Carta desde el ciberespacio 295, del 27 de enero de 2014
¿Por qué los argentinos quieren pasto?
Hola amigos y no tan amigos, aquí estamos, solos en la madrugada. Bueno, yo no tan sólo, recién Patricia Paltrow me envió una colección de simpáticas fotos del Correcaminos y su perseguidor siempre fracasado, el Coyote. "Flaquitogordito -me dijo, con esa voz de mujer suavemente salvaje que no me deja dormir cuando estamos juntos en algún lugar del mundo-, te mando estas fotos porque te conozco como si fueras mi otra mitad , y seguro estás pensando en escribir una nueva carta del ciberespacio para explicarle al ministro Kicillof algo sencillo que quizá no comprenda: que los argentinos quieren comprar dólares simplemente para no seguir perdiendo el valor de sus ahorros y su salario, nada menos. No porque son imperialistas, ni yankis ni marxistas, menos porque están conspirando contra este gobierno para que se vaya cuanto antes, y mucho menos porque de repente se hicieron neo-neo-neoliberales.
Más aún, la mayoría de los argies que conozco no quieren que se vaya este gobierno, al contrario, quieren que se quede hasta 2015, y que haga lo que tiene que hacer y arregle lo que tiene que arreglar y se haga responsable de lo que se tiene que hacer responsable. Nadie quiere que el próximo gobierno nazca ya con una pesada herencia de inflación, corrupción, desgobierno y tantas cosas más que le impidan gobernar. Tanto es así que muchos argentinos, que han crecido duramente y comprendido el valor de la democracia y las instituciones, no quieren cambios, quieren estabilidad, quieren que un período democrático cumpla sus plazos, volver a votar y elegir a un nuevo gobierno. ¿Me seguís beibi?..
Más aún, la mayoría de los argies que conozco no quieren que se vaya este gobierno, al contrario, quieren que se quede hasta 2015, y que haga lo que tiene que hacer y arregle lo que tiene que arreglar y se haga responsable de lo que se tiene que hacer responsable. Nadie quiere que el próximo gobierno nazca ya con una pesada herencia de inflación, corrupción, desgobierno y tantas cosas más que le impidan gobernar. Tanto es así que muchos argentinos, que han crecido duramente y comprendido el valor de la democracia y las instituciones, no quieren cambios, quieren estabilidad, quieren que un período democrático cumpla sus plazos, volver a votar y elegir a un nuevo gobierno. ¿Me seguís beibi?..
Claro que sí, la seguiría hasta el fin del mundo, así que asentí con la cabeza. Estábamos conversando por Skype, ella con la webcam de su IPhone porque estaba en su banquito, en Niúiork, en la Calle de la Pared, comprando y vendiendo a ritmo algo febril ante tanta volatilidad ambiente, y yo en mi escritorio, en Baires, frente a mi pantalla, con no menos de 10 ventanas abiertas y haciendo 20 cosas al mismo tiempo...
- Es cierto -le dije-, empezaba a escribir una nueva carta y las fotos que me mandaste son perfectas, beep beep.
Y me cortó, claro, siempre lo hace porque mientras habla conmigo está vendiendo bonitos o comprando stocks, o al revés, así que seguí con esta carta, no sin pensar que en unos días tenemos una Date en Ilhabela para huir del mundanal ruido, del frío ella, del calor yo, y brindar con unas guaranás en la playa de nuestra isla maravillosa adonde solemos encontrarnos unas veces por año para dormir cucharita, al sol y a la sombra, jugar al scrabel, leer juntos y otras tantas cosas sencillas. Si les dicen que la felicidad es otra cosa que mirar sus ojos de colores, no les crean.
Axel Kicillof jugando al Correcaminos
La sociedad somos todos nosotros, cuarenta y pico millones de argentinos agotados y angustiados, menos los aplaudidores de siempre y también quienes viven con alguna facilidad (algún curro, bah) de esta "fiesta" gracias a un nivel de recaudación que es récord nominal y real gracias a la presión fiscal más elevada de la historia argentina.
De las crisis pasadas no vale la pena hablar demasiado, quienes tienen memoria y no compran relatos inventados o imaginados por el Ministerio de la Verdad (veasé 1984, de George Orwell) ni viven en Disneylandia recuerdan en carne propia que esas dolorosas crisis han sido, con sus variantes, bastante parecidas, aburridas y casi ridículas: inflación, alta inflación, atraso cambiario, uso erróneo del dólar como ancla para frenar la inflación (un instrumento que en todo el mundo se utiliza para otras cosas), con expectativas cayendo en picada, con corridas, explosión, más devaluación, puja distributiva, conmoción social y política, recesión, pérdida de todo lo ganado y, al final, otra vez volver cinco casilleros atrás, o diez casilleros, en un largo ciclo de decadencia de varias décadas que es objeto de estudio en varias universidades del mundo civilizado.
Resultado, la Argentina termina como Sísifo, aquel hombre que tropezaba siempre con la misma piedra y tenía que volver a empezar desde cero, básicamente porque no tenía memoria, ni la capacidad de aprender de sus errores para crecer de una vez y no volver a equivocarse.
