Un cisne negro es un evento inesperado, improbable y de consecuencias imprevisibles,
que genera el contexto para modificar de manera
positiva o negativa una tendencia ya definida.
Se constituye en la oportunidad de mejorar o empeorar drásticamente una situación.
que genera el contexto para modificar de manera
positiva o negativa una tendencia ya definida.
Se constituye en la oportunidad de mejorar o empeorar drásticamente una situación.
Carta desde el Ciberespacio 296, del 9 de febrero de 2014
¿El Papa Francisco, Gary Cooper, la oposición unida, la aparición inesperada de un estadista capaz de decir basta, un crecimiento de los argentinos?...
¿O repetir la historia una y otra vez?
A la espera de un cisne negro...
Tenía planeada una cita con Patricia Paltrow en Ilhabella, nuestro lugar en el mundo, pero aquí estoy, anclado en Buenos Aires yo, anclada en Niúiork ella, ambos por diferentes motivos. Lástima. Paltrow había hecho una visita de las suyas por el Victoria Secret de la Quinta Avenida, para lucir en nuestra Pousada de Ilhabela, o también en la playa, total, la lencería femenina hoy es más discreta (porque el truco es sugerir y esconder...) que la misma ropa de playa, adonde las mujeres usan unos trapitos mínimos como las historias rápidas del posmodernismo. Y esta tendencia posmo ha matado el misterio de la seducción entre los hombres y las mujeres... Son los tiempos de la cultura fastfood, ya saben, comida rápida, sexo rápido, vivir rápido y llegar más rápido al cementerio.
La espalda de Paltrow, quien sigue descalza
El tema de hoy es breve y alentador, dentro de tanta incertidumbre instalada. Hace varias semanas el periodista Willy Kohan me preguntó por mail, amable como siempre, "¿quién es el Gary Cooper del momento? Masita, Cobitos o Mauricio?" Se refería a una anterior Carta desde el Ciberespacio que trataba sobre Gary Cooper en A la hora señalada, y terminaba su mail con un cálido deseo de felicidad para el 2014, que acababa de iniciarse, aunque ya parezca que pasó un siglo desde los primeros días de enero.
El ecuménico Papa Francisco, el hombre que podría atreverse a reconciliar a los argentinos, una sociedad enojada, dividida, peligrosamente separada por una grieta profunda, donde todos se creen los dueños de la verdad
Yo le respondí, con una intuición que me salió del alma: que el próximo cisne negro para la Argentina se llamaría Francisco, refiriéndome al Papa, ya que tengo hace tiempo la sensación que este generoso y querido argentino se involucrará, de una u otra forma, en la crítica situación de nuestro país, que no le es indiferente tanto por motivos personales y emocionales como por razones geopolíticas. Dicho simplemente, hace tiempo pienso que si va a haber un cisne negro, un "Gary Cooper" que se atreva a jugarse para intentar salvar a este pueblo del Far West en que se se ha convertido la Argentina (como en "A la hora señalada"), ese será el Papa Francisco...
Y está ocurriendo, como lo mostró hoy la tapa de La Nación, en una excelente nota de mi buen amigo Mariano Obarrio...
http://www.lanacion.com.ar/1662654-preocupado-por-la-tension-en-el-pais-el-papa-llamo-a-un-dialogo-en-el-vaticano
Gary Cooper solo y abandonado en el
Far West, en "A la Hora señalada"
Amigos, los argentinos tenemos, ante todo, bastante experiencia en cisnes negros. Y no hablo de "la mano de Dios" que lo ayudó a Maradona a hacer su famoso pero dudoso gol tan aplaudido. Hablo de cosas más profundas.
En 1978 la
Argentina estuvo a punto de ir a una guerra con Chile, nuestro país vecino.
Sólo una visita de último momento del enviado del Papa Juan Pablo II, Cardenal
Antonio Samoré, a fines de ese año, evitó una guerra entre dos países hermanos
de consecuencias impensables. En 1980 el Vaticano presentó una primera
propuesta, que no fue bien recibida por la Argentina.
