Todos piden magia para bajar la inflación...



Carta desde el ciberespacio 302, del 4 de marzo de 2016


Un paso al frente a quien no le inquiete la alta inflación...



CAMBIEMOS ES PROGRESISTA Y POPULAR, LOS K SON CONSERVADORES Y POPULISTAS

Inflación: salir del cepo provocó un impacto menor al temido


En los últimos tres meses, y hasta hoy mismo, 
el peronismo kirchnerista acusó a Mauricio Macri 
de vago, derechista y ultra liberal, para aterrorizar 
a los argentinos y echarle la culpa al actual Presidente 
de todo  lo que pasó, pasa y pasará en la Argentina. 
Decían que si él ganaba las elecciones devaluaría 
el peso, y que ello provocaría una estampida 
inflacionaria imparable que recaería sobre el nuevo 
gobierno, al que calificaban de neo-neoliberal antes 
ya de haber asumido, pese a su gestión 
moderada y efectiva realizada en ocho años como 
Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. 
Detrás de estas "profecías" se escondía el hecho que 
el dólar ya había superado los 15 pesos en diciembre 
y que el país sobrevive hace años con niveles de 
inflación rondando 30% anual. La realidad es que 
Macri cumplió su promesa, terminó con el cepo cambiario
 y ahora empieza a sincerar otras  variables atrasadas, 
como las tarifas subsidiadas de servicios públicos, 
esto es, todo el herramental utilizado por el peronismo 
kirchnerista como una política antiinflacionaria 
que ha sido siempre ineficaz.  
A tres meses de haber asumido el nuevo gobierno, 
el efecto del sinceramiento inevitable de 
estas variables provocó un impacto sobre la 
inflación que, aunque inquietante, fue bastante 
menor al de los pronósticos incendiarios del 
peronismo kirchnerista. 


De repente estalló la impaciencia y los argentinos, incluso los economistas y los periodistas especializados, empezaron a demandarle al Presidente Mauricio Macri que baje la inflación rápidamente a niveles tolerables (¿menos de 5 o 10% anual?). Hay que decir que quien más ansioso e interesado se muestra en resolver este grave problema heredado del gobierno anterior es el mismo Macri, lo que no significa que ello pueda hacerse con la rapidez deseada, con razón, por casi todos. Aumentar un poco la inflación fue “fácil” desde 2007 con una demanda que empezaba a aumentar por encima de la oferta, aunque llevarla a un nivel de alta inflación a lo largo de los 9 años siguientes sólo fue posible por impericia, inconsciencia, incompetencia o fines inconfesables. Con todo, bajar los precios desde este nivel no será igual de "fácil" como lo fue subir la inflación en los años pasados.

Llama la atención por qué en los 9 años pasados, desde que la inflación retornó a la Argentina hasta niveles que incluso superaron su actual alto nivel, pocos se inquietaron y se quejaron tanto como lo hacen ahora. Indigna que el Kirchnerismo, principal causante del retorno de la alta inflación hace más de 8 años, alerte y atemorice a los argentinos (ya desde que se supo que Macri podría ser Presidente) del peligro inflacionario que se cernía sobre la Argentina, si fueron justamente ellos quienes destruyeron al Indec para ocultar la inflación, manipulando los índices de precios de este organismo, que fuera tan respetado en el mundo por la calidad de las estadísticas que elaboraba.

Fueron ellos también quienes vaciaron de reservas internacionales al BCRA y lo utilizaron como instrumento para provocar más inflación, al quitarle su autonomía y utilizarlo para hacer funcionar a full las máquinas de emitir billetes (la Casa de la Moneda, Ciccone y algunas más). Así, utilizaron esta emisión desenfrenada para financiar a un Estado que no sólo recaudaba más impuestos genuinos sino también se nutría de esta emisión para comprar voluntades, financiar una cantidad creciente de empleados públicos (muchos trabajaban, otro no), pagar obras públicas que no se terminaban y canjear fondos a cambio de votos de gobernadores, legisladores e intendentes de diverso color político. Y ahora se quejan y alertan sobre la inflación...


