Carta desde el ciberespacio número 215, del 18 de junio de 2009

Good bye Lenin: ¿Los argentinos se enteraron que cayó el muro de Berlín? http://www.youtube.com/watch?v=i7EB47ENNV0
El péndulo argentino

Hola gente, amigos y no tan amigos. “Gordito, ¿los argies se enteraron que se cayó el muro de Berlín?”, me preguntó anoche muy tarde Patricia Paltrow. Ella estaba en su cama de Park Avenue, vestidita con alguna breve y sencilla lencería de Victoria Secret, imagino que descalza por el parque como es su estilo, con la notebook apoyada en sus piernas, mirándome fijamente con sus ojitos azules como si quisiera decirme algo más. Es que hace semanas y semanas que no nos vemos, ni en Ilhabela ni en Punta el Este ni en Niúiork Niúiork ni en Cariló ni en el Solar de la Abadía ni en la pizzería El Cuartito ni caminando por el Central Park, sólo hablamos y nos encontramos a la noche en la webcam. Entre la crisis argentina y la crisis financiera internacional, el virus H1N1 y otros avatares, todos los planes cambiaron y no pudimos encontrarnos en algún lugar del planetita para decirnos Jelou y dormir cucharita, que es lo que más nos gusta y lo que aún la pacífica revolución tecnológica que estamos viviendo no nos pudo resolver. Lo concreto es que ella acababa de mirar por TN el “debate” televisivo de los candidatos a diputado nacional por la CABA y se quedó asombrada de lo que vio, claro, es que luego de haber visto en los iúesei los sucesivos debates que enfrentó Obama en las elecciones primarias, y luego en las presidenciales, debe haber pensado que su Vaio atrasaba 20 años, si lo de ayer fue un auténtico debate subdesarrollado, una lástima, cero interacción, cero diálogo, como si cada uno sólo quisiera transmitir de la mejor manera posible su cassette, su ideología, su plan de campaña, y ninguno quisiera tomarse la molestia, el riesgo, de contemplar al menos la posibilidad que el otro tuviera un poco de razón. Ya se sabe, los argentinos no nos escuchamos, para qué, si somos los dueños de la verdad, autistas, Fangio Gardel y Maradona juntos. “Flaquito, estaba mirando el debate, lo escuchaba a Carlos Heller mostrando orgulloso y fanáticamente las estadísticas oficiales sobre pobreza, desempleo, indigencia y ya no recuerdo qué más, y sentí una enorme tristeza por la Argentina, menos mal que Pino Solanas (aunque tampoco se enteró que se cayó el muro de Berlín) al menos tuvo el coraje de mostrar que tiene sangre en las venas y le respondió respetuosamente, sin agredirlo pero con firmeza, saliéndose del schedule del programa. ¿Cómo pudo el compañero Heller apoyarse en las estadísticas del Indek para sostener su cassette? ¿Acaso no sabe que son tan truchas como los llamados candidatos testimoniales?”, siguió hablando Paltrow por el skype, casi sin dejarme hablar, como si ella también fuera argentina, y de hecho lo es. “Y entonces, gordito, me acordé de aquella película tan divertida y patética, Good Bye Lenin, que vimos juntos hace poco por el canal oficial (ese que se llamaba Atc cuando al menos trataba de mostrar toda la realidad, y que hora se denomina ‘la televisión pública’, oficial, oficialista, no me acuerdo bien), y se me ocurrió pensar que aquella historia del muchacho que trata de mostrarle a su madre muy enferma una realidad irreal para que no haga malasangre y que vea la vida color de rosa es como la historia del Indek y los K, que se enamoraron de vivir en Disneylandia como si fueran Alicia en el País de las Maravillas, y ni quieren darse por enterados que la realidad está en otra parte. Pero en la peli, al menos, el muchacho creía que así la protegía a la madre y su mentira era una mentira piadosa, discutible en todo caso, pero piadosa, toda una metáfora, mientras que en la Argentina es una mentira impiadosa, infantil, que ya no cree nadie, salvo los guionistas alucinados de esa película que van inventando para engañarse a ellos mismos, como si quisieran creer que la inflación no existe, que la economía sigue creciendo, que no hay estanflación, que la pobreza real no ha trepado peligrosamente al 31% como lo demuestra tu amigo Kritz, que el desempleo no ha superado cómodamente el 10%, etcétera, etcétera…”. Yo la escuchaba, claro, si tiene una voz tan linda.

