Carta desde el ciberespacio 175

300.000 argentinos reunidos en Rosario, el 25 de Mayo

Kirchner reunido con el piquetero D’Elía, en la sede del partido peronista


Elecciones de vida



Hola gente, amigos y no tan amigos. No estuve en Rosario el fin de semana pasado, aunque me hubiera gustado estar allí, para que quede claro, aunque soy un tipo de ciudad como tantos, que lo más cerca que tuvo una vaca en su vida fue a la hora de almorzar, y lo más cerca que estuvo de la soja fue cuando pidió un chop-suey en el chin-delivery de Lacroze cerca de Cabildo. ¿Seré un “golpista” más de los millones de argentinos (basta ver las encuestas serias) que no pueden comprender los caprichos de un gobierno que se ilusiona con vencer al campo y ponerlo de rodillas? Vale agregar que la idea de estos argentinos anclados en el siglo XX de derrotar a cualquier precio a estos otros argentinos (y quienes los apoyen, quienes desean vivir en el siglo XXI) implicaría vencer al sector más moderno y competitivo de la Argentina, una verdadera victoria a lo Pirro, algo así como destruir los superávit fiscal y comercial tan famosos, la recuperación económica y provocar que la gente huya del peso ante tanta incertidumbre (mientras Martín Redrado se divierte empujando el dólar a la baja, en una especie de operativo amedrentamiento para castigar a quienes compraron dólares hace unas semanas simplemente para cuidar sus ahorros o sus ingresos, pocos o muchos, sacrificando incluso el famoso paradigma de dólar alto tan apreciado por el gobierno). Esto es, suicidarse y ‘suicidarnos’. Dicho en sencillo, es cómo comerse la gallina de los huevos oro.
Pero no hay conspiración a la vista, sólo esa fantasía infantil de encontrar a alguien a quien echarle la culpa de sus propias ineficacias. De hecho, quienes tenemos más de 50 años, o 40 años, o 30 años, ni hablar de los jóvenes –sean hombres de a caballo, de tractor, de autito, “Bondi”, subte o tren de la ciudad- queremos fervientemente al sistema democrático, aunque sea una temblorosa “democracia líquida”, y deseamos que Cristina Kirchner gobierne, simplemente gobierne, hasta el final de su mandato, y que se ocupe de los problemas que hoy le inquietan a la mayoría de la gente, como la inflación real (no la de mentiritas que publica el Indek), la pobreza real (no la de mentiritas que publica el Indek), la pérdida de poder adquisitivo del salario y la inseguridad real, entre otras preocupaciones angustiantes que existen hace bastante más que los 90 días pasados, cuando comenzara el conflicto del campo. Y de atender los razonables reclamos del campo, de paso.
Pero el gobierno está ensimismado, cada día más aislado de la realidad, entrampado en eso que creen que es la verdad, pero sólo es su verdad, claro, lo que revela esa típica dosis de soberbia de aquellos que “nacen sabiendo”. Por las dudas, se rodean de gente que les dicen “Sí, Bwana”. Como me dijo Patricia Paltrow desde su buró de la calle de la Pared, muy ocupada en preparar sus vacaciones (conmigo, claro): “Gordito –me dijo hace un rato, desde su celular blutut, mientras caminaba entre gente que compraba más de lo que vendía porque Bernanke hizo muy bien las cosas-. ¿No ves que el kirchenrismo está cada día más aislado, aunque todavía no se note? ¿No ves flaquito que se están destruyendo ellos mismitos, sin prisa pero sin pausa, más por mérito propio que por las ‘conspiraciones’ que denuncian, más imaginarias que reales?” Qué bien que pregunta Paltrow, seguramente hubiera sido mejor periodista que banquera, lo que no es poco decir, y no hubiera tenido miedo –como 9 de cada 10 periodistas- de sentarse frente a Kirchner y preguntarle respetuosamente… “¿Sr. Presidente, usted realmente cree que la inflación es de sólo 8,9% anual o sabe que es de mucho más?”… Obviamente que Kirchner ni la hubiera atendido, sólo atiende a aquellos que puede controlar, que le obedecen, que callan, que otorgan. Pero Paltrow no es transgresora en las formas, ya lo saben, sino en todo, es una persona políticamente incorrecta que tiene la sana costumbre de decir lo que piensa, siempre respetuosamente, claro.

