Carta desde el ciberespacio número 180, del 17 de julio de 2008

Crecer de golpe (Palermo, martes 15 de julio de 2008)
Los desconocidos de siempre (Congreso, martes 15 de julio de 2008)

La vida de los otros

A la hora señalada
Solo en la madrugada (Senador Emilio Rached)
Momento de decisión Un curso intensivo de democracia

Hola gente, amigos y no tan amigos. Hoy es un día feliz para muchos argentinos, millones de argentinos, jóvenes y no tan jóvenes, del campo y de la ciudad, de arriba, del medio y de abajo, que en estos años han vivido con angustia y temor creciente ante el avance de la arrogancia disfrazada de humildad estudiada, ante la soberbia disfrazada de buenos sentimientos, ante la prevalencia del pensamiento único, ante la intolerancia maleducada y la famosa frase -que siempre queda bien en todo discurso- sobre la necesaria “redistribución del ingreso”. También es un día que debiera ser de profunda reflexión para quienes hasta ayer se creían los dueños absolutos de un Poder que les ha sido prestado, delegado, por los argentinos, para utilizarlo en beneficio del país y de su gente. Pero no, en vez de hacer eso avanzaban sobre las instituciones de la República, para imponer sus ideologías viejas, gastadas, del siglo pasado, mezcla de populismo conservador con aquel izquierdismo de los tiempos de la ya vetusta lucha de clases, aquella que ponía a todos contra todos y dividía al mundo en blanco y negro, en buenos y malos, en poseedores y desposeídos. Es un día en que posiblemente empecemos a dejar de viajar por el pasado reabriendo, innecesariamente, dolorosas heridas que empezaban a cicatrizarse, para volver a pensar que hay un futuro, incluso en la Argentina de las crisis recurrentes. Y es un día en que quizá comenzó la necesaria reconciliación entre el Senado y los ciudadanos de todo el país que los eligieron, luego de la desconfianza generada por el famoso affaire banelco, aquel generado por otro Senado, el de los sobornos, allí por el año 2001, donde un Vicepresidente de la Nación que entonces renunció (claro que hablo de Chacho Alvarez) como gesto de supuesta dignidad acaba de recibir un ejemplo de coraje y respeto a las más profundas convicciones de otro Vicepresidente de la Nación (hablo de Julio Cobos), que se la jugó pese a las insoportables presiones que ha recibido en este último mes por parte del kirchnerismo, cuando decidió ser él mismo. Las acusaciones veladas que muchos vimos anoche en vivo y en directo por parte del Senador Miguel Angel Pichetto son sólo una muestra de la tensión que debió enfrentar Cobos para llegar ayer a la encrucijada con la historia que la vida le puso por delante, y que resolvió como uno hombre de bien, inteligente y digno. Esta será una carta breve, me quedé hasta las cinco de la mañana pegado al televisor. Patricia Paltrow, allá en Nuíyork, Nuíyork, me acompañaba a la distancia. Estábamos a 5000 millas, más o menos, ella miraba TN en su laptop y yo en mi tele, mientras conversábamos por el Skype (con webcam, claro) y se nos mezclaban y acoplaban los ruidos del Congreso, nuestras voces hablando de lo que veíamos y los gritos de emoción de Paltrow ante lo que estábamos presenciando, en una especie de cómoda videoconferencia en nuestras lejanas camas. “Gordito –me decía-. ¿adónde estará el bufón del rey ahora (se refería al inefable y “siempre listo” diputado bonaerense Díaz Bancalari)?”. Y se reía con su sonrisa un poco de niña, un poco de mujer. Y seguía preguntando… “¿adónde estarán ahora Julio de Vido y el resto de los bigotudos del gobierno? ¿El Comandante Chávez los recibirá en Venezuela en caso de necesidad, flaquito, ahora que ya ni siquiera quiere bonitos cuasi soberanos de nuestro país porque se da cuenta que nadie más le quiere prestar a la Argentina de Kirchner?”