Capítulo I, ¿verdad o consecuencia?

Patricia seguía hablando, o más bien haciendo una catarsis neoyorkina, como si necesitara una “oveja”, como decía Mauricio Abadi cuando me quería explicar que la gente necesita una “oreja”, alguien que la escuche. Y yo, mientras tanto, navegué por Internet un rato para tratar de responderme la pregunta para la que hace meses y meses no tengo respuesta: ¿la gente del gobierno creerá las estadísticas que le cuentan a la gente, o lo hacen como una estrategia equívoca para engañar a los argentinos, como si fueran idiotas? Y siempre llego a la misma conclusión ridícula: la gente no cree ni una palabra de los datos oficiales, pero los funcionarios han llegado a creer, realmente, que la situación es mucho mejor que la realidad, así como las encuestas compradas. Sólo se engañan a ellos mismos, como si estuvieran despegados del planeta tierra, como si se hubieran comprado aquella frase “miente, miente que algo quedará”… Lo concreto es que encontré un texto muy interesante en un blog español sobre Goood Bye Lenin que les copio….

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Miénteme, dime que me quieres

“Good bye, Lenin” es una comedia. Pero lo que cuenta es muy serio. La película habla de uno de los dilemas más importantes de la comunicación: la utilidad de la mentira… La protagonista de “Good bye” vive en el Berlín comunista y es una fanática militante que cree ciegamente en el régimen que impera en su país. Después de sufrir un accidente, pasa un tiempo en estado de coma y un buen día despierta. Los médicos aconsejan a su hijo que se la lleve a casa pero le advierten que, debido a su delicado estado de salud, es mejor que no tenga ningún sobresalto. Sólo hay un problema: durante los meses que ha permanecido inconsciente, el muro de Berlín ha caído y el régimen comunista ha sido sustituido por una democracia capitalista. El hijo, obligado por los acontecimientos, decide apostar todo a una carta intentando el más difícil todavía: engañar a la madre para que no descubra lo que ha ocurrido. Eso supone controlar lo que ve la madre por la ventana, lo que oye por la radio, lo que sabe a través de los periódicos… “Good bye, Lenin” se convierte así en una comedia delirante sobre las mentiras piadosas y la manipulación de la realidad. Es difícil ser terapeuta y no darse cuenta de una cosa: la mentira es, para muchas personas y en muchas ocasiones, una solución adaptativa. Si alguien se encuentra ante un problema, puede adoptar dos tácticas: la primera es interiorizar la situación poniéndose triste o ansioso. La segunda es permanecer alegre reinventándose un mundo en el que el problema se ha volatilizado…Cuando utilizamos la segunda táctica, huimos de la verdad. No queremos que nadie nos recuerde un problema ante el que nos sentimos indefensos. Creemos que ser una y otra vez conscientes de la realidad solo nos causará dolor una y otra vez. En esas ocasiones, recordamos que el sufrimiento y la impotencia son malos aliados porque al mezclarlos solo conseguimos un dolor inútil del que nada se aprende. Todos hemos vivido situaciones en las que el protagonista no quiere saber. Esa persona está siendo engañada, pero cualquier observador externo vería que ese individuo puede conocer la verdad. Lo único que tiene que hacer es preguntar a la persona adecuada. Y no lo hace porque prefiere ignorar. La protagonista de “Good bye, Lenin” es una de estas personas: al principio, da la impresión de que prefiere ignorar los hechos. Sabe que su situación física es delicada y sus fuerzas andan escasas. Poco a poco va recuperándose y, en un momento determinado, siente que ya tiene energías para enfrentarse a los hechos. Ella se conoce a sí misma y por eso dosifica su dosis de realidad.

