Carta desde el ciberespacio número 179, del 10 de julio de 2008

Kirchner lo hizo: logró unir a toda la oposición, en su contra…
Cuando ganar significa perder
Amigos y no tan amigos. Hoy me siento optimista y la que está pesimista es Patricia Paltrow, muy ocupada en su buró de la Calle de la Pared ante la nueva paliza de los mercados iniciada hace unas semanas, que ya generó caídas del Don Jones, del Nasdaq o del S&P de entre 15 y 20%, afectando también a buena parte de los países emergentes. Hasta Brasil, la estrella de los últimos años, ha caído en porcentajes parecidos, ni hablar de China, que cayó más aún. ¿Toma de ganancias? ¿O hay un cambio de tendencia en marcha? Junous. ¿Por qué estoy tan optimista entonces?, preguntarán. Porque en unas semanas hice una date con Paltrow para vernos en alguna playa de México, huyo del frío, hace meses que no nos vemos con tanto alboroto aquí y allá, además, ya se sabe, soldado que huye sirve para otra guerra. En eso, simplemente, se basa mi optimismo, queridos chamacos. Paltrow, mientras tanto, ya comenzó a comprarse unas mallas enterizas y sus Victoria Secret que siempre usa como traje de baño, creasé o no. Y otras ropas, es lo que hace al mediodía cuando todos en su buró se van a comer su ensalada (la dieta está de moda en los Usas) y ella suele escaparse un rato por el Soho. Yo le dije que no hacía falta, que con sus camias blancas y sus jeans gastados y agujereados sigue siendo la más linda, esté adonde esté, y ella se ríe y me contesta que “ayyyy, gordito, tenía razón Shakespeare, el amor es ciego, hasta Borges veía más que vos”, un comentario raro en ella, una de las pocas mujeres seguras de sí misma que conocí en mi vida, que no se ven gordas, que no se ven feas en las fotos que les sacan, que se sienten queridas cuando son queridas, etcétera, etcétera, ya lo saben, la belleza es un estado interior. El comentario me llamó la atención, pero pensé que nueve meses de crisis financiera internacional la tienen agotada, sobretodo si se es como Paltrow, que quiere ganar siempre (pero no a cualquier precio, vale aclarar), y aunque hay que decir que ella lo consigue casi siempre, será también porque sabe perder y no se envenena ni sueña con conspiraciones reales o imaginarias. Sólo responde con aquella frase sabia del poema “If”, de Kipling, (http://www.youtube.com/watch?v=UMK3vezg6qA) , “si triunfo y derrota se cruzan en tu camino y tratas de igual manera a ambos impostores…”.
Capítulo I, la Argentina ya perdió otra oportunidad en el mundo
Amigos y no tan amigos, lamento decir esto, pero la Argentina ya perdió otra oportunidad de salir de su decadencia de décadas, de superar sus ciclos de stop-go. En este caso duele más, porque el daño ha sido autoinflingido por el piloto de la nave, y su copilota (con a, para que no se enoje la Señora), quienes por empecinarse en ganar a cualquier precio y ver de rodillas a los hombres del campo, no sólo lograron matar, o herir al menos, a la famosa gallina de los huevos de oro (leasé el sector más competitivo de la Argentina) sino que lograron todo, absolutamente todo, todo, lo que querían evitar. Ejemplo 1: perdida de popularidad a niveles de “pato rengo”. Ejemplo 2: más inflación y más pobreza, aunque en el gobierno no se quieran dar por enterados, enamorados como están del diario personal que algún publicista genial les escribe todos los días a modo de valium. Ejemplo 3: una economía que se ha frenado no sólo en el campo, no sólo en los pueblos que viven del campo, sino en las grandes ciudades, en que las decisiones de consumo se han minimizado y las pocas decisiones de inversión se han postergado hasta nuevo aviso. Ejemplo 4: el boom de la construcción de los últimos cuatro años se ha interrumpido, y va camino a convertirse en una burbuja que podría explotar, algo que es el destino inexorable de las burbujas. ¿Quién será el próximo? ¿La industria automotriz?