. Siempre un poco exasperada, ella, ¿será tanto trabajar en la Calle de la Pared en estos meses? Amigos y no tan amigos. Estos son días en donde todos, todo toditos, estamos haciendo un curso intensivo de democracia, aunque nos falten varias materias todavía. Si miran las fotos de esta página verán la enorme muchedumbre reunida el martes pasado alrededor del Monumento a los Españoles, eran cientos de miles de argentinos muchos de los cuales no tenían nada que ver con el campo, y que estaban allí porque no querían más a los D’Elía, a las amenazas disfrazadas de bondad de Néstor Kirchner y “sus” hombres, a la memorable frase del célebre pensador Julio de Vido que dividía al mundo en blanco y negro (“no es tiempo para tibios, se está con nosotros o contra nosotras”), a las manifestaciones populistas de columnas de personas, más que de personas, convocadas por el matrimonio presidencial vía operativos choripán, para atemorizar a la gente y ponernos a unos contra otros, para hablar de conspiraciones que nunca existieron. Pero no eran sólo esas pulseadas mediáticas (en donde la libertad de expresión estaba ausente), no eran sólo apretadas de un gobierno que confundía firmeza con “delegación de poderes”. Era el avance del Poder Ejecutivo sobre el sector privado y la vida privada, sobre los jueces que se debían callar la boca y “cajonear” causas incómodas, sobre un Congreso que hasta hace un mes atrás no funcionaba, y cuando lo hacía refrendaba con su mayoría tejida pacientemente con favores y presiones las desprolijas leyes que escribían desprolijos funcionarios. Era la destrucción del Indec y de todo el sistema estadístico nacional, de modo de mentirle a la población (y a ellos mismos, que se creían las “estadísticas” de laboratorio del célebre pensador Guillermo Moreno respecto a la situación económica y social del país)… Amigos y no tan amigos. Los argentinos estamos aprendiendo el valor de la democracia, otra vez. Tenemos que reconocer que nunca fuimos muy democráticos. Tenemos que aceptar que la democracia volvió a la Argentina no tanto por mérito nuestro sino de Leopoldo Fortunato Galtieri, que intentando quedarse en el poder a los gritos (oia, como el mismo Néstor Kirchner) invadió las Malvinas y marcó el principio del fin, el derrumbe de aquel gobierno militar. Siempre me pregunté qué hubiera ocurrido si la Argentina recuperaba las Malvinas, algo improbable pero que muchos argentinos creyeron como posible en 1982. Y la respuesta nunca me agradó: Galtieri se hubiera quedado bastantes años en el poder, construyendo un populismo no muy diferente al que ha querido construir en estos años Néstor Kirchner, paradójicamente desde un extremo ideológico opuesto. ¿Aquí vale la frase los extremos se tocan? Pero esta vez es diferente. Lo que nos está ocurriendo es que estamos haciendo un curso acelerado de democracia, que incluye una comprensión profunda de principios y valores que ahora sabemos que no nos hacen bien, ni como personas, ni como sociedad ni como país. Estamos aprendiendo cómo somos y cómo quisiéramos ser, y dándonos cuenta dolorosamente que no sabemos votar, ni quejarnos, ni respetar, ni peticionar respetuosa pero firmemente a las autoridades para que hagan una verdadera y siempre postergada reforma política, para que puedan surgir los más aptos para gobernar, los mejores, los decentes. Nos hemos dado cuenta que el gobierno actual no surgió de ninguna interna, como la que acabamos de presenciar por ejemplo en los Estados Unidos entre los demócratas y entre los republicanos, sino que Cristina Kirchner fue elegida por el dedo mágico de su marido como candidata del llamado Frente para la Victoria, y esto tampoco es democracia. Nos estamos desayunando que en las listas sábanas venían escondidos, digamos de contrabando, hombres que no eran capaces de gobernarnos ni de gobernarse a sí mismos, sino de imponer sus ideas a cualquier precio, como lo acabó de demostrar ayer mismo el pobre Senador “Angel” Pichetto, que sin darse cuenta confesó todos estos hechos en la madrugada, en vivo y en directo, confundido, aterrado, desencajado, intentando “persuadir”, o imponerle más bien, sin éxito, al Vicepresidente Julio Cobos, para que votara como el kirchnerismo quería, como su jefe (que estaría dando órdenes a regimientos inexistentes) lo ordenaba, él, que tanto critica a los hombres de campo y se maneja como un viejo y conservador patrón de estancias de tiempos que ya no son. Es un día para sentirse tranquilos, en paz, hasta felices, con la sensación que es posible recuperar el futuro, con la convicción que nos hemos ganado, que nos estamos ganando, otra oportunidad, que esta vez no nos ha sido regalada ni por Dios ni por un militar mesiánico ni por un gobernante que debiera, como cuando uno va a sacar