Un monólogo llamado diálogo…
Síndrome de Estocolmo
Hola gente, amigos y no tan amigos. “Bwana -así me dice Patricia Paltrow cuando juega a ser una mujer sometida que en cualquier momento me morderá, o me hará algo mejor-, la oposición parece una mujer golpeada que se quedó tan asustada y amenazada que teme decir lo que le ocurrió, y teme también defender sus propias ideas. ¿No te recuerda a Patty Hearst luego de su secuestro, cuando al final terminó uniéndose al grupo terrorista que la había secuestrado?”.
Yo caminaba por Palermo Hollywood, ella por el Boulevard Hollywood a secas, estaba visitando una sucursal de su banquito y me acababa de llamar desde su Blackberry, mientras manejaba entre calles y palmeras un auto marca Hertz que la esperaba en el airport, y claro, se le ocurrían cosas locas como es su sano estilo y obviamente me las tenía que comentar a mi mientras jugaba por allí a suite ejecutiva. Estábamos planificando encontrarnos de una vez en algún lugar del mundo, ahora que las diversas crisis sufridas en estos meses empiezan a superarse (la crisis financiera, la crisis económica, la huidiza pandemia, etc…), y así como la avaricia suele ganarle al miedo, el deseo de caminar juntos por una playa desierta nos volvía a ganar. Era hora, hace meses que sólo nos vemos por Skype, esto no es vida. Y mientras pensábamos en Ilhabela, ella se salió con aquel “Bwana, ¿qué le pasó a la oposición?”, una de sus preguntitas con cara de “yo no fui”.
Yo no me reí, no es un tema para reírse, claro, en realidad más de una vez en estos días pensé también en esa metáfora del síndrome de Estocolmo para describir la situación argentina, cuando ya pasaron nada menos que cinco semanas de las elecciones y el gobierno sigue en el medio del cuadrilátero (su manera de concebir a la política), autista, en las nubes, haciéndose el educado, democrático y dialoguista, mientras fija como siempre la agenda y gana un precioso tiempo, mientras casi todos los inocentes miembros de la oposición (a quienes seguramente no les gusta ni la playa ni hacer olitas) siguen mostrándose como hombres y mujeres moderados, prudentes y respetuosos, y dejan que los traten de idiotas y se olvidan que ganaron las elecciones y que los argentinos los votaron para que hagan algo (si, ya sé, de repente recordé ser demasiado políticamente incorrecto, me dirán). ¿Acaso no perciben el fastidio de la gente que los votó para que los represente?
Cuando llegué a casa entré en Internet, le pedí al señor Google que me busque «síndrome de Estocolmo» y esperé la respuesta de Wikipedia, que en 30 segundos me respondió, siempre más amable que el famoso personaje de Gasalla donde hace de empleada pública, claro: “El síndrome de Estocolmo –me dijo Wiki- es una respuesta psicológica en el que la víctima de un secuestro, o una persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador. En ocasiones, los prisioneros pueden acabar ayudando a los captores a alcanzar sus fines o evadir a la policía… En 1973 se produjo un robo en el banco Kreditbanken, en Estocolmo Los delincuentes debieron mantener como rehenes a los ocupantes de la institución durante 6 días. Al entregarse los captores, las cámaras periodísticas captaron el momento en que una de las víctimas besaba a uno de los captores. Y, además, los secuestrados defendieron a los delincuentes y se negaron a colaborar en el proceso legal posterior”.
Allí nació esta idea del síndrome de Estocolmo. Y allí estaba aquella famosa foto de Patricia Hearst (la alguna vez heredera del imperio periodístico de Randolf Hearst, aquel hombre mítico que según muchos fuera el inspirador de la película “El Ciudadano”, un millonario que sólo quería jugar con su trineo llamado Rosebud)…
Todo esto coincidió con el regreso de Elisa Carrió de sus vacaciones, que como buena pitonisa se dio cuenta el mismísimo 29 de junio pasado que el Kirchnerismo, como siempre, tendría su respuesta estándar ante las situaciones en que sufre una pérdida histórica: desaparecen de la escena, se van al Calafate (“su lugar en el mundo”, claro, y nunca estuvo tan bien elegida la frase…), se dedican a mirar el glacial (antes que el cambio climático se los derrita), hacen tiempo, no atienden el teléfono, no aceptan la realidad y se fugan hacia delante. Lo hicieron en Misiones. Lo hicieron cuando perdieron la votación con el campo. Lo hicieron luego de la multitudinaria manifestación de medio millón de argentinos pidiendo seguridad en el caso Blumberg. Y lo volverán a hacer una y otra vez si los dejan, ya que este “modus operandi” parece funcionarles bien en el corto plazo, aunque tenga el defecto que sólo amortigua el golpe, pero no resuelve nunca el problema, sino que lo posterga y en general complica las cosas en el famoso futuro.
