que en su vida escucharon hablar de un tal Joseph Schumpeter y su “destrucción creadora”. Y está pasando el temor a una L alargada y peligrosa a la japonesa. Y todo ello ocurre mientras los mercados vuelven a mostrarse compradores (más allá de las tomas de ganancias y los movimientos laterales), los indicadores de confianza mejoran, los fundamentos económicos demuestran que la economía mundial estaba más sana de lo que parecía, los stocks se ajustan como deben en toda salida de la recesión (a la baja), los pagos netos de la “factura fiscal” no son tan elevados porque toda aquella deuda se emitió a tasas de interés casi cero. Etcétera. El único temor, ahora que hasta el riesgo a la deflación empieza a quedar atrás, es el dólar como moneda fuerte. Pero Paltrow, que estudió en Chicago y se la pasó haciendo research de monedas en Londres por unos años en un banquito llamado JPMorgan, sigue repitiendo, sensualmente, alegremente, con mis camisas desabrochadas aquí y allá, aquella frase que leyó hace unos meses en el diario El País: “te apuesto unos besos, flaquito, el capitalismo tiene los siglos contados”, me dice, y sostiene que así como el dólar se recuperó en los meses previos en que todos amaban los Treasuries, ahora estamos en un período de descansito y flaccidez, hasta que alguien grite fuego porque la economía se recupera, se estimula, se acelera, y Ben Bernanke y su Fed empiecen a subir las tasas. “Gordito flaquito, allí quiero ver a los que se desprenden de dólares y compran eurosescleróticos, canguros australianos, coronas suecas liberadas, el famoso oro que ya cruzó hacia arriba los 1000 dólares la onza (que metal tan grasa para tener, dice ella con cara de asco)” y la famosa manada de la vuelta y vuelva al color verde, así como la libra esterlina suele tener sus sube y bajas feroces pese a que los ingleses ya no son el imperio que manda en el mundo. “Flaquito, ¿vos vez a los chinitos jugando contra el dólar y los Estados Unidos, más allá de sus jugueteos y que la tendencia de largo plazo es al multilateralismo prudente en un mundito demasiado chiquito, global, interdependiente, en donde no hay margen para cortarse solos?”. Todas estas cosas hablamos en estos días, paseando entre sol y sombra y jugando a que la segunda mitad de la vida puede ser mejor que la primera, aunque mi frase predilecta sea que “la experiencia es aquello que nos llega cuando ya no la necesitamos”, pero ella me apreta la mano, hasta que duele, me sonríe y me dice “no jodas, gorditoflaquito, ahora viene lo mejor”. Y se pone a hacer planes para el próximo viaje a Ihlabela para escaparse, ella del invierno neuyorkino que la deprime y yo de la Argentina, que nos agota con las travesuras de Pinky Cricri y Néstor Cerebro para seguir teniendo el poder a cualquier precio. Mientras tanto, al menos, hay una buena noticia: así como el mundo dejó de caer y terminó la recesión, hay una nueva oportunidad económica para la Argentina con el viento de cola que está volviendo y un cierto despegue de la economía de la política. ¿Lo aprovecharemos? Junous. Capítulo II, ¿controlar el funcionamiento competitivo de los medios o sus contenidos? “En medio de la controversia por el proyecto de ley de medios que se discute en el Congreso y un día después del masivo operativo de la AFIP en Clarín, duramente cuestionado, la presidenta Cristina Kirchner reivindicó hoy la libertad de prensa y anunció el envío al Congreso de un proyecto de ley para suprimir del Código Penal los delitos de calumnias e injurias para el caso de la libertad de expresión”. Esto pertenece a una nota de La Nación publicada la semana pasada, comentando una nueva frase de Cristina Kirchner declamando su amor por la libertad de expresión. La frase de la Presidenta fue sugestiva en aquel día: “prefiero mil millones de mentiras antes que ser la responsable de cerrar la boca de alguien. Esta es la forma en que entiendo la libertad democrática"… Eso dijo Cricri, inocentemente, en aquellas declaraciones públicas, al otro día de la invasión de funcionarios de la AFIP al grupo Clarín, mientras un rato después el Indec daba a conocer el índice de inflación de Agosto de 2009, según el cual los precios en la Argentina aumentaron 0,8% en el mes pasado, contra estimaciones privadas que la ubican entre 1,2% y 1,5%. Confieso que no entendí qué quiso decir, si estaba acusando de mentirosos a los argentinos que no creen la versión oficial que suele sugerir que la Argentina es casi Disenylandia (70% de la población, more o less, que votó contra los Kirchner), o si acusaba sólo a los periodistas, una costumbre kirchnerista que se ha acentuado dramáticamente luego de las elecciones de 28 de junio, ahora que sus geniales especialistas en autopsias electorales les explicaron que perdieron por culpa de una falla en la comunicación. De repente, me pregunté si aquella frase no estaba escondiendo uno de esos actos fallidos que describen los psicoanalistas, cuando una persona dice algo sin darse cuenta que está diciendo, sin querer, todo lo contrario. En concreto, ¿creen los Kirchner en la libertad de expresión, en el debate, en la gente que piensa diferente a ellos, en el pluralismo, en el respeto por los demás? Luego