Inflación con restricción fiscal, social y política

El resto de los argentinos, los que van al supermercado todos los días, están preocupados con razón, y hoy demandan que bajen los precios, porque han percibido que con salarios reales menos sustentables se ha roto la “cadena de la felicidad” de las 18 cuotas. Descubren que no hay más posibilidades de hacer magia para seguir aumentando por ahora esos salarios por encima de los precios o, mucho peor, porque en los sectores de ingresos fijos la inflación los empobrece dramáticamente mes a mes y los deja sin aire. Con todo, esta sociedad debería reflexionar porqué le permitió al gobierno anterior 7 u 8 años de alta inflación y ahora se ha vuelto repentinamente tan impaciente con Mauricio Macri. ¿Estamos enfermos con el Síndrome de Estocolmo? ¿Nos enamoramos de quienes nos maltratan? ¿O en el fondo todos somos un poco chantas, ventajeros, aprovechadores, frívolos, flojos de principios, y nos hemos terminado pareciendo al peronismo kirchnerista sin darnos cuenta? Como lo decía el pensador francés, André Malraux, "los pueblos tienen a los dirigentes que se les parecen". 




La historia muestra que el país, salvo en los años ’90 y con un desempleo en alza, y en la salida de la crisis de 2001/2) con una implosión social que no se resolvió del todo, no vivió en las últimos 45 años con una inflación normal (menos de 5% anual). Las últimas cinco experiencias, desde el Rodrigazo (1975) hasta aquí, sin ir más lejos, revelan que una vez que los diversos planes económicos aplicados (ortodoxos o heterodoxos, de izquierda o de derecha) se agotaron, en general luego de un período de retraso cambiario y tarifas de servicios públicos subsidiados, que culminaron con un escalón más de inflación o con un nuevo estallido inflacionario... 

Falso dilema: shock versus gradualismo

La Argentina no pudo superar, por décadas, su condición de adicta a la inflación, como un alcohólico con recaídas reiteradas. Habrá que reconocer que somos un país con esta enfermedad crónica, la inflación, para empezar a curarnos de una vez para siempre.

Si se mira cada plan anti inflacionario de aquellos, ninguno puede calificarse como un shock ni como gradualismo. En todos esos planes hubo diversos preparativos previos, siempre necesarios, para resolver las distorsiones de precios relativos previas a un ataque frontal, además de los problemas fiscales derivados de un populismo que no es nuevo en la Argentina. 
Raúl Alfonsín asumió en 1983, nombró a un primer ministro de Economía que “abusó” del populismo, dijo él mismo su recordada frase “un poco de inflación no importa” y cuando la inflación se le escapaba (y los futuros votos), cambió de ministro y lo nombró a Juan Sourrouille, quien trabajó meses silenciosamente para realinear los precios relativos, antes del frenazo con desindexación pautada que representó el Plan Austral. Y el plan funcionó muy bien durante más de un año, hasta que la falta de un ataque a las deficitarias cuentas públicas y un sindicalismo que vendía magia terminaron en el plan Primavera, la antesala de la hiperinflación de 1989. 
Con Carlos Menem ocurrió algo parecido: tres ministros de Economía (Roig, Rapanelli y Erman González) hicieron progresivamente el “trabajo sucio” (una devaluación y aumentos de tarifas y combustibles y el plan Bonex ’89, para licuar el desmadre monetario y fiscal existente). Recién un cuarto ministro, Domingo Cavallo, instrumentó la Convertibilidad en 1991, luego de una segunda hiperinflación. Este plan generó más de 10 años de estabilidad de precios, aunque la combinación de precios internacionales en baja, un Festival de Bonos y un retraso cambiario heredado y no resuelto (entre otras razones) llevaron a la caída de Fernando de la Rúa y la convertibilidad inaugurada en 1991.
Al fin asumió Eduardo Duhalde, con Jorge Remes Lenicov como ministro de Economía. Ellos hicieron esta vez el trabajo sucio (devaluar una deuda pública en dólares que para muchos no era sustentable, y luego pesificarla). La historia deberá dilucidar algún día si el golpe institucional que llevó a Eduardo Duhalde a la presidencia se podría haber evitado con una estrategia “menos peronista”, demasiado dolorosa para el país y sus instituciones. Hay que agregar que los gobiernos militares anteriores al retorno de la democracia no lo hicieron mejor, y también abusaron del Estatismo y del populismo, aunque llame la atención.