Elisa Carrió vuelve de sus vacaciones y explica
porqué no participó del llamado diálogo político,
(Foto La Nación, 6 de agosto 2009)
Capítulo único, sobre estática y dinámica económica, una visión bolichera de la economía
Y entonces, amigos y no tan amigos, pensé en el bueno y carismático de Ricardo Alfonsín, que en las últimas semanas defendió al Consejo de la Magistratura (ideado por su padre en la Constitución de 1994, qué casualidad), el mismo Ricardo Alfonsín que hizo campaña sosteniendo que el llamado Peronismo Disidente terminaría siendo igual al Kirchnerismo (confundiendo a adversarios de enemigos, de paso, una costumbre muy argentina), y que ahora sostiene que no hay que reducir las retenciones a la soja porque hay que cuidar las cuentas públicas. Se lo comenté a Paltrow, que estaba perdida en Hollywood y en un día femenino de aquellos. Y ya no me dijo dulcemente “Bwana, ¿cuando nos vemos?”, en cambio casi me ladró… “Beibi, se ve que el muchacho sólo estudió “Boliches I”, ni contabilidad debe haber estudiado, se debe haber quedado tildado con la ecuación de Wilkins Micawber (aquel simpático personaje de Dickens), ni estática ni dinámica económica, sólo pasó la materia contabilidad y con un 4”, me dijo a miles de millas de distancia, enojadísima porque no puede creer que en la Argentina la oposición se preocupe por ser tan amable con un oficialismo que los trata de tontos, que juega a dividirlos y a subdividirlos, y encima ellos, pobrecitos, ponen la otra mejilla y terminan defendiéndolos, jugando al diálogo con quienes apenas saben monologar, ni tan siquiera escuchar, no vaya a ser cosa que los acusen de promover el caos o de ser destituyentes, , que barbaridad, o peor, derechistas, golpistas y todas esas pavadas que les dicen los K cuando quieren descalificar a los que no piensan como ellos, o sea, la mayoría de los argentinos, sin contabilizar aquí a todos los países del mundo que miran a la Argentina como una curiosidad zoológica o psicoanalítica.
“Pero Paltrow, que ellos sean caníbales no significa que uno se convierta en un caníbal”, le respondí yo, para calmarla, pero nada…. “Flaquitogordito. Una cosa es ser amable, una cosa es ser respetuoso, una cosa es defender el equilibrio fiscal, y otra muy diferente es dejarte maltratar, y comprarte los argumentos del gobierno y dejarte convencer que si bajás las retenciones se va todo al diablo, cuando en realidad en la Argentina ya se fue todo al diablo por pura incapacidad de los Kirchner. ¿No ves que este año los agricultores sembrarán 2 millones menos de hectáreas que en el 2007, que de 16 millones de toneladas de trigo cosechados en esa campaña, en la que viene se producirán sólo entre 5 o 6 millones de toneladas, que este año habrá la misma cantidad de cabezas de ganado que en 1975, o sea, 30 años atrás, apenas algo más de 56,5 millones de vaquitas y vaquitos, como diría Kricri, que las exportaciones de carne caerán a cerca de la mitad que las de 2006, que la producción de leche volvió al nivel de 1999? ¿Así quieren recaudar más?”… Recaudariala.
Ella siguió así un rato más, tirándome cifras a miles de millas de distancia gracias al famoso Blackberry, más enojada que antes, ¿acaso el impuestazo del gas habría llegado hasta Niúiork Niúiotk?, me pregunté. Pero no le dije nada, para qué, si tenía razón.
Y me colgó, claro, no estaba enojada conmigo, pero estaba enojada como pocas veces la escuché, claro, ella nació en la Argentina y le duele ver como nuestro país ya no se compara ni siquiera con Brasil, ni con América latina, sino con Africa (con perdón por los africanos), y se pregunta, como se lo preguntaba Vargas Llosa en Conversación en la Catedral, “en qué momento se jodió todo”, aunque él hablaba de Perú, claro, que ahora tiene un Presidente que con los años creció y aprendió de sus errores, mientras nosotros seguimos volviendo al pasado una y otra vez.
Así que me puse a mirar las cifras de Miguel Angel Broda, buscando los últimos datos de recaudación. Ayer mismo había estado en su seminario mensual, allí el banco Itaú, con Susana Merlo dando sus catastróficas cifras sobre la penosa situación del sector agropecuario, que confirmaban todas y cada una de los datos que me dio Patricia, con Ricardo López Murphy que estaba contento porque fue abuelo y triste porque también él mismo se debe preguntar “en qué momento se jodió todo”, y con Rosendo Fraga, siempre anticipándose a lo que hará Kirchner porque es demasiado previsible, fácil, simplemente “piensa mal y acertarás” (“Kirchner está yendo en la dirección contraria a la que muestra la sociedad”, observó Rosendo, con sencillez de argumentos).