de lo ocurrido en estos días con el proyecto de ley de medios audiovisuales, tengo que decir que todo indica que más allá de las proclamadas y continuas declaraciones a favor de la libertad de prensa y expresión, la ley en cuestión apunta justamente en el sentido contrario. La manera de aprobar la media sanción en el Congreso, a las apurados, a la madrugada, ahora o nunca, antes que el mandato de sus legisladores caduque en diciembre próximo, eludiendo un debate serio y sosteniendo un proyecto que claramente apunta a controlar los contenidos (y la pauta publicitaria del Estado), más que a promover una mayor competencia y transparencia entre los medios parece ir en sentido contrario. Si esto es así, el proyecto, aunque triunfe, aunque se convierta en ley, será otra victoria a lo Pirro. Pero como decía mi abuelita, lo que vale es la intención, aunque debo decir que mi abuelita se engañaba mucho, también. Lo que no han visto muchos de quienes en estas semanas han debatido este proyecto es que los medios gráficos (que tanto obsesionan al oficialismo) están lentamente en retirada. Que los programas de noticias e información que conocemos (en radio y televisión) están modificando su formato día a día, ampliando sus horizontes, sus posibilidades. Que la Galaxia Gutemberg está dando paso, sin prisa pero sin pausa, a la Galaxia Gates. Que la conformación de los medios de comunicación en este mundo híper-tecnológico y maravilloso está mutando día a día. Que el lenguaje mismo que utiliza la gente está más vivo que nunca. Que los medios de comunicación son más “medios” que antes, sólo medios, con mensajes que van y que vienen de manera imparable y crecientemente incontrolable, menos mal. Que la única forma de controlar esto es encerrando al país desde el punto de vista comunicacional, prohibiendo o saboteando o manipulando el uso del ciberespacio, con todos sus nuevos recursos de comunicación instantánea. Que la revolución digital es tan potente que nadie puede proyectar, ni imaginar, cómo serán los medios en el próximo futuro. Que la idea de controlar los medios de comunicación, aquí o en Venezuela o en Irán, es una misión imposible, salvo que se vuelva al pasado y se decida prohibir directamente la “Galaxia Gates”. Pero mejor no dar malas ideas. Aunque esto no es posible a algún genio se le ocurrirá intentarlo, ponerle un candado a un país y redistribuir la banda ancha a favor de los pobres... Epílogo: sin libertad de expresión no hay capitalismo, no hay inversiones, no hay crecimiento Cuando era chico iba con mis padres al cine, a veces los sábados a la noche. Recuerdo que en aquellos años, antes de la película, existía la obligación de que cada cine tuviera un acto vivo, en que algún conjunto folclórico cantaba y tocaba la guitarra. Yo no comprendía todo aquello, me explicaron que así querían promover la cultura nacional (y popular). Luego aprendí que a pensar, a sentir, a disfrutar la cultura, no se aprende “por decreto”, por obligación. Nunca olvidaré cuando me fijaba alrededor, cuando los folcloristas “subsidiados” cantaban la Zamba de la Esperanza, sin pasión, sin ganas, sólo por obligación, mientras quienes habían ido a ver una película al cine escuchaban también sin pasión, sin ganas, deseando que se terminara el “acto vivo” obligatorio para que empezara la película. El intento oficial de tratar de controlar los contenidos de los medios de comunicación a través de lo que por ahora es un proyecto de ley tan viejo que apunta a imponer el pensamiento único y asfixiar la libertad de expresión no es sólo un ataque a la prensa, a los periodistas, a los medios supuestamente monopólicos; tampoco es sólo un intento de ganarle la pulseada a un multimedio como Clarín para asegurarse que en el año 2011 (antes de las elecciones) el gobierno de turno, éste o los que vengan, pueda “comunicar” mejor sus logros para ganar las elecciones. El intento de controlar la libertad de expresión, de pensamiento, ataca directamente al pluralismo, a la diversidad de ideas, y esto es una condición necesaria no sólo para el progreso, el crecimiento y el verdadero desarrollo integral y saludable de una sociedad. También es la condición necesaria para el funcionamiento de una economía en crecimiento, que necesita atraer inversiones, por ahora el único modo de modernizar a un país y mejorar la productividad. Amigos y no tan amigos. Sin democracia en serio, en un ámbito sin pluralismo, sin que puedan contrastarse las ideas a través del debate, no florece el crecimiento, y tampoco vendrán nuevas inversiones, en un país que se está retrocediendo en el tiempo desde el punto de vista educativo, científico y tecnológico. Y sin inversión no habrá más productividad, ni más y mejores productos para consumir, ni crecimiento económico y social, ni capitalismo, ni socialismo, ni nada. La economía es redonda. Para consumir hay que producir. Pero sin estas condiciones, n hay círculo virtuoso, sólo habrá un círculo vicioso de pobreza económica, social, personal. Es como querer viajar tomando el vuelo de ayer, lo que le ocurrió a Paltrow el otro día cuando se volvió a su Niúiork Niúiork tomando un vuelo que debería haber salido el día anterior. Vaya con la metáfora.