Ninguno de estos casos fueron de shock, ni exitosos permanentemente. El adicto a la inflación seguía con recaídas. Todos terminaron con el retorno de la inflación. Esta es una experiencia más de una historia repetida una y otra vez. A partir del año 2007, los afanes reeleccionistas y personalistas del kirchnerismo (ayudados por la complicidad y los aplausos del peronismo) provocaron un aumento progresivo del populismo y de su consecuencia lógica, la inflación, esta vez escondida debajo de la alfombra con la destrucción del Indec, mientras los argentinos compraron por comodidad o frivolidad aquella frase de Raúl Alfonsín, “un poco de inflación no importa” que nuevamente nos trajo a niveles de 25/35% anual entre 2013 y 2015. Recién ahora, cuando la inflación se hizo intolerable para todos, la demanda de una política antiinflacionaria drástica arreció y los argentinos dijeron basta. 

Lo llamativo fue que esto ocurrió justo cuando los promotores de esta nueva escalada tenían que dejar el poder, y un nuevo gobierno democrático iba a asumir en medio de una herencia en que la inflación es una más de varias graves enfermedades que ya enfrentaba el país.


Del Vamos por Todo de CFK al Nos dejaron 
una Herencia Maldita de Mauricio Macri. 
¿Usted a quien le cree?


¿Qué está haciendo Macri?

La hoja de ruta de los planes antiinflacionarios argentinos es siempre parecida. En este caso, ya está en marcha el rebalanceo de las feroces distorsiones de precios relativos (tarifas de servicios públicos, dólar real atrasado por la fuerza a través del ineficaz cepo cambiario), al tiempo que la política exterior nos devuelve al club de los países normales, se intenta el cierre del capítulo insostenible con los holdouts y se invita al ingreso de inversiones de largo plazo y endeudamiento externo para financiar el la transición fiscal a un déficit fiscal tolerable (algo así como un préstamo puente para cruzar a la otra orilla). 
Y mientras, se regulariza en la medida de lo posible el BCRA, aunque el problema fiscal heredado (7% del PIB en un contexto de presión fiscal y gasto público récord) limitan la flexibilidad política del necesario ajuste de las cuentas públicas, última condición previa a lanzar una política antiinflacionaria contundente y con posibilidades de éxito que consiste en anclar los precios con ajuste fiscal sustentable, política monetaria consistente a esto y una política de ingresos que corte de raíz la puja distributiva.

Es por ello que el debate entre los amantes del shock antiinflacionario y los defensores del gradualismo es estéril. Al menos mucha gente parece haber entendido que sin cuentas públicas ordenadas cualquier ataque a la inflación no tiene futuro, aunque discrepen en su factibilidad de corto plazo. Y tienen razón, si se mira nuestra historia fiscal.

Este es el dilema de Mauricio Macri, que ya resolvió desde el primer día la hoja de ruta de lo que había que hacer, muy doloroso pero necesario. Está haciendo las tareas previas al lanzamiento de una política antiinflacionaria que pueda ser exitosa, pero no en el corto plazo.

Hay que reconocer que debe manejarse con limitaciones fiscales feroces, con una contrapartida en una demanda social y política para ir reduciendo la magia del populismo sin prisa pero sin pausa, lo que a su vez le pone una fuerte restricción política a su intento antiinflacionario. 

Puja distributiva, el antipático duelo entre salarios y precios, el rol del sindicalismo y una sociedad que pide que bajen la inflación y al mismo tiempo no quiere pagar el precio de vivir sin inflación son el trasfondo de este dilema que enfrenta el Presidente. Pero ya decidió desde el principio el camino a seguir y lo ha dicho explícitamente para quienes sepan escuchar. 
Las tareas están en marcha. Primero, la resolución de las distorsiones heredadas en los precios relativos como el dólar y las tarifas de servicios públicos. Pero cuidado: las limitaciones sociales, políticas, cambiarias y financieras impiden instrumentar ya un ajuste fiscal y monetario de la magnitud necesaria, por lo que Macri no pudo elegir el camino ideal y deseado de un shock antiinflacionario exitoso.  
En el medio, además, se imponía una política exterior que ayude a que el país vuelva al club de los países normales, de manera de invitar a los capitales de corto plazo y a las inversiones de largo a que vuelvan a ver en la Argentina un país viable y sustentable. Eso no es fácil luego de 12 años de mercado internismo, de contradecir la ley de gravedad y de perseguir la seductora pero errónea idea que se puede "vivir con lo nuestro" en medio de la globalización y la especialización del siglo XXI, donde ningún país intenta cerrarse y producirlo todo.

Por todo esto es que una reducción sustentable de la inflación de larga data y repetitiva como la Argentina necesita tiempo y un cambio de época que haga que los argentinos, gobernantes y gobernados, entiendan que la magia no existe y que los milagros, si ocurren, no son controlables ni dependen de los seres humanos, y prefieran vivir de una vez por todas con una definitiva baja inflación. 