DBA = indicador sobre precios de los principales granos
SPY= indicador sobre más importantes acciones del S&P
¿Por qué la Argentina ya perdió su nueva oportunidad? Por dos razones, la internacional y la interna. Respecto a la primera, ustedes recordarán (¿recordarán?) que hacia abril de 2006 (hace dos años y dos meses), en la carta desde el ciberespacio número 86 sostuve que la teoría del Deterioro Secular de los Términos del Intercambio desarrollada décadas atrás por el profesor Raúl Prebisch comenzaba a demostrar una importante discrepancia con los nuevos datos que mostraba la realidad. En concreto, la suba de los precios de los commodities, de todos los commodities, empezaba a mostrar una fuerza que parecía escapar a las reglas del juego de un ciclo económico de precios internacionales más, para convertirse en una nueva tendencia, gracias a lo creciente demanda doméstica de países como China e India. A eso se sumaba la crisis de los combustibles no renovables y los planes que hacían los países agrícolas más importantes (como los Estados Unidos y Brasil, por ejemplo) para la producción de los llamados biocombustibles. Dicho crudamente, se estaba agregando un mayor consumo, o la curva de demanda de productos primarios se estaba desplazando hacia “la derecha de su pantalla”, mientras que la curva de oferta de aquellos productos se movía, pero a una velocidad bastante más lenta (inversiones productivas insuficientes ante la ausencia de un clima de negocios seductor para el sector privado). Asi, subían los precios. Esto, que en la Argentina se dio en llamar “el viento de cola”, era una de las razones que estaba detrás de una economía que crecía al 9% anual, primero por recuperación luego de la gran depresión de 2001 y luego por la feroz mejora en las cotizaciones internacionales. El entonces Presidente Kirchner no se conformó con eso, insaciable como es, así que adicionalmente le agregó a estos poderosos motores de esta potente recuperación un componente de promoción del consumo interno al más puro estilo keynesiano (más gasto público, tasas de interés negativas, una política de ingresos acelerada). Lamentablemente lo hizo cuando la economía comenzaba a trabajar a pleno, con lo que ya en 2006 volvieron a la Argentina las presiones inflacionarias que tanto había costado dominar en la década del noventa. Quien provocó la inflación, claramente, fue el mismo gobierno, fue el mismísimo ministro de Ekonomía, quien desde entonces quiso hacer crecer a la economía bastante más rápido de lo que era técnicamente posible. Pero volvamos al mundo por un momento: como todas las tendencias globales en un mundo on line, que demora segundos en tomar decisiones de manada y pasarse de una punta a la otra, los precios de los commodities podrían haberse “pasado de vueltas” desde mediados del año 2007, ya que a la crisis financiera internacional le siguió una huída de los ahorristas que antes compraban acciones, para dedicarse a comprar commodities, alimentando una nueva burbuja. Salía la burbuja inmobiliaria, entraba la burbuja de los precios primarios, algo que hasta el día de hoy se mantiene, aunque nadie se a dedicado seriamente a cuantificar la magnitud de esta burbuja especulativa innegable. El gráfico de arriba revela, con todo, que los precios de los productos primarios (dejando afuera de esto al petróleo) habrían tocado un techo hacia marzo del año pasado, que fue consistente con la salida de los inversores desde las acciones tradicionales hacia la compra de todo los productos que se parecieran a la soja, el trigo, el maíz, el arroz, las carnes y el resto de las materias primas alimenticias, ante la idea de que el mundo viviría una hambruna al estilo de las descriptas hace más de un siglo por Thomas Malthus. El gráfico referido muestra dos cosas más. La primera, que los recursos financieros para financiar la burbuja de los commodities salieron de Wall Street. Los muchachos vendían stocks y