¡Aguante la libertad de expresión!
Un abrazo y hasta la Victoria Secret. El Hombre Electrónico (políticamente incorrecto)

Carta desde el ciberespacio número 225, del 3 de septiembre de 200

Martín Niemöller, el hombre en la estampilla
Proyecto de ley de medios de incomunicación
Gente, amigos y no tan amigos. Esta será una carta desde el ciberespacio muy breve. El proyecto de ley de medios audiovisuales presentado por el Poder Ejecutivo, que ahora intenta que debata y apruebe con inusual rapidez el actual Congreso (aprovechando la vieja mayoría del oficialismo que vence sólo en tres meses), ha mezclado temas económicos con temas relacionados con las mismas reglas del juego a futuro para los medios de comunicación gráficos, audiovisuales y electrónicos (en sentido amplio), toda un área demasiado sensible para cualquier sociedad que aspire al pluralismo y a la libertad de pensamiento y de expresión, como forma de vida para desarrollarse y enriquecer su vida intelectual, cultural y científica. Una sociedad es como un laboratorio, y la chispa que nutre su creatividad se genera y multiplica por la simple confrontación pacífica de ideas diferentes. Aunque parezca una obviedad, esa creatividad definitivamente no puede florecer en un ambiente de pensamiento único, en donde prevalezcan más las ideologías que el debate libre de ideas. Por eso una democracia que funcione correctamente es el ámbito ideal para que “florezcan” personas creativas, libres, con independencia de criterio y capaces de pensar por sí mismas, y no por lo que les dicten desde arriba los líderes mesiánicos de turno. Para quienes tengan alguna duda, les sugiero que lean el clásico “Psicología de las Masas”, de Sigmund Freud, un trabajo clásico que se encuentra gratuitamente en Internet y en donde podrán ver los riesgos de aquellas sociedades en donde florecen los totalitarismos de diferente signo (aunque todos se parezcan en lo esencial, aunque traten de diferenciarse con ideologías diferentes y contrarias). Por una parte, se ha incluido en este debate en ciernes, de manera desprolija, provocadora y culposa, la posición dominante del grupo Clarín y de sus canales de cable en el escenario regional y global, así como de sus empresas vinculadas, lo que no deja de ser un tema que debiera resolverse en el ámbito de los organismos reguladores de la defensa de la competencia. En los Estados Unidos, la ley Sherman Antitrust tiene alrededor de un siglo de vida, y se ha utilizado activamente cada vez que se demostró que había empresas con posiciones dominantes, oligopólicas o monopólicas. Por la otra, se está utilizando este tema de índole técnica-económica, que no es nuevo y que este mismo gobierno no sólo toleró sino que aprobó explícitamente en todos estos años, como una excusa para justificar un tratamiento acelerado de una nueva ley de medios audiovisuales, justamente cuando el gobierno nacional se ha convencido a sí mismo que la fuerte derrota electoral que sufriera el 28 de junio pasado se debió a meros “problemas de comunicación”, o de incomunicación. El objetivo que muchos expertos, comunicadores, analistas, periodistas y pensadores de la Argentina descubren detrás de estos dos hechos es que el gobierno intenta ahora una conducción más centralizada de los medios en manos del Estado (en un país en que los gobiernos suelen confundir ambos términos), lo que en los hechos apunta a coartar severamente la libertad de prensa, a amordazarla, con la excusa de la posición dominante del grupo Clarín, y con el débil e insostenible diagnóstico de que perdieron las elecciones por una falla en su comunicación. Sería algo así como cambiar un monopolio privado (que al menos se rige por los deseos de sus consumidores, porque vive de ellos) por uno estatal, con la no declarada intención de imponer sus ideas propias al resto de la sociedad. El temor, muy fundado, muy consistente con los habituales ataques de los funcionarios a quienes piensan diferente en la Argentina, es que esta estrategia intervencionista y ultra-estatista que surge del gobierno actual es que la libertad de prensa, la libertad de opinión, la libertad de pensar diferente, está en serio peligro, lo que en el pasado se ha convertido