Quizás no estaría mal vivir en un mundo así, en el que pudiéramos elegir cuánta verdad queremos saber. Quizás “Good bye, Lenin” sea una metáfora de la vida. La madre postrada en cama ve lo que los demás quieren mostrarle. Estos, como cualquier director de cine o redactor de noticias para un telediario, deciden lo que le enseñan y lo que no, cambiando los escenarios para adaptarlos a la historia que le quieren contar. Supuestamente, ellos toman las decisiones en función de lo que su madre quiere saber: es ella la que se dosifica la información. Lo mismo que ocurre en la vida con el cine y los medios de comunicación…¿O no? Luis Muiño, en la web de psicoterapia
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Y entonces, me pregunté si este buen señor español a quien no conozco, Luis Muiño, sabría que en la Argentina hay un gobierno que se dedica a falsear las estadísticas oficiales, y luego a creérselas, increíble pero cierto, y que también hay una sociedad que sufrió demasiado y que, por ello, elige casi conscientemente obviar la realidad, postergar el golpe, y seguir pensando que así se evitará volver a sufrir, una y otra vez hasta que aprendamos que “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Se trata de gente que a su manera prefiere seguir creyendo, como el hijo de Good Bye Lenin y su madre, que el muro de Berlín no sólo no cayó el 9 de noviembre de 1989, hace nada menos que 20 años…
Vladimir Ilich Lenin en su última travesía, luego de la caída del muro de Berlín, hace 20 años. (foto de “Good Bye Lenin”)
Capítulo II, ¿otra vuelta del péndulo? Sin embargo, ayer si hubo un debate en la Argentina, también subdesarrollado, pero debate al fin. No fue el debate pulcro, organizadito, demasiado producido, por momentos desapasionado, casi frío y con un toque de autismo por parte de los adversarios de las próximas elecciones, como el protagonizado por los candidatos de la CABA en TN (aunque al menos fue respetuoso y civilizado, lo que no es un dato menor en esta Argentina crispada por la letra K). El “otro debate” lo inició antes de ayer Mauricio Macri (seguramente sin querer queriendo), cuando sostuvo que “volvería a privatizar Aerolíneas Argentinas y los fondos jubilatorios”. Para qué…. Le dio al matrimonio Kirchner y aledaños letra para “profundizar el modelo”. Y esto lleva a dos reflexiones adicionales, muy relacionadas con la película “Good Bye Lenin”, la caída del muro, la vieja polémica entre Estado versus Mercado, las diferencias entre crecimiento genuino versus redistribución de la riqueza y el recurrente volver al pasado de la Argentina. Ante todo, Macri puso sobre la mesa un debate pendiente sobre el rol del Estado en la Argentina, un tema que traza una raya que divide en dos a la sociedad, entre estatistas y privatistas, ambos con información insuficiente y equívoca, en mi opinión, sobre el verdadero significado de esta aparente pero falsa opción. Al mismo tiempo, mientras la Argentina volvía a subirse a la máquina del tiempo y a acercarse riesgosamente a los años ochenta, si, ochenta, Barack Obama estaba presentado su proyecto de legislación para regular con mayor intensidad y sintonía fina a las entidades financieras y bancarias a través de la Fed y de la creación de nuevos organismos de contralor, incluso con un énfasis especial para proteger a los consumidores de tarjetas de crédito. Si algunos en la Argentina creyeron ver en esto a un “Obama estatizador” para justificar sus propias ideas (o ideologías, más bien), se equivocaron. Obama se cuida muy bien, cada vez que tiene una intervención pública, de aclarar que cree en un Estado regulador que proteja, promueva y estimule a la economía, pero que no está en sus planes que el Estado deba suplir el rol del mercado ni del sector privado en la producción de bienes y servicios. Su modelo es capitalismo más democracia, sin duda. Dicho de manera simple, Obama es “cero Estado Empresario” (por si alguien en la Argentina tiene dudas), y sólo acude a la vieja tradición clásica de utilizar el Estado para regular, controlar, promover la competencia y la desregulación, pero en lo posible no intervenir, salvo en situaciones extraordinarias como la de estos meses en que el Estado debió salir a socorrer transitoriamente a sectores de la economía con problemas lo suficientemente graves como para poner en riesgo a toda la