Carta desde el ciberespacio número 185, del 21 de agosto de 2008

Cristina de Kirchner sigue “ganando amigos”...
La clase media no va al paraíso
Hola gente, amigos y no tan amigos. Buenas noticias: esta será una carta muy breve. Es que durante el fin de semana pasado nos encontramos con Patricia Paltrow en Punta del Este (cuestiones de trabajo), y como el clima estaba muy lluvioso nos dedicamos a pasear mucho (en el auto claro) y a dormir la siesta, ¿qué otra cosa podíamos hacer en esa situación? Aunque no sé porqué estoy más cansado que antes de irme, esos típicos fines de semana de descanso lo dejan a uno, por alguna razón que desconozco, más cansado aún. Eniuai. Pese a que el petróleo y los commodities estuvieron repuntando un poco en estos días, Paltrow, estaba muy contenta porque el dólar se está recuperando en el mundo y la famosa burbuja de las materias primas alimenticias y energéticas empezó a pincharse de una vez, tal como ella lo venía pronosticando hace meses, cuando descubrió algo tan simple como que quienes salían del Don Jones asustados por la crisis financiera se iban a invertir en futuros de la canasta básica alimentaria y los combustibles, lo que provocó a su vez un repunte inflacionario en la mayoría de los países del mundo, que se están viendo obligados a subir las tasas de interés y a enfriar un poco sus economías. “Nadie puede crecer más rápido de lo que puede crecer, flaquito”, me dijo Pato en una de sus frases oscuramente brillantes aunque parecen rozar la pavada. Claramente, que se desinfle la burbuja de los commodities es una buena noticia para todo el mundo, porque desactivará las presiones inflacionarias y bajará el precio de los alimentos, que empezaba a provocar una paralela crisis alimentaria muy dolorosa para los más pobres. Esa es la buena noticia, para el mundo, claro, aunque para los argentinos, y especialmente para el equipo económico del gobierno (de paso, ¿quién es el equipo económico del gobierno?) es una pésima noticia de persistir esta tendencia, lo más probable, ya que apunta directamente a los fundamentos económicos macroeconómicos de la Argentina, los ya famosos aunque hoy titubeantes superávits comercial y fiscal. Pero como la Argentina está instalada en un espacio paralelo al planeta Tierra, en una dimensión desconocida que nadie sabe muy bien adonde queda, esto no parece importarle a los funcionarios, que siguen insistiendo que el mundo está equivocado y que sólo ellos tienen la verdad de la verdad de la verdad. Empezando por Cricri, claro está. Capítulo I, ahora entiendo el mal humor de la clase media argentina Justamente, el economista Ernesto Kritz, a mi juicio el mejor analista en temas sociales y laborales de la Argentina, dio a conocer este mismo martes a través de su Sociedad de Estudios Laborales una simple, publicitada y demoledora encuesta para describir qué ha ocurrido últimamente con los precios de los bienes y servicios que consume la clase media (o sea la mayoría de nosotros), demostrando que la inflación que sufren hoy los argentinos no hace diferencias sociales, estemos en el “quintil” que estemos de la pirámide social. En efecto, si hasta ahora sabíamos que los sectores de menores recursos sufren el famoso “impuesto inflacionario” porque la canasta básica de alimentos ha aumentado 13,6% que en el primer semestre del año (una tasa anualizada cercana a 30%), ahora se ha demostrado también que la clase media (el tercer quintil, los que están en medio de la hamburguesa) vio subir sus precios en lo que va del año en aproximadamente 13,2%, lo que parece bastante diferente a las cifras oficiales del Indek, que para el mismo período reconoce una inflación acumulada de sólo 5% para el promedio de la población argentina… Esto es, casi tres veces más que lo que los datos del ingeniero nuclear Guillermo Moreno suelen reconocer, y que la Presidenta de la Nación suele defender con gran convicción y sabiduría macroeconómica.