Capítulo único, para que haya una política contra la inflación hay que aceptar que ésta existe...

Y mientras los expertos dilucidan si la movida de hoy anunciada por Alberto Fernández para suavizar un poco la escala de las retenciones móviles es sólo una maniobra estilo El gatopardo (“cambiar algo para que nada cambie”, un reconocimiento tardío de que Houston tenemos problemas o una jugada más para aislar al campo sugiriendo que “no hay retenciones que les vengan bien”), hablemos de economía, de la realidad y de cómo el gobierno percibe la realidad. Total, la batalla mediática recién empieza y ahora el Gobierno –con esta corrección de las retenciones- tratará de demostrar que ellos sí quieren negociar, pero que la intransigencia es del campo.
El mismo 25 de mayo, el economista heterodoxo Roberto Frenkel escribió su columna mensual en el diario La Nación (
http://buscador.lanacion.com.ar/Nota.asp?nota_id=1015383&high=frenkel), que tituló “El problema económico más grave”. El planteo era sugestivo. Para Frenkel, el problema más grave no es la inflación, tampoco lo es la subestimación que de la inflación está haciendo el Indec. Para Frenkel, “el problema económico más importante es que las más altas autoridades del país creen que la tasa de inflación es la que publica el Indec en sus informes. Claro está que no puedo estar seguro de la veracidad de esa aseveración”, agregó. Y esto tiene varias interpretaciones. Ante todo, revela la honestidad intelectual de Frenkel, ya que en todos estos años, desde los tiempos en que Eduardo Duhalde fuera Presidente, apoyó y defendió (y seguramente lo sigue haciendo) al modelo productivista y el paradigma de dólar alto que sostuvieron y dicen seguir sosteniendo aún tanto Néstor como Cristina Kirchner, desde los tiempos en que Roberto Lavagna fuera el ministro de Economía heredado del mismo Duhalde. Pero tanto Roberto Frenkel como Eduardo Curia, así como otros economistas respetables que provienen de la heterodoxia y que estuvieron cerca del gobierno, ahora están tomando una llamativa distancia que no debiera pasar desapercibida, demostrando una independencia de criterio y una responsabilidad profesional que habla muy bien de ellos, en estos tiempos de travestismo, transversalismo y otros ismos. El kirchnerismo no es lo que era, y quienes defendían honestamente al kirchnerismo empiezan a tomar distancia del Jefe.
La pregunta que se hace Frenkel (¿el gobierno se cree realmente en las estadísticas del Indek?) no es una cuestión trivial. Si la respuesta es afirmativa, revela que existe una distancia considerable entre la realidad y lo que el kirchnerismo percibe que es la realidad, y si esto es así, el problema claramente no es sólo el elevado nivel de inflación, o el aumento del porcentaje de personas que están hoy por debajo de la línea de pobreza, sino que el gobierno se está engañando a sí mismo, y de manera inquietante. Esto es, en sí mismo, muy grave, y como lo señala Frenkel, el verdadero problema.
Uno puede entender que alguien engañe por un tiempo a la gente, aunque de ninguna manera esté de acuerdo con eso ni sea un camino justificable una estrategia de este sentido. Pero no es comprensible que alguien se engañe a sí mismo dentro de los esquemas de la normalidad, ni que quienes lo rodean (el famoso “entorno”, para utilizar una palabra muy de moda en los tiempos de López Rega, desde 1974 hasta marzo de 1976) acepten este engaño y lo sostengan, y lo defienden sin decir nada. Hay una película que revela una situación parecida: el líder indiscutible se despega de la realidad, y entre quienes lo rodean están los que creen en él ciegamente y quienes se dan cuenta de lo que está ocurriendo, pero no se atreven a contradecirlo. Se las recomiendo, lástima, no recuerdo el nombre.
La primera pregunta es si efectivamente la tasa de inflación que declara el Indec (intervenido desde lo más alto del Poder desde un año y medio) tiene algo que ver con la realidad. No es un tema menor para los argentinos, para quienes la inflación es un problema grave y angustiante que les mueve el piso bajo sus pies. No lo es para tampoco para el equilibrio de las variables macroeconómicas, tampoco, porque los precios relativos se van desacomodando y distorsionando más y más.
El cuadro que sigue a continuación pertenece al Estudio Broda, quien lo dio a conocer en su último ciclo mensual: para el Indek, la inflación del último año fue de 8,8 o 8,9% (abril 2008 contra abril de 2007), mientras que las cifras relevadas por los institutos oficiales de varias provincias que no se han plegado a las presiones gubernamentales promedian una inflación de 29,6%. Esto es, más de tres veces más, o visto de otra forma, la inflación actual triplica cómodamente a la que declara el Indec…