La guerra inminente con Chile fue
evitada en esos días gracias a la intervención del Vaticano, aunque la paz definitiva fuera ratificada recién después que retornó la democracia, varios años después.
Hubo un segundo Cisne
Negro para la Argentina: en 1982 vino al país Juan Pablo II, unos pocos días
antes del final de la guerra de Malvinas. Todo indica que así como en la
situación anterior el Papa medió para apaciguar los ánimos con Chile, en este
caso ocurrió algo parecido ante el conflicto con Gran Bretaña. Como se ve,
algunos angelitos suelen cuidar de los argentinos cuando acostumbran echarle la
culpa de sus problemas al equipo llamado "resto del mundo", generando
hipótesis de conflicto de alto riesgo, aquí y allá.
¿Cuál puede ser el próximo
Cisne Negro que ayude a la Argentina? Quizá ya está ocurriendo, se llama Francisco,
es argentino y es el nuevo Papa, quien seguramente hará lo que pueda para
cuidarnos a los argentinos de nuestro peor enemigo, nosotros mismos...
¿Estaremos esta vez a la altura de las circunstancias? Junous, como diría Paltrow.
Si esto es así, hay una excelente noticia que tiene una opción de avanzar entre tanta desmesura: quizá el futuro no traiga a la Argentina a ningún líder mesiánico, ni a un nuevo político populista, de izquierda o de derecha, ni a ningún político que no respete las instituciones y a la República. ¿Por qué no pensar que esta vez los argentinos podemos finalmente aprender de nuestros errores, de nuestros pecados de soberbia, de creernos que "el mundo ha vivido equivocado", como lo sugirió alguna vez el recordado Fontanarrosa en su libro, de vivir creyéndonos que la verdad es nuestra y que el resto del mundo está conspirando para quedarse con nuestras riquezas?
Hay, por lo demás, un acuerdo unánime entre los economistas, sean heterodoxos u ortodoxos. La actual crisis, a diferencia de las anteriores, es absolutamente innecesaria. Proviene más de una serie de decisiones de política económica equivocadas tomados en estos años, que pudieron sostenerse gracias a un contexto internacional que, hasta ahora al menos, fue muy positivo gracias a la combinación de hiperliquidez internacional y un precio elevado de los commodities, lo que sin duda amortiguó las distorsiones que se fueron acumulando en estos años en nuestra economía doméstica, evitando así una crisis más rápida y contundente.
Todo indica que en la medida que la Argentina supere el habitual ombliquismo, que nos hace sentir los mejores del mundo y resistirnos a hacer siempre lo que hacen 9 de cada 10 países del mundo (a los que le va mejor), hay recursos y gente con conocimientos y la capacidad para utilizar rápida y seriamente instrumentos técnicos no tan complejos y que están disponibles, como una drástica reducción del gasto público (que ha crecido fuera de toda lógica) y una simétrica reducción de los mecanismos de expansión monetaria utilizados para financiar el populismo y el clientelismo político que están a la vista, se mire por donde se mire. Si esto se hiciera, la crisis en marcha podría atenuarse y el ajuste propuesto -si se realiza con convicción y seriedad- hasta podría ser menos recesivo que los actuales intentos desprolijos del populismo, que se ha dedicado a devaluar el peso al mismo tiempo que intenta contener los precios atacando a las consecuencias, pero no a las causas de la inflación. Una estrategia que no puede bajar la inflación, sino a seguir empujándola hacia arriba.
Dicho de manera sencilla, lo que la Argentina necesita es una verdadera, seria y contundente política antiinflacionaria. Ese sería el mejor ancla para frenar la inflación, el dólar y la puja distributiva, que amenazan con desmadrarse.
La pregunta final: ¿aprovecharemos esta oportunidad que nos propone un mundo que no quiere que la Argentina ingrese en una nueva crisis económica, política y social del estilo de las sufridas durante décadas? ¿Aprenderemos de nuestros recurrentes errores del pasado y encontraremos la inteligencia y el sentido común para evitar desperdiciar, otra vez, las enormes oportunidades que tiene la Argentina para salir adelante, en vez de volver al pasado?