Amigos y no tan amigos, en esta oportunidad la crisis vuelve a repetirse disfrazada de un populismo mesiánico que se define como progresista, pero que termina como en las ocasiones anteriores, con sus parecidos y sus diferencias...
El Coyote, que siempre llega tarde
y nunca alcanzará al Correcaminos
¿Pero porqué los argentinos quieren dólares en esta ocasión? Es tan sencillo que hasta Kicillof, si se olvidara del relato desnudo, de su ideología que atrasa más de un siglo y de su resentimiento de clase, podría comprender. Sencillamente para conservar el valor real de sus ingresos, sus ahorros, su salario, sus reservas, su capital, todo lo cual está siendo devorado más y más rápido por una inflación que el gobierno ha fabricado con su "modelo productivo", y luego escondido, barrido debajo de la alfombra, negado y mentido desde las estadísticas falsas del Indec.
Amigos, la gran mayoría de los argentinos no son especuladores, y quisieran ahorrar en pesos, si es que les queda algo luego de llegar a fin de mes. Pero en esta Argentina ahorrar en pesos es imposible. No por culpa de los bancos ni de los grandes grupos económicos (una abstracción populista para echarle la culpa a alguien de su propia ineficacia), sino de una política monetaria diseñada por el Gobierno para que la gente gaste todo lo que pueda, que consuma, que compre, que demande, pero que no ahorre, porque si se queda con el dinero sabe que lo que tiene perderá su poder adquisitivo más y más rápido, gracias al mecanismo perverso dado por la negativa diferencia entre tasas de interés (bajas) e inflación (más alta). La ecuación no cierra, claro. Esa es la idea.
El populismo no es otra cosa que esto: una fiesta financiada por el Estado con un aumento del gasto público por encima de todo cálculo racional. Y el gasto público, a su vez, se financia con emisión monetaria, también por encima de todo cálculo. Es lo contrario al ajuste. Es la diferencia entre la hormiguita trabajadora y la cigarra que dilapida el esfuerzo sin pensar en los tiempos de vacas flacas que llegan, siempre llegan, incluso a países potencialmente ricos, como la Argentina.
Ambos instrumentos del populismo (gasto público y emisión de pesos sin límite), finalmente generan, provocan, disparan, una inflación creciente que nadie se atreve, ni sabe, cómo atacar.
En el pasado, y ahora, llegados a ese punto, una y otra vez el gobierno de turno buscó alguna manera de financiar el gasto público desbordado que financiaba la fiesta (llamada "progresismo"). Alguna vez fue con emisión monetaria, otra veces con endeudamiento interno (festival de bonos), otra vez fue con endeudamiento externo (con lo que la fiesta terminó en inflación y default). Luego, le sumaron ingeniería financiera, de diversos tipos, la penúltima "invención" fue quedarse con los ahorros de las AFJP y sumarlos a los ingresos corrientes del Ansés, que debieran ser para pagar las jubilaciones y no para otros fines. Tanto que desde éste organismo se construyó una especie de Banco Central paralelo que hoy ayuda a "financiar" (¿regalar?) la fiesta de consumo que alimenta hace años aumentos extravagantes de la demanda, en un contexto de insuficiencia de inversiones para que el aumento de la demanda pueda equipararse con un aumento de la producción. La última invención fue usar al Banco Central como una "cooperativa de crédito para consumo", que se gasta sus fondos y no instrumenta los mecanismos para recuperarlos y seguir adelante.
Amigos y no tan amigos. Los argentinos no comen pasto como las vacas. No quieren dólares verdes por capricho, porque se confunden, especulan o no entienden la diferencia entre el pasto y el billete verde. No es que quieran dólares porque son imperialistas, vegetarianos, vende patrias colonizados o especuladores internacionales asociados a los famosos grandes grupos económicos. Es más sencillo, demasiado simple: quieren dólares, o cualquier bien o moneda que los ayude mantener el valor de su trabajo, para no pagar la cuenta de una fiesta de la que sólo participaron comprándose autos, electrónicos o ladrillos, todo en cuotas, como medio alternativo a la falta de opciones de ahorro genuino que la Argentina ha destruido, una y otra vez.
Lo que no quieren es pesos, porque no son estúpidos y han aprendido, duramente, dolorosamente, que quieren guardar, ahorrar, conservar, el poder adquisitivo de su dinero, sea poco o mucho, que sino se evaporará de sus manos por la maldita inflación que éste gobierno elude combatir, ya que gracias a ella recauda más impuestos para repartir y, seguramente, porque ni siquiera saben cómo bajar la inflación sin hacer lo que hacen 9 de cada 10 países del mundo civilizado: ajustar la ecuación entre ingresos y egresos, para no gastar más de lo que se tiene.
Como lo dice el cartel del Coyote, un poco idiota, pobre: no conocen el simple mecanismo de la ley de gravedad.
Así de simple. Así de triste. Así de fácil.
¿Por qué a los argentinos les gusta tanto el verde?
Eso eso todo por hoy. Les mando un abrazo, un saludo amoroso de Patricia Paltrow y, como siempre, hasta la Vicoria Secret...
¿Querés dólares o euros?
El Hombre Electrónico
Políticamente incorrecto