De este modo, ahora sabemos con datos concretos y confiables que la inflación no sólo está afectando gravemente a los sectores de menores recursos, al reducir los ingresos reales de los más pobres (que venían saliendo a duras penas de la pobreza) para devolverlos nuevamente allí, otra vez polenta, a esa “categoría sociológica” tan incómoda, enojosa y políticamente inestable de quienes están hoy por debajo de la línea de la pobreza, o peor, de la indigencia. Algo que todos los argentinos saben porque lo sufren cotidianamente, aunque las cifras oficiales siguen negando sistemáticamente a partir de los “cálculos” brillantes del Indek. (veasé la newsletter de julio pasado en el link de la Sociedad de Estudios Laborales)… Sabemos, así, lo que intuíamos: que la clase media también está sufriendo esta crisis (crisis, ¿qué crisis?), y mucho, aunque pueda debatirse por horas si el sufrimiento de un pobre es tan doloroso como el sufrimiento económico y el estrés que vive alguien de la clase media, que no es un ciudadano de segunda por el solo hecho de no estar dentro del target del progresismo argentino, que de paso se nutre de la clase media intelectual... Los datos de Ernesto Kritz más interesantes de su último trabajo (un anticipo de la próxima Newsletter, de agosto) son apabullantes, tanto que fueron recogidos y publicados el mismo martes en un lugar destacado de los portales electrónicos de todos los diarios de Buenos Aires, incluida Página 12. Es que los periodistas, oh casusalidad, así como sus lectores, oh casualidad, también son seres humanos de clase media, tienen hijos que van al colegio, pagan seguro del auto, expensas, seguridad médica, hasta peluquero y otros servicios y tantas otras cosas más que al gobierno, siempre tan preocupado por la redistribución del ingreso y los llamados pomposamente “sectores de menores recursos”, no parecen preocuparle demasiado, salvo en los seis meses previos a las elecciones. El punteo de datos publicados por el SEL fue apabullante, tanto que luego de aparecer estos datos en buena parte de los diarios de la Argentina este mismo miércoles, rebotó inmediatamente en casi todas las radios de la capital y del interior, en un país en donde la mayoría de la sociedad suele definirse como de clase media, clase media alta o clase media baja, lo que ya revela bastante sobre el carácter de los argentinos. Al agotado Ernesto, así, lo volvieron loco llamándolo de todas las radios del país para preguntarle sobre estos datos… …datos que pueden verse no sólo en cuanto al precio real relevado, sino en su porcentaje de aumento respecto a períodos anteriores… Hay un punto crucial en todo esto que no debe dejarse pasar: el mal humor social de los argentinos. · En el caso de los pobres, porque perciben que la inflación (pese a los aumentos salariales de la economía informal o negra) los está dejando afuera otra vez., suavemente, por goteo, mes a mes, en la medida que “los salarios suben por escalera y los precios por ascensor”, una frase que dijera alguna vez el mismísimo Juan Perón, líder y padre fundador del partido político que hoy preside nada más ni nada menos que Néstor Kirchner, que nos quiere a todos, hermanos y hermanas argentinos. · En el caso de la clase media (pese a los aumentos de salarios de la economía formal o blanca), porque perciben que el bienestar que venían percibiendo en los años pasados se les empieza a esfumar de las manos debido a la maldita inflación, esa misma que el Gobierno directamente niega sistemáticamente, o ubica en niveles ridículos (total, “un poco de inflación no importa”, y sino le echamos la culpa al campo o la crisis internacional o a los grandes grupos económicos, o a una conspiración de la oposición y la mesa de enlace). · En el caso de la clase media-media alta, nadie se queja explícitamente porque no es fashion, y además los sectores de altos recursos (los llamados ricos) no tienen buena prensa en la Argentina, como si no hicieran su dinero trabajando como cualquier hijo de vecino, o como si ser empresario significara que no se trabaja, un prejuicio lleno de resentimiento y envidia muy cultivado por el progresismo argentino, que sigue sosteniendo implícitamente que “la culpa