economía (el sistema financiero en sentido amplia, concretamente). Pero más allá de lo que ocurra con los Estados Unidos (a la que a las pocas horas le siguió Europa, con una estrategia parecida), lo concreto es que la Argentina parece estar oscilando nuevamente en el viejo péndulo que describiera tan bien el desaparecido ingeniero Marcelo Diamond, un empresario serio y estudioso del enigma argentino, que consiste en oscilar exagerada y casi frenéticamente de un lado al otro del arco ideológico, ubicándonos (gobiernos y sociedad) durante unos años en la derecha privatizadora y otros años en la izquierda estatizadora, oscilando de manera extrema de una punta a la otra. Así, los años ’90 fueron privatizadores y no hubo nada peor que el “maldito neoliberalismo” de Carlos Menem, para pasarnos sin prisa pero sin pausa desde el año 2001 hasta el otro lado del arco ideológico y convertirnos en fervientes defensores del Estado Interventor, Gastador, Intervensionista, Empresario, Inversor, Previsional y tanto más. El maldito modelo estatista, como seguramente lo llamarán los mismos argentinos (dirigentes y dirigidos) en unos años más…
¿Otra vez el péndulo?
¿Qué hubiera dicho Marcelo Diamand (un heterodoxo serio, hay que aclarar que los hay) sobre toda esta polémica que se ha desatado otra vez en la Argentina? Que el péndulo no sirve, que oscilar de una punta a la otra es destructivo porque siempre nos devuelve al punto de partida para tener que volver a empezar, que ni Macri ni los Kirchner tienen razón, que sólo un equilibrio intermedio entre estos dos extremos sería la receta óptima para que el Estado se dedique a lo suyo. Que algunas de las privatizaciones de los años noventa fallaron, básicamente, en su instrumentación, y en sus regulaciones (o en la falta de ellas), con lo que no fueron ni competitivas ni tuvieron los incentivos necesarios para que las empresas cumplieran todas sus promesas de inversión, pese a que el desarrollo de la infraestructura de servicios que generó aquel proceso privatizador dejó sin duda un stock de bienes de capital modernos, de última generación, que le dieron a los que vinieron luego en esta década (Duhalde-Lavagna, Kirchner-Kirchner y Kirchner) una economía moderna con una buena capacidad potencial de crecer, lo que estuvo en la base misma de la posibilidad concreta de que el país pudiera expandirse al 9% anual durante cinco años, more o less. Amigos y no tan amigos, no es lo mismo intervenir que regular. El rol del Estado en una nación moderna no es el de un Estado bobo, sino el de un Estado fuerte que haga lo que tiene que hacer, que no es otra cosa que generar el escenario pro-inversor, el clima de negocios, las regulaciones de control y competencia y todo lo que promueva el desarrollo de una actividad privada que pueda desenvolverse. Eso no ocurrió en todos los casos en los años noventa, hay que decirlo, así como en estos años el Estado no está promoviendo, sino asfixiando a la actividad privada y jugando a eso que se dio en llamar el “capitalismo de amigos”, no muy diferente al capitalismo de Estado de la Alemania Nazi, ni de Unión soviética. Ya se saben, los extremos siempre se unen. Para terminar, se me ocurrió pensar en las tristes muertes de estos días. Especialmente en la del actor y comunicador Fernando Peña y la del historiador José Ignacio García Hamilton. La muerte de un artista decente como Peña, que siempre dijo lo que pensaba aunque a veces no lo compartiéramos, y la de un historiador (y Diputado) como lo fuera García Hamilton, quien nos ayudaba a no olvidar nuestro pasado, nos muestra lo mejor de una sociedad que piensa y se expresa con libertad, y que para crecer no ignora su pasado, sino que lo asume como propio.

¿El Péndulo anora nos lleva a la izquierda o a la derecha?

Nada más, la semana que viene no habrá carta desde el ciberespacio, para que cada uno tenga su momento de reflexión antes de las elecciones. Y mientras, no dejen de leer la excelente columna de Rosendo Fraga en la Nación de hoy, se la recomiendo especialmente a todos los integrantes de la oposición, y especialmente a mis buenos amigos de la Coalición, demasiado confundidos sobre quienes son los amigos y quienes los enemigos. http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1140635&pid=6692414&toi=6262 Un abrazo, y hasta la Victoria Secret. El Hombre Electrónico