repetidamente en un camino seguro al totalitarismo. Si se observan los sucesos ocurridos en estos tiempos en Venezuela, un país muy cercano a la Argentina, se encuentran indicios que parecen confirmar esta estrategia centralizadora que apunta a la imposición de un pensamiento único y al quiebre del pluralismo, que ha sido una de los pilares sobre los que se construyen las genuinas democracias modernas. Amigos y no tan amigos. En la Argentina hay democracia, pero es débil, dudosa, líquida, frívola, que se conforma con votar cada dos años pero que ignora que el funcionamiento de las instituciones se construye y se defiende todos los días. No se encuentra un compromiso sólido ni de los dirigentes ni de los dirigidos, de los ciudadanos en general (dejando de lado no pocas honrosas excepciones), y de hecho la clase política argentina parece mostrar sistemas de ascenso y selección de los peores candidatos a futuros legisladores y gobernantes en general, y no de los mejores, si se evalúa a nuestro país por sus resultados económicos, culturales y sociales. Por algo no hay internas hace años. Por algo la oposición se encuentra dividida, mostrando rasgos de mezquindad y una falta de grandeza preocupante, que el gobierno nacional ha sabido aprovechar muy bien, una y otra vez, con su estilo de dividir para reinar. Pero vivimos en democracia. Y por eso, porque hay esperanza, y porque las últimas elecciones mostraron una sociedad adulta que votó activamente y con un pluralismo notable, es que vale la pena volver a releer el viejo y conocido poema atribuido al actor, escritor de teatro y pensador alemán Bertolt Brecht. Es un poema duro, sencillo, inquietante, escrito para una situación infinitamente más grave que la que vivimos hoy en la Argentina. Pero vale la pena recordarlo, simplemente para comprender los riesgos que atravesará nuestro país en caso que esta loca idea de imponer el pensamiento único (disfrazado de pluralismo y usando palabras como diálogo y respeto) siga avanzando.
Martín Niemöller, el hombre en la estampilla. Su mejor y más conocido poema “Cuando los nazis vinieron por los comunistas” trata acerca de las consecuencias de no ofrecer resistencia a las tiranías en los primeros intentos de establecerse. El orden exacto de los grupos y las palabras están sujetos a disputa, ya que existen muchas versiones, la mayoría transmitidas oralmente. Martín Niemöller, su autor, menciona[2] que no se trataba originalmente de un poema, sino de un sermón en la Semana Santa de 1946 en Kaiserslautern, Alemania: “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”. Este poema se le atribuye erróneamente, en muchos idiomas, al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht. (fuente; Wikipedia, la enciclopedia libre)
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté, porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Martín Niemöller
Un abrazo, y hasta la Victoria Secret. El Hombre Electrónico (Políticamente incorrecto)

Carta desde el ciberespacio número 224, del 27 de agosto de 2009

Publicado por Editorial Sudamericana Un país a contramano de la historia: en vez de ascenso social
crecen los nuevos pobres
Progresistas sin progreso
Hola gente, amigos y no tan amigos. Un poco jugando, un poco trabajando, un poco haciendo la vida bonita, Patricia Paltrow me bombardea enviándome a cada rato mails a mi dellcompiuter con la que les escribo esta carta, mensajes de texto o de voz a mi celular y, de paso, fotos y otros mensajes sutilmente provocadores que llegan casi mágicamente aquí o allá (fotos de ella o del mundo, que toma desde el yelowcab cuando va desde su depto en Park Avenue hasta la Calle de la Pared, en el espejo del ascensor, en el tocador, en cualquier lado. Todo desde su nueva Blackberry de frambuesas (que pronto será vieja, cosas de la insaciable revolución tecnológica). También se saca fotos de su lindo cara mientras va y viene por la oficina, comprando y vendiendo, entre otros países o empresas emergentes, acciones del Citigroup, hoy por hoy la acción más negociada del S&P 500 hasta el punto que el furor ha llevado a que alrededor del 30% de las acciones compradas y vendidas en estos días correspondan a ese banquito cuya acción acaba de