compraban futuros de commodities, mientras Paltrow estaba feliz, ganando comisiones a lo pavo. Fue allí que cambió algunas cosas, como su departamento en Park. Ave y el Mercedes, claro, cuando ella sale de shopping no cambia el modelo de celular o se compra una palm o una pantalla de LCD de 42 pulgadas. Lo segundo que muestra el gráfico es que hacia marzo pasado los commodities dejaron de crecer, salvo hacia junio de 2008, que volvieron a subir, pero eso se debió a la inestable Argentina y a la política económica de Kristina Kirchner, que le echa la culpa de la timba a los capitales financieros internacionales cuando quien inició esta nueva escaladita fue casualmente nuestro país. Vale aclarar que además de algunos problemas climáticos en los Usas que acentuaron la tendencia, la Argentina es el tercer exportador mundial de soja y salió parcialmente del mercado por la genial idea de su marido Néstor de “ganarle” al campo, sin darse cuenta que en este caso, ganar significaba perder, como ya se está verificando. Primera conclusión: en el mundo sin duda hay una mayor demanda de commodities y esto ha venido para quedarse hasta que se produzca una nueva revolución verde que aumente la oferta de alimentos de manera potente, como ya ocurrió en el pasado. Pero cuidado, los mercados se han “pasado de rosca”, como decimos en el bar de los Trufos, y la burbuja, inevitablemente, reventará, más tarde o más temprano. Y aunque la teoría de Raúl Prebisch no volverá, sí se avecina un ajuste a la baja de los precios de los commodities, cuando los muchachos de la Calle de la Pared decidan que ya está, que ya fue suficiente, y se vuelvan en manada a comprar GE, IBM, Citigroup, DuPont, no digamos GM para no exagerar, pero si Microsoft, todo el Nasdaq y hasta un poco más de las famosas punto.com. En ese momento, ¿hace falta decirlo, los famosos pilares del modelo K de los superávit gemelos y las supuestamente poderosas e imbatibles reservas internacionales del BCRA comenzarán a achicarse. De hecho, ya está ocurriendo.

Beep beep y el Señor Koyote, cavilando sobre sus supuestos éxitos

Capitulo II, un curso de democracia acelerado Hay un libro, un clásico, que les recomiendo. Se trata de “Las consecuencias económicas de la Paz”, del maestro John Maynard Keynes. No se consigue, el ejemplar que yo tengo no se lo presto ni siquiera a Paltrow, imagínense, aunque si puede leerlo a la noche cuando viene a Buenos Aires y se queda a dormir en casa, aunque por alguna razón siempre llega a la página 3 y más tarde me pide que le cuente las conclusiones (es un poco ansiosa esta mujer). Pero quién más debiera leer ese libro, ya que le gusta tanto Keynes, es el mismísimo Néstor Kirchner, porque representa una buena metáfora sobre los riesgos de ganarle al enemigo, pero no sólo ganarle, sino luego no descansar hasta ponerlo de rodillas. Nunca es bueno imponerse ni ganar por paliza, le pueden preguntar a cualquier hombre golpeador. En concreto, lo que sostuvo Keynes en aquel pequeño libro clásico, es que el intento de cobro de las reparaciones de la primera guerra que los franceses y sus amigos aplicaron a los destruidos, devastados, agotados alemanes, tarde o temprano podría generar tanto odio, tanto malestar, tanto dolor y humillación, que lo que terminaría generando serían las semillas de una próxima guerra mundial, cosa que ocurrió con el surgimiento del nazismo y el posterior deseo de venganza de los alemanes, que no sólo habían perdido la primera gran guerra, sino que luego fueron ferozmente humillados por los vencedores, generando el resentimiento que diera origen a la segunda guerra mundial. Vale recordar que Keynes fue uno de los negociadores del Pacto de Versalles, y explicó entonces que “lo importante no era exigir reparaciones a los alemanes, sino reconstruir la economía europea”. Nadie lo escuchó entonces, así que renunció a Versalles y se fue a escribir su librito anticipatorio de un orden mundial agonizante.

