Carta desde el ciberespacio número 196, del 13 de noviembre de 2008

¿Las Islas Maldivas desaparecerán?

Más esfuerzos para comprender el enigma argentino

Rompecabezas para armar

“No había regresado a la Argentina desde mi partida, desde mi huída espantada, no por lo que estaba pasando, sino por la sensación de que nunca dejaría de pasar.” Enrique Szewach en “Historia de un suicidio” Hola gente, amigos y no tan amigos. Mientras el Indek dice que apenas hay inflación (0,4% en octubre, contra 1,2% que le dio a Fiel), mientras la Presidenta Cristina De Kirchner asegura con gran seguridad que no hay ni mayores despidos ni desempleo ni más pobres que antes, mientras el Presidente Néstor Kirchner (¿la presidencia es un bien ganancial?) se fue a Chile al Foro Anual del Progresismo (aquí viene la sonrisa del perrito Patán, ¿se acuerdan?), mientras el gran diario argentino publica grandes avisos de una o dos páginas con grandes ofertas de grandes cadenas de supermercados y grandes negocios de electrodomésticos ofreciendo grandes descuentos, anticipándose a las obvias menores ventas, mientras uno circula por Buenos Aires y los balcones de la ciudad muestran grandes carteles de venta o alquiler y una desacostumbrada cantidad de autos con cartelitos de “vendo” en la luneta trasera, mientras filas de taxis van por la derecha, vacíos, claro, mientras C5N y muchos otros comunicadores le echan la culpa de todo lo que funciona mal de este lado de la General Paz a Mauricio Macri y más allá de la General Paz a la crisis financiera planetaria, mientras Guillermo Moreno intenta ganarle su pulseada a los mercados a través de meter miedo, amenazas y prepotencia (todo sea por no gastar más reservas, cuyas ventas masivas e inútiles de las semanas anteriores sólo sirvieron para alimentar más desconfianza), mientras en el Congreso muchos senadores de la Nación se aprestan a aprobar la confiscación de los ahorros para el futuro de quienes eligieron, reeligieron y re-reeligieron desde 1994 el sistema de capitalización y las polémicas AFJP (confirmando que el Poder Legislativo ha vuelto a ser una mera escribanía que da fe de que hace lo que le dicen que hagan), mientras todo esto ocurre en Macondo, algunos hombres lúcidos de la Argentina intentaban, intentan y seguirán intentando pensar, entender y explicarle a otros argentinos qué le ocurre a este país que para muchos (entre ellos el célebre pensador Tato Bores) podría desaparecer del mapa como las mismísimas islas Maldivas, aunque ellas desaparecerán por un factor climático, mientras que Die Argentinien von Tato por puro mérito propio. Y mientras todo esto ocurre, también, la televisión sigue mostrando programas xxx a las 22 horas en los canales abiertos, disfrazados de arte y de un espectáculo para toda la familia. Hablo de Tinelli, claro, que tranquilamente podría haber hecho una versión nacional de pobrísimo nivel de “Bajos Instintos”, the film. El resto de los canales de aire, en un alarde de creatividad pasmosa y penosa, repiten por las dudas lo ocurrido la noche anterior en el programa de Tinelli, claro, en el horario de protección al menor, por si algún niño de 10 a 15 años se lo perdió (¿para eso sí son mayores de edad?)…
Tinelli XXX
Y mientras todo esto ocurre, los argentinos, la famosa mayoría silenciosa que sólo se expresa por las encuestas, están al borde de un ataque de nervios, con síntomas claros de depresión, desgano, enojo contenido y anomia social, confirmando que lo que está pasando es, al menos por ahora, una feroz implosión cuyas consecuencias suelen ser viejas y nuevas enfermedades de origen psicosocial. Capítulo único sobre suicidios “implícitos”, sistemas de normas y creencias y comportamientos chantas “Gordito, ¿las islas Maldivas son argentinas?” –me preguntó Patricia Paltrow desde la calle de la pared, seguramente abrigada por la época, aunque por siempre fashion con unas medias de lana de colores alegres y una pollerita voladora combinada con alguno de aquellos colores, y descalza, claro, que es su manera de andar por la vida y por su buró, ya no tan impecable desde que los bancos de inversión dejaron de ser bancos de inversión y empiezan a ser una división más de los grandes bancos comerciales-. Yo le pregunté por qué, aunque me veía venir su humorada. “porque también van a desaparecer del mapa, flaquito, así que te pido de nuevo, y si querés te lo pido de rodillas, que te vengas a