sobrepasar hacia arriba por primera vez en meses el “ridículo” precio de 5 dólares, viniendo de 50 dólares hace unos años, pero de nada más que 1 dólar hace apenas unos meses, cuando todos decían con absoluta seguridad que el imperialismo norteamericano estaba al borde mismo de la caída y que la economía de los Estados Unidos estaba por sufrir otra crisis tamaño año ’30. Y aunque nadie puede asegurar que se trató de una simple V corta que ya pasó, o una W riesgosa que podría contraatacar, queda claro que ya no será una L. Como lo dice Paltrow a cada rato, “el capitalismo tiene los siglos contados”, repitiendo su bonita frase que se copió un día del diario El País de España. Y del dólar vis a vis el resto de las monedas, lo mismo, los pronosticadores del Apocalipsis siguen diciendo que llegó la decadencia del billete americano y que hay que comprar rimimbis, euros, yenes o hasta reales. “Que le pregunten a la libra esterlina, la moneda del impero anterior”, se ríe Paltrow cuando escucha esos comentarios tan poco profesionales, escritos más bien por expertos inconscientes que sueñan sin saberlo con que una ola Tsunami se lleve puesto a aquel país tan odiado, admirado y envidiado al mismo tiempo. Y aclara: “Claro, gordito, pero que el Tsunami no se lleve ni a Niúiork ni a Miami, plis, y menos a West Palm Beach, ni a California somnolienta, ni a los Hamptons, ni a las maravillosas Boston con su Harvard, ni a Aspen con sus esquíes, ni al Gran Cañon ni a la Clínica Mayo o la Cleveland, y menos aún al emaiti (MIT), para poder soñar con ir a pedir una segunda opinión si se enferman o enviar a los chicos a estudiar cuando crezcan”. Y se ríe, claro. Se divierte con los argies medio esnobs que juegan a ser progresistas y luego se llevan los chicos a jugar a la montaña rusa en Disney. Capítulo I, cuando crezca quiero ser una Ferrari En la cuadra adonde vivo había antes un viejo Fiat Spazio, chiquito, un modelo de los malditos años noventa, jeje, con una leyenda inmensa en la luneta trasera que decía “cuando crezca quiero ser una Ferrari”. Nunca me crucé con el dueño del auto aquel, pero ya el tipo me caía simpático por pura intuición. Tenían ambiciones sanas, no era un típico argentino siglo XXI pos-crisis de 2001-2002, no era un resentido, no era un perdedor, y aunque no sabré nunca si alguna vez llegó a tener su Ferrari soñada o a él también se lo llevó un Tsunami, lo que queda claro es que el tipo iba a contramano de la Argentina actual, claro, quería ser un ganador y no le daba vergüenza reconocerlo, en un país que mató al ascenso social a fuerza de progresismo de palabras, no de hechos, condenando a millones de personas que, hoy por hoy, revistan en la patética categoría de “nuevos pobres” que acumula este modelo productivo industrial, nacional y popular, o como lo llama el Diputado de la Coalición Cívica, Fernando Iglesias, el modelo de los “Nac&Pop”, con mucho humor, sarcasmo y agudeza a la hora de hacerle la “autopsia” al llamado modelo heterodoxo, industrialista o neo-desarrollista tan publicitado hoy por los Kirchner, tan lejos de la modernidad y tan amantes de promover –otra vez- aquellas industrias infantiles que se han negado a crecer una y mil veces en las últimas décadas, pese a promociones, dólar alto y recontra-alto y tantas estrategias mercado-internistas que ni se habían dado por enteradas que lo que venía hacia delante era la globalización, una revolución tecnológica de proporciones épicas y un mundo lleno de riesgos, pero también de oportunidades. Ante todo, un dato que pasó desapercibido para casi todos, menos para mi amigo Ernesto Kritz (director de la Sociedad de Estudios Laborales, SEL). En esta semana agitada el ministro de Economía Amado Boudou, seguramente con las mejores intenciones, presentó junto a la cadena de hipermercados Carrefour una canasta nutricional económica para una familia tipo casi igualita a la mítica canasta de alimentos del Indec. Ernesto, claro, se puso a mirar los datos, descubriendo un acto fallido de proporciones también épicas: que esa canasta, muy similar a la del INDEC, cuesta nada menos que 41% más que la que declara que vale este organismo que, hoy por hoy, es propiedad privada del gobierno nacional….