Fuente: Ambito Financiero
La metáfora de Keynes es valiosa, es una enseñanza que nadie debiera desconocer. En estos días en que el Kirchnerismo le quiere ganar o ganar al campo, sin términos medios, cueste lo que cueste, caiga quien caiga, y por goleada, para derrotarlo, ponerlo de rodillas (mientras obviamente todos los hombres que se escriben con K hablan de paz y democracia, de instituciones y respeto y pluralismo), los argentinos ya han percibido que lo que el Kirchnerismo (más allá de lo que expresen delante de un micrófono) no está tratando de lograr un acuerdo en donde no haya ni vencedores ni vencidos (la frase de Urquiza luego de ganar la batalla de Caseros). Están tratando de ganar por demolición, hasta el punto que el mismo K no se ha dado cuenta que él será el primer perdedor, junto a su mujer, de esta contienda deportiva y caprichosa a todo o nada iniciada y fogoneada por él. Las encuestas ya revelan que está cada día más solo. Para tener que obtener la mitad más uno de los votos en el Congreso, tanto en Diputados como en Senadores, negocia, presiona, promete obras, todo, todo, con tal de ganar. Sin darse cuenta que cuanto “más gane”, cuanto más destruya a su adversario, más problemas tendrá luego él como político, y la economía, que ya muestra el enfriamiento tan temido. Y el daño no se lo generará ninguna conspiración, sino él mismo, cuando quienes hoy le prometen amor mañana le paguen con su misma moneda y lo dejen solo, inmensamente solo. Epílogo Yo dije al principio de esta carta que soy optimista. ¿Por qué? Simple. Durante años algunos pocos argentinos hemos escrito, dicho, comunicado, sobre el riesgo que corría la República en la medida que el poder ejecutivo y su afán hegemónico estaba anulando, una a una, a las demás instituciones. Se puede hacer una larga lista. La justicia. El Congreso, que no funcionaba hace meses y meses, y persiste en los mismos vicios de “obediencia debida” de otros tiempos. La libertad de prensa, siempre presionada por el matrimonio presidencial y sus satélites. El no cumplimiento de las leyes, el creer que se puede cambiar las reglas del juego todas las semanas, el imponer una tasa baja de inflación por decreto y otras estadísticas (destruyendo a otra gran institución como lo era el Indec). Y más, mucho más. ¿Y entonces por qué el optimismo? Porque así como en el mundo los mercados de commodities se pasaron de vueltas, en la Argentina Kirchner hoy ocurren dos cosas. La primera, que el abuso del poder hegemónico ha llevado la situación a un nivel que ven claramente todos los argentinos que son capaces de ver la realidad sin engañarse, incluso aquellos que decían que “las instituciones no importan”. La segunda, que esos mismos argentinos que protestan y se quejan masivamente a través de manifestaciones, cacerolas y hasta las encuestas que no mienten, se están dando cuenta que no se puede vivir en medio de una prepotencia disfrazada de humildad, redistribución para los más pobres que ya no llega y discursos llenos de buenas intenciones. La democracia y el respeto empiezan a ser deseados profundamente. Es posible que algunos Senadores de la Nación, votados por los argentinos, voten como en Diputados, aprobando la famosa resolución 125. Es posible que quizá antes de votar, tengan un minuto de lucidez y se crucen con un espejo, y se miren los ojos, y se pregunten “¿Cómo llegué hasta aquí?”, y recuperen su dignidad perdida. O quizá ella no ocurra. Junous. Lo que queda debiera comprender Kirchner, se lo digo de onda, como dicen los chicos, es que en este caso, como en el famoso libro de Keynes, ganar significa perder. Un abrazo, El Hombre Electrónico