Niúiork Niúiork ahora que tengo cama nueva. Prometo hacerte sopita de pollo tan rica como la que te hace Lucy (la señora que hace años trabaja en casa) y otras cosas más, dale flaquito gordito, no quiero enviudar sin habernos casado, dale, porfi, porfi, te juro que me porto mal, muy mal, tanto que ni te vas a dar cuenta en qué momento te ocurrió eso”. Yo le expliqué que no quería irme de la Argentina, este histórico suicidio “implícito” parecido al que describe el “divertido” libro de mi gran amigo Enrique Tato Szewach. “No quiero irme de aquí, Pato, quiero estar el día en que los Kirchner abandonen el poder, más por culpa de sus propios errores tras errores que por los aciertos de una oposición que se la pasa peleándose por el sillón de Rivadavia casi esquina Balcarce y haciéndole el juego a Néstor, que lo que mejor hace es dividir, antes que multiplicar”. Y seguí hablando solo, porque ella me había colgado el celular porque esta conversación ocurrió ayer a la tarde, una hora antes del cierre de los mercados, en el momento exacto en que pasaron de rojo rabioso a verde rabioso sin que hubiera ni una buena noticia a la vista: “…también quiero estar aquí para ver el día que Feiman, Rozín y Domán, los trillizos de oro, empiecen a dejar de ser tan oficialistas, porque huelen el cambio de mando, y eso será todo un indicador líder que se acerca el principio del fin. Y quiero estar aquí cuando los argentinos se cansen de bailar, soñar, patinar y nadar por un sueño y cambien de canal. Eso quiero verlo, si es que ocurre, claro”. Fue allí que me di cuenta que Paltrow me había dejado colgado, como siempre, porque el Don Jones, el Don Nasdaq, el standarandpurs y hasta los eteefes habían empezado a volar por contagio, en una de estas montañas rusas a que se han acostumbrado los mercados en los últimos meses. ¿Se habría ido a comprar o a vender?, me pregunté, sabiendo que más tarde me lo contaría como si fuera una novela de amor que termina bien. Yo seguí con los tres libros que estaba leyendo al mismo tiempo, no para ser más culto sino de puro ansioso. Uno era el de Enrique SZ (EWZ, le digo yo, que es la marca de un ETF emergente muy exitoso), “Historia de un suicidio”, una novela de suspenso en donde una mujer se suicida (¿cansada de ser argentina?, ¿porque no soporta más ser argentina?, ¿por amor al país?, ¿por amor a un hombre?, ¿porque se cansó que la atiendan los muchachos del call center de Telecom-Personal por un trámite?). Su hermano viene desde el exterior a ocuparse de los penosos “trámites” de esos casos, y allí comienza a tratar de comprender las causas de la triste historia que también lo involucra, pese a que ya no vive en el país hace años y años (justamente porque no soportó el “argentine way” y las crisis recurrentes). A partir de esta sencillita y triste historia, EWZ realiza una reflexión sobre los argentinos pendulares y sus ideas económicas, sociales y hasta políticas que ya ni en Europa se consiguen, como serán de viejas, antiguas, ancianas, superadas y anacrónicas. El otro libro es uno que publicó mi gran amigo Carlos Tato Mira a fines del año pasado, creo, llamado “Así somos y así nos va”, que ya no es una novela sino un ensayo sobre esta sociedad anónima, bastante chanta y especial que conformamos los simpáticos argentinos, tan especial que llevó a decir al premio Nobel Simón Kuznets –hace décadas, vale aclararlo- su famosa frase-enigma que ni él mismo pudo responder: “Existen cuatro clase de naciones; países desarrollados, países en desarrollo, Japón y la Argentina. El Japón constituye una categoría aparte porque a pesar de no tener recursos naturales alcanzó altos niveles de ingreso per cápita; la Argentina está en otra categoría porque a pesar de tener todos los recursos naturales no se desarrolló”… Ello alimentó, también, el famoso enigma argentino sobre “porqué somos como somos” que utiliza Carlos Mira como parte del título de su libro, que describe de manera excelente el “estilo argentino” de ser y de comportarnos, un poco chantas, un poco genios, bastante soberbios y autistas, creyéndonos siempre los dueños de la verdad (así empezamos nuestras oraciones, muchas veces…” la verdad es que….”), siempre incomprendidos porque tenemos la autoestima tan alta que diera lugar a aquella definición de ganar plata comprando a un argentino por lo que vale, para venderlo por lo que cree que vale, claro, si se consigue a alguien