Fuente: Sociedad de Estudios Laborales (Sel)
Un psicoanalista, por mucho menos que esto, habría llamado a este lanzamiento bienintencionado un auténtico “sincericidio”. Es lo que fue: una confesión implícita, un acto fallido, que demuestra sin duda que pese a lo que digan los funcionarios acerca de la pobreza en la Argentina, si a esta se la calcula en base a los inflación real (no la del Indec, claro) y con precios reales de productos como los publicitados por el ministro de Economía y Carrefour, la pobreza en el área metropolitana de Buenos Aires (ni hablar del interior del país o en los famosos cordones del conurbano) abarcaría al 31,5% del total de la población, contra un porcentaje de entre 15 y hasta 23% sostenido por diversos hombres -o mujeres- del gobierno, oficial o extraoficialmente. Como lo sostiene Kritz en su trabajo, “el ministro de Economía parece reconocer, al menos implícitamente, la subestimación de los precios y la pobreza”. Capítulo II, progresismo sin progreso, o modernizar no es industrializar
A veces vuelvo a casa al atardecer, en ese momento del día en que las luces de la ciudad no se han encendido, pero ya está lo suficientemente oscuro como para ver bien. Frecuentemente, me cruzo con algún cartonero con su carromato, muchas veces van por la calle, al costado de los autos estacionados, a veces van en la misma dirección, a veces en dirección contraria, y siempre me pregunto cuándo ocurrirá (si es que ya no ha ocurrido) alguna tragedia entre un automóvil (yo manejo muy atento a este tema porque es un peligro) y alguno de aquellos transportes de tracción a sangre, sangre humana, claro está. Como titularía el viejo Ambito de Julio Ramos y Roberto García, Gravísimo I. Supongo que a muchos de ustedes les ocurrirá lo mismo. Sin entrar en detalles, en realidad la verdadera tragedia es la misma existencia -en los principios del siglo XXI- de este fenómeno urbano íntimamente relacionado con algo peor que le viene ocurriendo a nuestro país, con altibajos: otra vez se detecta un aumento inquietante de quienes están por debajo de las líneas de pobreza e indigencia. Para los que tenemos la suerte de poder viajar, incluso por países vecinos, por Brasil sin ir más a lejos –y las cifras así lo confirman-, mientras en la Argentina hay nuevos pobres e indigentes, en nuestro país vecino, los pobres están saliendo poco a poco de esa situación, aunque nos cueste reconocerlo de puro envidiosos. Allí hay menos miseria, y aunque hay pobreza, hoy la llamada clase media, que en la Argentina se está reduciendo hacia abajo, en Brasil está aumentando hacia arriba, y ya abarca a nada menos que 86 millones de personas de la llamada clase C (veasé la carta desde el ciberespacio número 185, del 21 de agosto de 2008, llamada “La clase media no va al paraíso”, en la Argentina, claro). Y hay una tragedia mayor aún, que muchos argentinos que se dicen “de centro”, o centro de izquierda, humanistas, buenos tipos seguramente, han llegado a convencerse y a sostener que ser cartonero puede ser un trabajo digno, ignorando que revolver basura está en la base misma del retorno a la Argentina de algunas de las enfermedades y plagas que el país creía haber superado (no sólo hablo de categorías sociales, sino médicas). No es digno, no es sano, no es un trabajo. Es otro engaño típico en que nos metemos los argentinos para dormir tranquilos. Iba pensando en eso mientras caminaba el otro día por el Solar de la Abadía, ya que quería comprarle un libro a Patricio Villanueva, un gran médico que es a la vez un gran amigo que cumplía años, y de repente ví el nuevo libro de Fernando Iglesias, un hombre a quien no conozco que no debe tener nada pero nada que ver con el recordado Herminio Iglesias, más aún, está en sus antípodas. Pero el tipo me llamó la atención por sus intervenciones en el Congreso (es Diputado de la Nación, ya lo dije) y por sus entrevistas televisivas. Cuando vi su libro entre tantos, “Qué significa ser progresista en la Argentina del Siglo XXI” se lo compré sin dudar a mi amigo, de entrada me impactaron tanto el tema como el título, desafiante. Con lo que me quedé con ganas de leer el libro y se lo pedí, de caradura, al Iglesias en cuestión (no a Herminio, claro), quien me lo envió muy amablemente. Amigos y no tan amigos. Yo no soy un crítico de libros, y estas cartas no pretenden serlo, sólo puedo decirles algunas cosas que me impresionaron de este trabajo que personalmente es un hallazgo, que se deja leer a quienes son curiosos y tienen la cabeza abierta, que no pueden perderse quienes tienen más ideas que ideologías, ni quienes son buenos, ni quienes se hacen los buenos, ni quienes rezan, o quienes ya no rezan, quienes se quejan, quienes sueñan con un mundo mejor, quienes piensan en el futuro de sus hijos en la aldea global cuando ven que la adolescencia se alarga y piensan que los adolescentes actuales nacieron cansados, quienes se preguntan si es grave que los chicos prefieran navegar por Internet a estudiar geografía, quienes están confundidos con tanta ideología de derecha o izquierda, nacional versus global, popular versus populista, modernizadora versus industrializadora a la vieja usanza desarrollista que ya fue.