¿O intentaremos seguir de fiesta, negando la realidad, como lo hemos hecho cada tanto, de manera adolescente?
¿Estaremos esta vez a la altura de las circunstancias? Junous, como diría Paltrow.
Si esto es así, hay una excelente noticia que tiene una opción de avanzar entre tanta desmesura: quizá el futuro no traiga a la Argentina a ningún líder mesiánico, ni a un nuevo político populista, de izquierda o de derecha, ni a ningún político que no respete las instituciones y a la República. ¿Por qué no pensar que esta vez los argentinos podemos finalmente aprender de nuestros errores, de nuestros pecados de soberbia, de creernos que "el mundo ha vivido equivocado", como lo sugirió alguna vez el recordado Fontanarrosa en su libro, de vivir creyéndonos que la verdad es nuestra y que el resto del mundo está conspirando para quedarse con nuestras riquezas?
Hay, por lo demás, un acuerdo unánime entre los economistas, sean heterodoxos u ortodoxos. La actual crisis, a diferencia de las anteriores, es absolutamente innecesaria. Proviene más de una serie de decisiones de política económica equivocadas tomados en estos años, que pudieron sostenerse gracias a un contexto internacional que, hasta ahora al menos, fue muy positivo gracias a la combinación de hiperliquidez internacional y un precio elevado de los commodities, lo que sin duda amortiguó las distorsiones que se fueron acumulando en estos años en nuestra economía doméstica, evitando así una crisis más rápida y contundente.
Todo indica que en la medida que la Argentina supere el habitual ombliquismo, que nos hace sentir los mejores del mundo y resistirnos a hacer siempre lo que hacen 9 de cada 10 países del mundo (a los que le va mejor), hay recursos y gente con conocimientos y la capacidad para utilizar rápida y seriamente instrumentos técnicos no tan complejos y que están disponibles, como una drástica reducción del gasto público (que ha crecido fuera de toda lógica) y una simétrica reducción de los mecanismos de expansión monetaria utilizados para financiar el populismo y el clientelismo político que están a la vista, se mire por donde se mire. Si esto se hiciera, la crisis en marcha podría atenuarse y el ajuste propuesto -si se realiza con convicción y seriedad- hasta podría ser menos recesivo que los actuales intentos desprolijos del populismo, que se ha dedicado a devaluar el peso al mismo tiempo que intenta contener los precios atacando a las consecuencias, pero no a las causas de la inflación. Una estrategia que no puede bajar la inflación, sino a seguir empujándola hacia arriba.
Dicho de manera sencilla, lo que la Argentina necesita es una verdadera, seria y contundente política antiinflacionaria. Ese sería el mejor ancla para frenar la inflación, el dólar y la puja distributiva, que amenazan con desmadrarse.
La pregunta final: ¿aprovecharemos esta oportunidad que nos propone un mundo que no quiere que la Argentina ingrese en una nueva crisis económica, política y social del estilo de las sufridas durante décadas? ¿Aprenderemos de nuestros recurrentes errores del pasado y encontraremos la inteligencia y el sentido común para evitar desperdiciar, otra vez, las enormes oportunidades que tiene la Argentina para salir adelante, en vez de volver al pasado?
¿O intentaremos seguir de fiesta, negando la realidad, como lo hemos hecho cada tanto, de manera adolescente?
Un nuevo cisne negro está cerca, una nueva oportunidad se ofrece.
¿Sabremos reconocerla y aprovecharla, o perderemos otra oportunidad?
De nosotros depende hacer de esto un hecho positivo o negativo.
Ya ven, sólo hay que cumplir
con los diez mandamientos...
Para terminar, una canción de todos los tiempos....
Eso es todo por hoy. Les mando un abrazo y hasta la Victoria Secret.
El Hombre Electrónico
Políticamente incorrecto