de ser pobre es de los ricos”, en una antigua y obsoleta versión de fines del siglo XIX y principios del siglo XX en que se han quedado muchos argentinos que no se enteraron todavía que cayó el muro de Berlín y la lucha de clases ha sido reemplazada por pujas bastante más constructivas y modernas llamadas “competencia”. Vale la pena recordar la leyenda escrita en el vidrio trasero de un Fiat Spazio: “cuando sea grande voy a ser Ferrari”, una muestra viviente de la movilidad social ascendente y el derrame positivo que sobrevive aquí y allá, pese al resentimiento de unos contra otros que se vive en la Argentina, promovido desde el poder por José Crispación, ya saben a quién me refiero. Todo esto lleva a la primera conclusión inquietante (para el gobierno, básicamente). El bienestar de los años pasados ha dado lugar a un “estado de malestar” que no sólo es privativo de los pobres, sino de las clases medias y medias altas, urbanas y rurales, de Buenos Aires y del Interior, del campo y de las ciudades. Esto podría estar en el trasfondo de la caída en picada de la popularidad del matrimonio presidencial y podría explicar, también, la simpatía que despertó en los meses pasados la crisis del campo, que no hizo diferencias de clase más allá de la visión clasista mostrada por el gobierno nacional. Visto en términos económicos, la inflación les pegó a todos, ricos, clase media y pobres, algo que el gobierno no ha percibido, encerrado como está en su costumbre de negar la simple realidad. Visto en términos extraeconómicos, el malestar, el malhumor generalizado, la anomia social que se percibe por todas partes y otros “síntomas” son los que están dejando al gobierno nacional solo en la madrugada. Capítulo II, Brasil-Argentina, les ganamos en fuchibol, pero perdimos en bienestar Aproximadamente hace unos tres meses nos encontramos con Paltrow en Brasil en alguno de nuestros fines de semana que vivimos en esta particular relación globalizada que tenemos hace años. Caminamos por la playa de Ilhabela, sucundum, nos “alegramos” un poco (ella con caipirinha y yo con guaraná) y disfrutamos del buen humor nuestro y el de los brasileros o brasileños, junous. Allí descubrí un informe publicado por la famosa revista Veja, que comentaba el boom de la clase media de nuestro amado, subestimado y un poco envidiado país vecino, la llamada “clase C”, informe del que luego surgió una anterior carta del ciberespacio. Para no repetirme, sólo recuerdo que el trabajo revelaba que ya 86 millones de brasileños pertenecen a la clase media en ascenso, mientras aquí muchos siguen creyendo que Brasil es un país lleno de pobres y muertos de hambre favelizados. Esto es, cerca de 46% de la población brasilera pertenece ya a la pujante clase media, y 39%, en disminución, siguen estando en la pobreza (contra 31,6% en la Argentina, y en ascenso pese a lo que diga Cricri). No sé si les queda clara la segunda conclusión. Sencillita. El modelo brasileño (pro-capitalista, amistoso, seductor de inversiones, petrolero, tecnológico, industrial, agropecuario, firme, con más progreso que el arcaico progresismo argentino, con políticas de Estado de largo plazo, con una política anti-inflacionaria en serio cuando hace falta) va hacia delante, pra frenchi, como se sugiere en la leyenda de la bandera de Brasil, que dice Ordem y Progresso.
Mariangela Melato, la actriz de “La clase obrera va al paraíso”
Y mientras en la Argentina la clase media no va al paraíso (jugando con el título de aquella película italiana de Mariangela Melato de los años ’70), en Brasil la clase obrera y la clase media sí parecen ir directo en esa dirección sin necesidad por ahora de un tren bala, y por lo que se ve en sus rostros y su alegría, parecen disfrutarlo, infelizmente para nosotros que estamos inflacionados. Eso es, inflacionados de la política supuestamente antiinflacionaria de la Argentina que, paradójicamente, está empobreciendo, enojando y angustiando a todos los argentinos, sin distinción de credos ni de razas o color. Eso, amigos y no tan amigos, es lo que le hace la inflación a un país. Hasta la semana que viene. Ajusten sus cinturones de seguridad, y los otros también. Un abrazo, El Hombre Electrónico