La contratapa de libro
“Qué significa ser progresista en el siglo xxi”
Hay sin embargo algunos temas centrales del libro que no puedo dejar de mencionar por la lucidez de Iglesias a la hora de analizarlos. Uno de ellos es la frase del libro que le prestó el título a esta carta: “progresismo sin progreso”, parece un juego de palabras pero no lo es, es la demostración más clara (y en el libro se explica este hecho con profusión de datos y señales aquí y allá) que en esta Argentina hipócrita, ambigua, callada, que mira para otro lado, anestesiada, ensimismada y angustiada, el discurso progresista con que se llena la boca buena parte de la gente, dirigentes y dirigidos, militantes y ciudadanos, políticos y señoras gordas o flacas de gym (devenidas en “como ser Moderna y Light con cama afuera”), médicos y pacientes, alumnos y profesores, lectores de Zygmunt Bauman o de Paulo Coelho, etcétera, etcétera., es un discurso para mirarse en el espejo y admirarse, pero nada más y decirse qué bueno que soy y acariciarse a uno mismo, pero nada más. La Argentina del progresismo que tanto usan y declaman los dirigentes argentinos, en verdad, no existe, el país viene en declinación, y no por culpa de los Kirchner solamente, sino desde bastante antes (basta ver las cifras del PIB por habitante para una serie larga), viene en decadencia, viene retrocediendo, pese a que el discurso oficial habla todo el tiempo de palabras bonitas como crecimiento, desarrollo, industrialización, riqueza, boom exportador, superávit gemelos (el fiscal desapareció en estos meses, y el comercial se mantiene con fórceps y por la recesión, entre otras razones). Por si quedan dudas, “creer que los Kirchner son la causa del fracaso, cuando son sobre todo su consecuencia, es creer en la falsa premisa que llevó a la Argentina a la encerrona de 2001, derivada de pensar que toda la culpa la tenia Menem”, explica Iglesias, desafiante, ya en el prólogo de su libro. Pero cuidado, a no confundirse, esta no es una defensa de Néstor y KriKri, y menos de alguien que viene de la Coalición Cívica de Elisa Carrió, todo lo contrario, es apuntarle al centro del problema, que no es otro que un país que habla de progresismo y sólo vive en el pasado, repitiendo una y otra vez sus mismos errores, como un Zombi, en esta ocasión volviendo (o tratando de volver otra vez) a los años cincuenta o setenta, para huir despavoridos de los supuestamente malditos años noventa. En este sentido, hay que decir que el libro tiene un fuerte toque antipejotista, o antiperonista, y este es otro tema que el país no debiera dejar de lado, sino debatir, pero debatir en serio y respetuosamente, y no como en los diálogos de mentiritas propuestos por el oficialismo luego de perder ferozmente las elecciones del 28 de junio pasado. Si el supuesto peronismo de Kirchner es diferente o igual al peronismo llamado “Disidente” no es una pregunta menor, aunque muchos tildarán a esta premisa de Fernando Iglesias (igual a la que sostuvo la Coalición Cívica y el Radicalismo en las elecciones pasadas) de equivocada, o peor, de gorila. El tiempo dirá quién estaba equivocado, aunque en el medio estas disputas “internas” y externas en la oposición le han costado mucho a la sociedad y le han regalado mucho espacio a un kirchnerismo en supuesta o real decadencia. Habría que pensar que no sólo el peronismo, o parte de él, se dice progresista pero vive en el pasado nacional, popular e industrialista, sino que a la gente de la otra oposición también le ocurre algo parecido. El segundo tema del libro, que no es un detalle, es esta idea equívoca que el monopolio del progresismo lo tienen los “hombres buenos” y sensibles de la izquierda, ya que los hombres de derecha serían “malos y egoístas” por definición, que pensarían sólo en ganar plata. Iglesias, que se define como un tipo de izquierda, un socialista moderno, modelo siglo XXI, más global que nacionalista, más amante del software que de la industrialización (una especie de fisiocracia del siglo XXI, que en vez de proclamar el desarrollo del campo promueve el desarrollo de cualquier industria a cualquier costo y precio), tiene algunas frases realmente audaces y sin prejuicios sobre este tema. “Como persona de izquierda no puedo, pues, menos que señalar que acusar a alguien de ser de derecha no es ser de izquierda, sino ser intolerante y antidemocrático, una conducta despreciable que forma parte de este estalinismo