Carta desde el ciberespacio número 255, del 15 de abril de 2010

ADIOS A LA RESTRICCION EXTERNA GRACIAS AL EXITOSO MODELO ARGENTINO SOJA-INTENSIVO
Enfermedad holandesa
Hola gente, amigos y no tan amigos. Pese al descrédito de algunos bancos (ahora le tocó a Goldman Sachs) y las tomas de ganancias que generan momentáneamente, lo concreto es que la economía internacional sigue recuperándose con los Estados Unidos, China y casi todos los países emergentes a la cabeza. Cómo será que Patricia Paltrow celebraba el miércoles a la noche, sin mí, Glup, los 11.123 puntos a las que había llegado el Don Jones en otra jornada muy buena para los mercados, luego de superar por primera vez el lunes los 11.000 puntos desde el inicio de la crisis financiera mundial. “Pero cuidado flaquitogordito –me dijo desde su computadora con la que siempre estamos online-, no te dejes llevar por el número ni supongas que volvió la famosa exuberancia irracional de Woody Allan Greenspan, ya que en la semana del 8 de octubre de 2007 el Dejota había alcanzado nada menos 14.093 puntitos, un 28% más que el nivel actual, o visto al revés, el nivel actual está nada menos que 3000 puntos o 22% abajo que el máximo alcanzado antes que se desencadenara la crisis apocalíptica que no fue, pese a los vendedores de malas noticias y a los que se hacen los gurúes, esos tipos más charlatanes que genios, como si fueran un típico chanta argentino que habla de todo como si supiera. ¿Me entendés Beibi corazón?...”. Claro que la entendí: la estaba mirando por la webcam de su Vaio, vía Skype, mientras ella se preparaba para dormir (si, las verdaderas mujeres se preparan para realizar ese evento tan especial), desde mi Dell, en mi camita solitaria de un día otoñal porteño, y me preguntaba por enésima vez qué hago a 5.200 millas de distancia de esa mujer que es un auténtico Minicooper, chiquita por fuera aunque muy femenina, confiable y seductora por donde se la mire, con un carácter intolerablemente atractivo, explosivo y, lo mejor, fuera de los comportamientos de manada tan de moda en estos tiempos de hombres y mujeres programados y estresados. O sea, una mujer de aquellas con las que uno sueña cuando piensa en pasarse el resto de su vida abrazado en una isla del Caribe, tomando piña colada con una picadita de camarones fritos con limón y otras cositas saladas, mirando el atardecer en el mar y no más que eso. Todo no light, Obvio. Eniuai, pero yo estoy en Buenos Aires, se viene el otoño y me he hecho adicto a la serie del Dr. House (un médico pos-posmoderno que se ocupa del cuerpo de sus pacientes y parece, sólo parece, no tener alma), vaya uno a saber por qué, mientras el país discute esterilidades y vaguedades varias, crispado, angustiado, agresivo, mientras se ha convertido en una auténtica fabrica de pobres en medio de una sociedad anestesiada, desinteresada, pragmática en exceso, que imita aquel viejo precepto de Groucho cuando decía “estos son mis principios, pero sino le gustan tengo otros”. ¿Habrán visto la película Invictus los muchachos de K, una máquina de ganar enemigos? Capítulo I, sobre amapolas, tulipanes, modelos y otras curiosidades holandesas La Argentina ingresó otra vez en uno de sus clásicas, habituales y pavorosamente reiteradas trampas sin salida: un debate sobre si en la Argentina hay o no un retraso cambiario excesivo y riesgoso, por utilizar al dólar (un precio clave de la economía para establecer sus relaciones económicas y financieras con el mundo) como un peligroso e inconveniente ancla antiinflacionario. Es una estrategia que le costó demasiado al país a mediados de los años setenta, a principios y al final de los años ochenta y, obviamente, en los años noventa (con la convertibilidad, que culminó con la crisis de fines del año 2001). Pero este instrumento (el precio del dólar utilizado como una modalidad de política antiinflacionaria para evitar el viejo y seguro camino sin atajos de cuidar las cuentas fiscales y monetarias y hacer una racional política de ingresos) nunca resultó, siendo el mejor camino para complicar el problema que se quería evitar (inflación en alza, la consecuencia de jugar a la magia en vez de respetar las duras leyes de la realidad), terminando todo, siempre, en una típica y recurrente explosión cambiaria e inflacionaria que destruyó la moneda nacional una y otra vez, que ajustó de la peor manera a la economía y que motorizó finalmente más inflación, y no menos, alterando el clima de negocios y las reglas del juego, una y otra vez. Es la historia de las crisis de las últimas décadas… En la actualidad, para peor, este nuevo intento de anestesiar al dólar como equívoco y riesgoso ancla antiinflacionario se ha complicado con un hecho nuevo, aunque para nada desconocido, que es la aparición en la Argentina de una nueva “patología” demasiado comparable a la poco conocida (fuera del ambiente académico) enfermedad holandesa… Lean qué dice Wikipedia, el libro gordo de petete de estos tiempos pos-posmodernos…
Capítulo II, sobre la soja, las amapolas y Holanda