registro de conductor, hacerse un examen psicofísico, pobre, se lo ve fuera de sí, viviendo en la irrealidad, sufriendo cada vez que alguien lo contradice. Es más, todos los candidatos debieran hacerse, a partir de ahora, un examen psicofísico como condición para aplicar al trabajo al que se postulan. Esta nueva oportunidad la han ganado los argentinos, comenzando por una disputa económica del campo que terminó de mostrar las verdaderas formas e intenciones hegemónicas del gobierno nacional. Ganar a cualquier precio. Ponerlos de rodillas. Imponerse. Ganar aunque en el medio se destruya la economía. Ganar por capricho, por compulsión, por mantenerse en el poder como sea. Ganar como siempre quieren ganar los machos argentinos, pese a todo. Es un día para ser sentirse en paz, porque uno Senador llamado Emilio Rached, un santiagueño con honor, fue fiel a sus convicciones pese a las innumerables presiones que vino recibiendo ya en los días anteriores. Hoy lo dijo a su manera santiagueña, “lo que había hecho desde la tarde, era directamente apagar el celular”. Fue la manera que encontró el hombre para frenar a quienes desde su provincia y desde el gobierno nacional querían quebrarle la voluntad, o comprarla en cuotas o al contado. Ese es un héroe, un ejemplo, que merece nuestro respeto, simplemente por haber sido fiel a sus convicciones. Hubo hasta operaciones mediáticas: a las 3 de la mañana, más o menos, la televisión mostraba la tapa de algunos diarios de Santiago del Estero, titulando que los tres senadores de la provincia votarían a favor del Sí a la resolución 125. Fue otra forma de presión, para desacreditarlo y confundir a quienes estaban de un lado y del otro de la pantalla. Mientras, por las dudas, las cámaras de televisión clavaban la imagen en él por largos minutos, y lo mostraban sentado en su banca, con la cabeza abatida, presionándolo de un lado y del otro para intentar sonsacarle su sencillo secreto, que se guardó muy bien, sobre cuál sería su verdadero voto. Es un día para sentirse contento y leer o ver una y otra vez el discurso del Vicepresidente Cobos, un hombre que está muy lejos de ser como Daniel Scioli y como Chacho Alvarez, un hombre que tuvo el coraje de mirar las cámaras y hablar con el corazón, un poco tembloroso, sabiendo que estaba en la encrucijada de su vida y que a partir de allí sería o un hombre digno o un sometido más. Y eligió bien, y se explicó bien. Y no dudó pese a que se percibía que él mismo sabía la magnitud de lo que estaba haciendo y a quienes estaba desafiando. Hasta pidió perdón, al final, por si se estaba equivocando. La vida te da sorpresas. Amigos, con 500 hombres como estos podría construirse “un país en serio”, ese, el que publicita la propaganda oficial (“dime de que presumes y te diré de qué careces”). ¿Qué harán la Presidenta Kirchner y su marido, el jefe, en esa sociedad ganancial que tiene el poder en la Argentina, aunque mucho menos poder que antes? No soy optimista. Seguramente cuando se recuperen del shock habrá silencio de radio, como siempre, confiando y esperando que la gente no tenga memoria, tratando de no hacer olas o contraatacando con un súper plan de redistribución del ingreso más. Tratarán de hablar de democracia, de respeto, de tolerancia, de lo importante que es el campo, etcétera. Se mostrarán más humildes, más discretos, sin hablar de conspiraciones aquí y allá, sin buscar culpables aquí o allá. Pero ya saben mi opinión. Ni hace falta recordarles el cuento de la ranita y el escorpión. Pero la democracia es así y Cristina Kirchner debe terminar su mandato, no hay dudas de eso. Pero hoy es un día para confiar en nuestras fuerzas, en la capacidad de decir basta a los atropellos, en darnos cuenta que el curso intensivo de democracia lo debemos hacer todos, incluso los Kirchner. Quizá aprendan, ellos también, el profundo significado de palabras como dignidad, tolerancia, respeto a quienes piensan diferente. Quizá hasta Cristina Kirchner se atreva a confiar otra vez en Julio Cobos (que le habló, a diferencia de los sometidos que tiene alrededor) y se anime a viajar al exterior en alguna visita de Estado, dejándolo a él como Presidente Provisional. Ese será el test ácido. Me voy a descansar, ya les dije que no dormí, un abrazo. El Hombre Electrónico