débil que se ha instalado en la Argentina y por el cual ser de izquierda es ser nacionalista, populista, y llevar a la práctica todos y cada uno de los principios que constituyeron la quintaesencia del desastre estalinista: el culto a la personalidad, el partido único, la estatización disfrazada de socialización….el industrialismo delirante, la persecución de la prensa y los opositores y la concepción de los adversarios políticos en términos de enemigos del pueblo”. El tercer tema central del libro de Fernando Iglesias es que hay un modelo económico subyacente, que surge de una crítica desde el siglo XXI y de la modernidad real, no la soñada, a la industrialización provinciana, a los nacionalismos de encerrona, a los proyectos autárquicos que sueñan con “vivir con lo nuestro” en un mundo en que la economía y los juegos de suma cero han demostrado teórica y matemáticamente que en la globalización uno más uno puede ser más que dos, en la medida que la productividad media de las economías aumenta cuando hay una genuina especialización internacional del trabajo (opuesta a las teorías del intercambio desigual y otros resabios nostálgicos inventados para echarle la culpa a los países modernos y abiertos de la propia inestabilidad y falta de crecimiento, eso que en los discursos los políticos justifican a los llamados des-poseídos, eludiendo responsabilidades y acudiendo al facilismo de echarle la culpa al “afuera” de todo lo que pasa adentro. Hay más, mucho más que me hace recomendar este libro pese no ser comentarista ni crítico de libros, y pese a mis disidencias, a los desafíos y a las polémicas que genera, o gracias a ellas. En el epígrafe del comienzo, Fernando Iglesias toma una bella frase del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama: “el mundo ha cambiado y nosotros debemos cambiar con él”, escribe, demostrando el espíritu de crecimiento interno que propone. En otra parte del libro, que también tiene su dosis de sarcasmo e ironía divertida, Iglesias describe un día en la vida de un político argentino nacional y popular (Nac&Pop) sin desperdicios, que no suele faltar en el discurso aburrido de cualquier político argentino que se dice progresista y que en realidad es un viejo político conservador, populista y demagogo (y porqué no decir antidemocrático). Se trata de un buen manual de instrucciones que parece sacado de los programas de TV por cable, de esos por donde transitan los desconocidos de siempre con su cassette a cuestas, para ponerle play cuando hace falta. Por último, la apelación a la inteligencia y el crecimiento que Iglesias define como “la economía de base software”, por contraposición a la economía de los fierros, o la economía del hardware, en donde queda claro que el camino del crecimiento pasa por el desarrollo de la inteligencia en todos los ámbitos, pasándose de la industrialización de enclaves y armadurías (esos viejos industrialistas antidiluvianos y neo-desarrollistas, como los llama Iglesias), a aquella en que la Argentina es competitiva sólo en determinados segmentos o clusters elegidos y especiales, que van desde el campo a la industrial el turismo, los servicios de todo y tipo y todas las actividades en que el país tiene auténticas ventajas comparativas y competitivas innegables y muchas veces castigadas por no entrar en el molde, o el modelo teórico. Lo que propone aquí Iglesias no es saltarse la industrialización, sino apuntar al desarrollo de actividades de todo tipo con base en diseño, creación, inteligencia aplicada, todo lo que es “del software”, todo lo que sea neurona-intensivo, algo que a los argentinos parece dársele bastante bien a nivel individual, aunque cuando se trata de trabajar en equipo parezcamos los tres chiflados. Aquí, la revalorización de un prócer en serio, como Domingo Faustino Sarmiento, a quien Iglesias rescata por su valorización del conocimiento y la información a la hora de la enseñanza y el aprendizaje. Eso es todo, no se si se notó pero el libro me pareció estimulante y desafiante, en un país en donde cuando uno “da vuelta“ a alguien y lo sacude no se le cae ni una idea (jugando con la frase), y tampoco una moneda porque no se consiguen, vaya uno a saber porqué razón increíblemente subdesarrollada.
Fernando Iglesias, escritor y actual Diputado Nacional por la Coalición Cívica
Nada más, me atrasé, un abrazo, y hasta la Victoria Secret. El Hombre Electrónico (políticamente incorrecto)