El síndrome holandés, también conocido como "mal holandés" o "enfermedad holandesa" es el nombre general que se le asigna a las consecuencias dañinas provocadas por un aumento significativo en los ingresos en divisas de un país. El término surge de la década de 1960, cuando las riquezas de los Países Bajos aumentaron considerablemente a consecuencia del descubrimiento de grandes yacimientos de gas en el Mar del Norte. Como resultado del incremento de ingresos el florín (Moneda Holandesa) se apreció, lo que perjudicó la competitividad de las exportaciones no petroleras del país. De ahí el nombre de este fenómeno, que si bien no se relaciona con el descubrimiento de algún recurso natural, puede ser el resultado de cualquier hecho que genere grandes entradas de divisas, como un notable repunte de los precios de un recurso natural, la asistencia externa o la inversión extranjera directa
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Justamente, mientras en estas últimas semanas desde diferentes sectores del empresariado se alertaba (esta vez, asombrosamente, coincidían tanto el campo como la industria) que el dólar empieza a atrasarse peligrosamente (¿otra vez sopa, condimentada con las retenciones, para peor?) poniendo en juego la competitividad misma de la economía real, los funcionarios del oficialismo alardeaban inocentemente con la lluvia de dólares en marcha y con la solidez de las reservas internacionales, sencillamente gracias al boom de la soja (producto que por otra parte combaten) y al “efecto China-India”, diciendo “no hay problema, tendremos superávit comercial y lluvia de dólares este año y el que viene también”, como si fueran el mismísimo Alf que acaba de aterrizar en un planeta confuso que no termina de comprender. Para peor, tenemos a los yuppies modernos, aledaños al sector financiero (que se contentan viendo subir el precio de los bonos argentinos y el dólar “magistralmente” manejado por el BCRA), así como a los comunicadores frívolos que no ven ni imaginan qué hay detrás de la neblina o la lluvia del parabrisas, ni vislumbran qué está ocurriendo más allá las apariencias. Y apoyan así, de manera entusiasta, este nuevo y diferente escenario de dólar atrasado (combinado con una inflación acelerada riesgosamente, para peor). Y todo esto parece haber barrido –por ahora- con la vieja restricción externa tan bien sugerida primero por Raúl Prebisch hace muchas décadas (por aquello del deterioro secular de los términos del intercambio), y explicado luego por el empresario-ingeniero heterodoxo Marcelo Diamand, que quizá se volvería a Siberia si escuchara estos disparates. Claro, me refiero a esos operadores del mercado exitosos, de treinta años o algo más, esos jóvenes que nacieron cansados, a los que les llegó el éxito demasiado rápido y se la creyeron, aunque les falta un poco de experiencia y otro poco de modestia para saber diferenciar la carrera de 100 metros de la de las 4 millas. Esos chicos que creen que el progreso es estar en Facebook y en Twitter, celebrar el día de brujas y el bicentenario con la misma frivolidad, tener el último modelo del Apple-IPad y hojear el Wall Street Journal en diagonal, porque no tienen tiempo para reflexionar un poco, pese a que hablan de finanzas internacionales como si supieran, mezclando a Keynes y Adam Smith con Paul Krugman o Nouriel Roubini, como si se tratara de jugadores de golf o de la Davies. Son esos mismos jóvenes que a quienes nunca les presentaron la inflación, y menos la alta inflación, porque se formaron en la estabilidad de los malditos años noventa que tanto critican frívolamente, y no saben lo que le hace “un poco de inflación” a la gente, a la economía, a los comportamientos racionales que se tornan irracionales, a esa sensación cotidiana de terremoto que hace que a la gente (sobre todo a quienes tienen ingresos fijos, y a la clase media también) se le mueva el piso y le aumente la incertidumbre cada vez que se trepan a un carrito del supermercado para invadir lo que queda en las góndolas.
Los tradicionales molinos argentinos…
Datos del estudio Federico Muñoz y asociados, mientras tanto, muestran que a diferencia de 1995, cuando en el mundo había nada menos que 50 países con una inflación superior al 20% anual, en el año 2009 la cantidad de países con esos niveles exuberantes y peligrosos de inflación eran sólo 5 (Congo, Etiopía, Pakistán, Seychelles y Venezuela), aunque seguramente a continuación venia allí nomás la Argentina, que estaba posiblemente sexta o séptima con una inflación real de entre 15% y 20% anual. Pero no desesperen, en 2010 seguramente entraremos también en el cuadro de honor del 20%, gracias a Mercedes Marcó del Pont, la nueva Presidenta del BCRA, quien seguramente convalidará con emisión monetaria los actuales niveles ascendentes de inflación (n la del Indec, sino la real, claro. Ya se sabe, éste Gobierno no cree en el “ajuste” de la economía por las buenas, lo que está llevando al país al peor de los ajustes, es decir, el ajuste por las malas.