que quiera comprarlo. Con el riesgo país a 1800 puntos no parece fácil. Y menos que ahora Ecuador entró en default. En el centro de la idea de Mira se encuentra la misma existencia de un sistema de premios y castigos invertidos, en donde se premia a los vagos y mal entretenidos y se castiga a los que se esfuerzan cotidianamente y se comportan de acuerdo a principios que la mayoría sostiene pero no cumple, lo que le permite hacer un retrato casi perfecto del chanta argentino, hacer hasta comparaciones internacionales, desarrollar una teoría de la culpa (de los otros, claro, si nosotros somos perfectos) y hasta bucear en las religiones y su relación con el progreso y el desarrollo económico. Hay momentos en que parece que hablara de Néstor y Cristina Kirchner, los presidentes gananciales, pero no, es más profundo, habla también de todos nosotros, o de buena parte de los argentinos. Y una frase de este libro me lleva directamente al tercer libro en cuestión: “después de ser colonos de España, lo somos de nuestros gobiernos patrios”… Es que el tercer libro lo presentó esta misma semana en la Biblioteca Nacional mi gran amigo Luis Tato Rappoport. Se trata de un largo ensayo que contiene una larga revisión histórica de nuestros países, de la Europa de las monarquías y los reyes, y de las diversas conquistas y colonizaciones ocurridas en América desde entonces, de acuerdo a las características que tenían aquellos reyes europeos y de la diferente impronta que estos reinados llevaron, trasladaron, contagiaron o provocaron desde la misma génesis del nuevo continente en las nuevas o viejas sociedades (según sea el caso) que se asentaron en América. Luisito, así lo llamamos los amigos vaya uno a saber porqué, empieza su libro en la tapa, con dos definiciones fuertes: la ilustración es una pintura de René Magritte de 1938 que se llama, no casualmente porque aquí ya nadie cree en las casualidades, “la Memoria”, quizá porque el autor hace el enorme esfuerzo de recordarnos lo que todos queremos olvidar (hace 4 años que viene con este proyecto faraónico de reconstrucción, mientras se despachaba con otros menores). La otra definición es el mismo título de su trabajo: “Intolerancia y Transgresión”, y nuevamente aquí uno podría pensar que está hablando del matrimonio ganancial (los increíbles Kirchner), pero no, no sólo habla de ellos, sino que realiza una larga mirada histórica que desmenuza porqué los Estados Unidos son como son (protestantes al fin), porque Brasil es como es (desde la misma época que el imperio portugués se asentó, o asiló, en aquel territorio) y porqué los pueblos “colonizados” por España son como son, en la medida que todas sus instituciones fueron “exportadas” a las colonias americanas, mientras se la pasaban buscando El Dorado y desarrollaban las Leyes de Indias, que dieran a su vez a luz a aquella frase tan conocida que dice “acato pero no cumplo”, que pareciera estar detrás mismo del título de este libro, ya que desde allí hasta la intolerancia y la transgresión hay un viaje muy corto, demasiado lineal, tan lineal que hasta alguien que desconoce la existencia misma del inconsciente (cualquier chanta que anda por ahí) debería poder comprender, sino fuera que prefiere no saber, no recordar, no aprender, y seguir así por la vida, entre prepotente y psicópata disfrazado de transgresor idealista que hace un culto de vivir fuera de la ley. Y aquí viene un paréntesis. Luisito empieza su libro explicando que “intolerancia y transgresión” es un intento de entender a la Argentina y a Hispanoamérica”. Pero en estos días yo me preguntaba qué tiene que ver la Argentina caprichosa en que vivimos con los otros países del vecindario, con el pujante Chile por ejemplo, o con los pacíficos y respetuosos uruguayos. O con las supuestas pequeñas repúblicas “bananeras” de Centroamérica, o con la gran payasada del Emperador Hugo Chávez y su hipócrita revolución bolivariana, o yendo al otro extremo, con el México casi socio comercial de los Estados Unidos, Investment Grade y todo, hasta que me llegó un video de youtube que muchos de ustedes habrán visto a través de los diarios, sobre un mexicano quejándose sobre cómo son los mexicanos como sociedad, que hasta podría ser un primo hermano del mismísimo Carlos Tato Mira por sus visión de aquel país picante que parece tan diferente a la Argentina y termina resultando en muchas facetas tan