Fuente: Estudio Broda, ciclo mayo 2008

Pero si las estadísticas de los organismos provinciales que hacen su propio relevamiento y no lo manipulan no alcanzan, basta ir al supermercado. ¿Puede ser que millones de personas –quienes hacen las compras y pagan las cuentas todos los días- tengan la percepción que la inflación real es de 30%, o más? ¿Se trata de un problema de la diversidad de canastas que se toman para calcular la inflación? No lo parece, una diferencia de 3 a 1, según el segmento social que se tome como muestra, no debiera mostrar esas diferencias. Y si las tiene, son en contra de la versión oficial, ya que los alimentos han aumentado cerca de 30% el último año, y son el consumo básico de los sectores de menores recursos, que son los que han vuelto a ingresar por debajo de las líneas de pobreza e indigencia.
De la pobreza ni hablar. Pobres los pobres, cuando escuchan en radio 10 que el Indek les dice que la inflación anual tocó 8,9%. ¿Creerán que sigue hablando el excelente humorista del programa de Marcelo Longobardi?

El segundo gran problema es cómo atacar la inflación. El tema es delicado, ya que si el oficialismo realmente cree, como lo supone Frenkel (y yo estoy de acuerdo con él), que la inflación del último año es de sólo 8,9%, ni se preocupará mucho (como Raúl Alfonsín cuando subestimó el problema asegurando que “un poco de inflación no importa”, así terminó) en hacer una política antiinflacionaria severa, seria y contundente. “No es para tanto”, dirán. Pero si la inflación es, como lo indican todos los indicadores alternativos (privados y oficiales, más la sensación térmica de la gente) de cerca de 30% anual, se impone una política antiinflacionaria seria, para lo cuál hay que comprender los fenómenos económicos y tener un buen diagnóstico. Que no lo hay porque ni siquiera la inflación no es un problema… para los funcionarios, claro.


Sigmund Freud

Y ese es el verdadero problema, amigos y no tan amigos. Nunca creí que iba a estar tan de acuerdo con Roberto Frenkel y con la conclusión final de su artículo de La Nación: “ni siquiera sabemos qué percepción tiene (el gobierno) del proceso inflacionario”. ¿Me habrá hecho mal la vacuna contra la gripe?, o la Argentina se ha convertido en un país en blanco y negro (por obra y gracia del gobierno, quien esta semana “habló” a través de Julio de Vido, con esa frase que pasará a la historia; "No es hora para tibios; aquellos que están a favor del modelo deben decirlo porque ahora, el que no suma, resta").

Eso es todo por hoy, sin humor, sabrán disculpar, nadie está hoy para reírse y para peor mi humor no es de los mejores. Me voy a organizar las vacaciones con Paltrow, qué buen momento eligió para descansar.
Un abrazo,
El hombre Electronico