Fuente: Estudio Federico Muñoz y asociados

Capítulo III, adiós restricción externa adiós ¿La remake de la vieja enfermedad Holandesa llegó a la Argentina, con la diferencia que en vez de un boom de gas natural en el mal del norte aquí el boom se llama “la soja”, lo que aumenta las exportaciones y el saldo comercial? (a lo que hay qye agregar la “invalorable” ayuda de Guillermo Moreno y sus restricciones cualitativas y cuantitativas a las importaciones)… Ante todo, en la Argentina 2010 el superávit comercial rondará 15.000 millones de dólares, o más, lo que explica un escenario de retraso cambiario por lluvia de dólares que le resta competitividad a no pocos sectores de la economía. Dejando de lado las quejas de los industriales y los hombres del campo (que para peor sufren más de 30% de castigo por las retenciones), basta salir y mirar los precios, y compararlos (traducidos a dólares) con los precios de otros países, cercanos o lejanos. Ya sabemos que Uruguay está caro, ya sabemos que el mundo vive en una burbuja de liquidez generada por las políticas de bajísimas tasas de interés para evitar que el mundo ingresara en una depresión económica como la de los años treinta. Pero la inflación en la Argentina se agrega a esta remake holandesa y complica aún más el panorama: los precios nominales en la Argentina confirman una inflación en pesos y también en dólares que, cada vez que se produjo, terminó mal. Ya sabemos que otras monedas del mundo también se han revaluado, aunque la diferencia es que países como Brasil o Chile se las ingenian para evitar los trastornos de estas revaluaciones de sus monedas controlando el ingreso de capitales o promoviendo por igual a los otros sectores de la economía. La combinación de inflación con lluvia de dólares, así, lleva al escenario argentino al peor de los mundos: no habrá explosión cambiaria, sino que se está produciendo una llamativa y peligrosa implosión de fuerte componente antiinversor, que desincentiva a los otros sectores modernos de la economía. Tanto es el desconcierto, la realidad y lo curioso de la situación que el lunes, cuando llamé a una inmobiliaria para preguntar por el precio de un departamento medianamente antiguo cerca de Barrancas de Belgrano, la vendedora, luego de pedirme un precio ridículo cercano a u$s 3.000 el metro cuadrado, trató de explicarme que era como vivir en Niúiork Niúiork (se refería al Central Park, claro), y aunque era un edificio de 6 departamentos por piso (casi una pajarera), me explicó que se trataba de un semipiso (porque es una torre de tres cuerpos). Comento eso para que se den cuenta que, más allá que los argentinos se refugian en ladrillos por falta de opciones más seguras, lo han hecho hasta un punto en que se han pasado de vueltas y confunden los precios en NY con Buenos Aires, y los semipisos con las pajareras. En el fondo, para muchos el dólar no vale ni valdrá nada y estamos a dos días de la caída del imperio americano, y del europeo también, y de otros imperios más. Pero los salarios nominales en dólares también están por encima de niveles de lógica económica. Los precios de la ropa también. Los autos también, mientras el PIB puesto en dólares está creciendo más que el producto bruto, eso, traducido al castellano, es retraso cambiario. Epílogo: la Argentina vive en un escenario diferente al del pasado. La restricción externa ha desaparecido (al menos por ahora, aunque nunca digas nunca). El gobierno genera inflación para recaudar impuesto inflacionario, y complica la situación de los sectores productivos con una loca estrategia de retenciones y retraso cambiario para usar al dólar como ancla de un fenómeno que no sabe ni le interesa manejar (esa inflación negada por el Indec y subestimada por los funcionarios). Pero la inflación (tan sólo atacada con un instrumento hoy inoperante como lo es el ancla del dólar) fabrica mientras tanto más pobres, lo que complica la recuperación del consumo de los sectores de menores ingresos pese a que hace políticas como la asignación universal por hijo. Y empobrece y crispa a la clase media. Y promueve una puja distributiva en ascenso. Curiosamente, todo este desequilibrio no es explosivo como en el pasado, sino implosivo, económica y quizá socialmente en la medida que confunde y anestesia. ¿Cómo termina esto, le pregunté recién a Paltrow, que acaba de llegar de su banquito en la Calle de la Pared, muy divertida con la toma de ganancias de hoy? “Ay, gorditoflaquito, no sé como termina aquello (me dijo desde su Vaio, mientras se probaba una camisa blanca que seguro me robó a mí en nuestro último viaje) porque hablamos de Macondo, en donde no había médicos, sino curanderos. Pero no sufras, corazón, lo que no te mata, te fortalece. Y sino, venite a Niúiork Niúiork, yo te llevo al verdadero Central Park en carroza, y te hago olvidar de tu angustia argentina y esa cara de “estoy solo y tengo miedo” con algunos de mis besos small y XL, ¿dale? Justo vengo de comprarme una ropita ideal para el verano que se viene. Te va a encantar, sobre todo la de Victoria Secret. ¿Dale? ¿Venís?”… Y me cortó, claro, dejándome con las ganas de llamar a American Airlines y sacarme un ticket, finalmente los hot dogs y los big mac ya deben estar más baratos allí que en Buenos Aires…

http://www.clarin.com/diario/2010/04/14/um/m-02180811.htm
Lara Stone, supermodelo holandesa para Calvin Klein, ¿qué tendrá que ver con la enfermedad holandesa?
Un abrazo y hasta la Victoria Secret. El Hombre Electrónico (políticamente incorrecto)