parecido… http://www.youtube.com/user/leonz28. La respuesta está en el libro, aunque la idea es clara: somos hijos de la misma conquista llamada colonización, que ha tenido cosas buenas y cosas malas, particularidades, geografías diferentes, climas y hasta distancias, y diferentes dotaciones de recursos. A nosotros nos tocaron climas variados, paisajes y riquezas increíbles, pero Dios para compensar le al país a los argentinos, como dice el viejo chiste. ¿Explicará esto todas las diferencias entre nuestros países? No lo sé, no me siento capaz de dar una respuesta a este interrogante, pero cuando miré el video mexicano y terminé de verlo dije “oia, cómo nos parecemos, pese a nuestras diferencias”. Los parecidos los define Rappoport en su libro: un sistema de normas y creencias directamente importado desde España hace varios siglos y que parecen dotar a todo el vecindario hispanoamericano de un patrón bastante parecido de comportamientos. Y las diferencias, los éxitos y los fracasos, los avances y los retrocesos, vienen de las diferentes circunstancias que le tocaron especialmente a cada país de esta gran película de aventuras cuyos protagonistas somos nosotros, que hacemos de malos y de buenos al mismo tiempo… Aquí vienen tres aclaraciones finales. La primera, que yo no soy un crítico literario y esos párrafos no pretenden hacer nada por el estilo, sino sólo reflexionar sobre el enorme esfuerzo que están haciendo muchos argentinos por comprender qué nos pasa, para tratar de ser mejores como personas y como sociedad poniéndonos un espejo delante nuestro, ya que el argentine way está claramente en el límite mismo y atravesamos lo que yo llamaría “la crisis de las crisis”, luego de algo más de tres décadas (sin ir más lejos) en que recurrentemente hemos enfrentado nada menos que cuatro (sí, leyó bien, 4) tsunamis económicos, políticos y sociales que dejaron muchos heridos, infartados o con otras enfermedades aparentemente individuales, amnésicos, agotados, líderes mesiánicos, anómicos y anémicos, psicópatas sociales y, lamentablemente, muertos en vida, o suicidas “implícitos”, siguiendo la definición de EWZ. La segunda aclaración es que conozco a muchos argentinos (ni que decir uruguayos, chilenos, peruanos, venezolanos y tantos más) que son serios, que tiene principios y viven de acuerdo a ellos, que sufren por todo lo que le ocurre a nuestro país, gente mansa que se siente impotente y enferma de vivir así, en un país en donde casi siempre ganan los perdedores y pierden los ganadores, los mejores, los más capacitados, los más idóneos. La tercera aclaración es que estos tres libros, escritos por tres personas diferentes con vidas diferentes, han llegado por distintos caminos a unas conclusiones muy parecidas: estamos mal, pero vamos mal… Los tres hombres que son protagonistas de la carta desde el ciberespacio de hoy (dos son economistas, uno es abogado) merecen mi respeto. Mientras muchos se acuestan mirando a Tinelli, ellos le dedicaron pedazos de su tiempo a hacer las preguntas que debemos hacernos para empezar a crecer como sociedad, para dejar la adolescencia de una vez. Aunque no son tres, si lo incluimos a Tato Bores, son cuatro. Tan sólo por el esfuerzo que realizaron. Y porque hay gente que se defiende de la angustia que genera vivir en este tiempo y en esta Argentina pensando, creciendo, aprendiendo, recordando, investigando, creando, haciendo algo para ayudar a los demás a ser mejores personas, que es lo único que nos va a salvar de esta locura colectiva en que estamos metidos, no sólo por culpa de los Kirchner, ya que a lo largo de nuestra historia hemos generado demasiados líderes e iluminados, intolerantes y transgresores. Y porque el viejo recurso de echarle la culpa a los otros no va más, como imagino que lo diría Carlos Mira.
Die Argentinien Von Tato (Tato Bores antropólogo, investigando cómo fue que desapareció la Argentina en el año 2400 y pico…
Me voy a cenar y hablar con Paltrow, aunque hoy necesito, como todos, un abrazo para compartir, porque la noche está estrellada y ella no está conmigo, sino en Niúiork Niúiork. Cosas de la globalización. Les dejo una canción de una película de Fassbinder que les gustará y que descubrí en youtube… http://www.youtube.com/watch?v=ZggV1HUhqKw Un abrazo, ajusten su cinturón de seguridad, si manejan no tomen, si toman no manejen. Y hasta la Victoria Secret. El Hombre Electrónico (políticamente incorrecto)