(Fuente: Estudio Broda, ciclo económico agosto de 2009)
La recaudación ya cayó en términos reales desde hace meses,
mucho antes que las elecciones, sin que se hayan bajado las famosas retenciones, sin poder echarle la culpa de la caída a la crisis financiera y económica internacional, por el simple “mérito” de un “modelo económico” que llevó la economía a la estanflación, con fuga de capitales, desincentivos a la inversión, sesgo antiexportador y la ausencia total de un clima de negocios.
Amigos y no tan amigos. El sábado pasado lo escuché a Hugo Biolcati, presidente de la Sociedad Rural, en su excelente discurso de inauguración de la Exposición Rural. El hombre no fue complaciente, pero tampoco fue maleducado ni insultante con los K, encontró el tono justo, sencillamente fue firme, contundente y claro, cero tibieza. Y más político que muchos políticos de esos que se dedican hace años a esa “profesión” que podría ser bella cuando ayuda a la gente, pero que en la Argentina se ha degradado por más ideologías que ideas, y por excesivo pragmatismo, casi al borde del cinismo.
Hubo algo que especialmente me sorprendió. Biolcati, supuestamente un hombre de derecha (porque en la Argentina existe el prejuicio que si viene de la Rural debería ser de derecha y sólo pensar en ganar más plata), habló de la pobreza y de la patria., ese fue el eje central de su discurso, y se preguntó cómo en un país rico como la Argentina, con todos los recursos naturales que tenemos, ha llegado a esta situación de miseria humana y económica, en una nación que en vez de fabricar nuevos ricos fabrica cada día más nuevos pobres.
Biolcati, así, tomó las banderas del progresismo, que en la Argentina parece ser propiedad privada de la izquierda, y las hizo suyas, de los hombres del campo, que en los años pasados, con incentivos razonables, inundaron al país y al mundo de más alimentos (primarios e industrializados). Así, sencillamente, dejó planteadas dos preguntas sencillitas: Una, ¿qué es ser progresista en el siglo XXI (de paso el título de un libro de Fernando Iglesias que ya comentaré en otra carta del ciberespacio). Dos, ¿la industrialización argentina debe basarse sólo en los fierros, la metalmecánica y las manufacturas de origen industrial?
Para terminar, amigos y no tan amigos, el debate actual sobre si hay que reducir o no las retenciones al agro, de cara a cuentas fiscales que ya están en rojo (por obra y gracia del kirchnerismo, hay que aclararlo), no se resume en esa “nueva” frase bolichera y contable que plantea ahora el oficialismo para frenar las presiones sectoriales y que consiste en decir “no se puede”, agregando que “si quieren rebajas de impuestos, que digan cómo se financiarán las cuentas públicas”. Les falta decir que “el ahorro es la base de la fortuna”, frase bolichera, estéril, triste y poco productiva, si las hay.
Se trata de otro de los tantos falsos debates en que nos dividimos y nos cansamos los argentinos, más llenos de viejas ideologías, conservadorismo y prejuicios que de ideas inteligentes que, de paso, ya están inventadas hace años y funcionan en todo el mundo moderno que ya se dio cuenta que empezó el siglo XXI y que cayó el muro de Berlín.
Lo concreto es que en una visión contable de la Argentina, que no es capaz de observar los fenómenos económicos de manera dinámica y creativa, la economía sería como un gran juego de suma cero, en donde si se gasta más de un lado, hay que ahorrar menos de otro, como si todo consistiera en contar porotos en el debe y el haber.
Pero la vida es más compleja y rica que eso. La economía, la dinámica, la que es una genuina política económica, la que supera a la famosa ecuación Micawber de la que hablaba Charles Dickens en “David Cooperfield”, tiene herramientas y mecanismos más profundos, sutiles, inteligentes, que pueden hacer que una reducción de las retenciones (en un clima de estabilidad y reglas de juego estables) haga que los productores siembren más hectáreas, y apliquen más innovaciones para producir más por cada hectárea. Y que retengan más animales en sus campos de cría y engorde, y que mejoren su productividad, hasta que se endeuden con entusiasmo porque creen en el futuro. Y si todo ello ocurre, en el próximo ciclo, que todos ellos cosechen más, y así que aumenten la producción de carne y de lácteos y granos, y todo ese círculo virtuoso logrará más recaudación, no menos.
¿Eso es magia? No, sencillamente es inteligencia aplicada, es no resignarse a creer que los ajustes son sólo gastar menos, sino que pueden consistir en producir más. Es una visión dinámica de la vida, creativa, de crecimiento, en donde a lo sumo hay que resolver un problema financiero que no es difícil (¿cómo financiar ese proceso?, micro y macro-económicamente)