De paso, habrá que entender que la inflación es una larga adicción que los argentinos arrastramos hace décadas, con subas y bajas de viejas y nuevas versiones de un populismo facilista que nunca pudo resolver los problemas, justamente porque apela a la magia, los milagros, los curanderos y la ley del menor esfuerzo. Habrá que entender que la inflación sólo puede enfrentarse con trabajo y más esfuerzo, y que no hay atajos posibles para llegar antes al anhelado rango de inflación menor al 5% anual.  


El dilema del nuevo gobierno es
una sociedad que exige que bajen
la inflación, aunque al mismo 
tiempo se resiste a pagar 
el precio para vivir sin inflación. 




Hay una muy buena noticia, sin embargo, una devaluación de más de 60% (si se incluye la eliminación de las retenciones agropecuarias) ha tenido un muy bajo impacto en relación a devaluaciones anteriores. En los últimos tres meses los precios acumulan cerca de 12%, lo que representa un pass through relativamente bajo, como lo revelan los datos brindados por Miguel Angel Broda en esta misma semana, en el ciclo mensual para sus clientes. 

Fuente: Estudio Broda, ciclo mensual

Basta recordar que la devaluación anterior, la de Axel Kiciloff del 23 de enero de 2014, fue de 23%, y en el siguiente cuatrimestre la inflación se devoró dicho ajuste con precios subiendo mensualmente a un promedio de 3,8%.
Esta vez, luego de los primeros tres meses de una devaluación superior a 60%, las tasas mensuales de inflación son muy parecidas a las de aquel cuatrimestre (hoy se proyectan incluso algo por debajo, a un 3,6% mensual). 

Lo que quiere decir que la pronosticada explosión inflacionaria post devaluación hasta ahora muestra un impacto bastante menor a las amenazas de los kirchneristas para persuadir a la gente que no lo votara a ese "vago, derechista, represor y neoneoliberal de Mauricio Macri".


¿Hace falta aclarar otra vez que ni Macri es de derecha ni los kirchneristas son progresistas?

Tranquilos, la nave va y no hay ningún iceberg a la vista ni lo habrá porque no estamos en el Titánic (aunque nos hayan querido convencer de eso para asustarnos). Sí hay enormes dificultades y conflictos que se enfrentan en equipo, trabajando todos los días. 
El peronismo kirchnerista quiso "venderle" a los argentinos que el candidato de Cambiemos era un tibio que se huiría en un helicóptero y cosas mucho peores. Lo concreto es que Mauricio Macri se ha demostrado un líder de un coraje parecido al de la ex Presidente Cristina Kirchner, pero que va en otra dirección, sin mentir ni ocultar la realidad, sin delirios mesiánicos ni ambiciones personales desmedidas. Con menos ideología y con más ideas. De hecho, hoy parece ser más progresista que los populistas que lo acusaban no ser capaz de enfrentar esta difícil tarea que ellos mismos le dejaron de regalo, nunca sabremos si por propia ineptitud o deliberadamente para volver ellos mismos al gobierno y seguir haciendo lo que mejor hicieron en estos años: prometer una revolución que sólo existía en una imaginación anclada al pasado. 


Milagro Sala, otra progresista que le falló 
a la gente y terminó en el populismo clientelista


Un consejo final, la vida no siempre es en blanco y negro como en los relatos fanáticos. Muchas veces puede verse con todos los matices de la simple realidad.  





Un abrazo, saludos de Patricia Paltrow (con un beso en la mejilla, los otros son todos para mí). Y hasta la Victoria Secret.


Lic. Daniel Naszewski

El Hombre Electrónico
Políticamente Incorrecto




Aclaración: en 1985 y en 1996 realicé dos series de reportajes para analizar los dos planes antiinflacionarios más exitosos de las últimas décadas, aunque los dos terminaron mal, como lo sabemos todos. Se trataba de entrevistas a los principales economistas, consultores, hombres de negocios, sindicalistas y políticos de la Argentina de esos tiempos. Los libros, publicados por El Cronista y por la Editorial de la Universidad de Belgrano, ya no se consiguen, pero si los encuentran en alguna biblioteca verán por que el dilema de Mauricio Macri no es entre shock o gradualismo, sino entre hacer las cosas bien del principio al fin o hacerlas mal. Así de complicado es esto.