Como antes, la Argentina no aprendió de sus errores
Sobre crisis innecesarias y oportunidades perdidas
Hola gente, amigos y no tan amigos. El otro día estaba mirando el programa de TV de Marcelo Longobardi, cuando el analista político Rosendo Fraga, un buen amigo, dijo así como al pasar una frase sencillita que me dejó pensando, aunque no dijera nada que no supiéramos: “esta es la crisis más gratuita de la historia argentina”, explicó. Es posible que no la recuerde textual, pero dijo algo así. Yo le cambiaría una palabrita para hacerla más patéticamente perfecta, si se trata de describir lo que parece estar ocurriendo: “Esta es la crisis más innecesaria de la historia argentina”.
Nuevamente volví a preguntarme sobre el enigma argentino, ese “algo” que hace que pudiendo ser un país exitoso en el mundo, continuemos nadando camino a Africa Mía, con perdón por los africanos, a quienes, de paso, les empieza a ir en muchos casos mejor que a nosotros y se lo merecen, claro, porque vienen de muy abajo y nunca tuvieron ni siquiera la “suerte” de sufrir la enfermedad holandesa (la típica enfermedad de los nuevos pobres).
Me pregunté entonces si las anteriores graves crisis que vivimos también habían sido innecesarias y se podrían haber evitado, como se podía y se puede evitar aún la actual crisis ya desatada. Mi respuesta es que sí, que se pudo evitar en el pasado y que se podría evitar ahora, si se hubiera cambiado a tiempo, y si la ideología no hubiera sido más importante que las ideas, y si el Poder no hubiera sido más importante que todo lo demás, y si los argentinos fuéramos alemanes, o brasileños.
Esta vez, cuando menos, la realidad se ve tan ridículamente clara que permite asegurar que esta crisis, si se profundiza como se teme, será la más innecesaria de todas las vividas antes, aunque cuidado, el “patrón de comportamiento”, su origen, sigue siendo el mismo, aunque hoy no está el FMI (el malo de la película) para echarle la culpa, claro, como me lo recuerda mi amiga Claudia Peirano. Además, hoy la Argentina está distanciada pavorosamente de todo, sola en la madrugada, lejos del mundanal ruido por decisiones propias, pese a que el planeta no nos hizo nada y no hay ninguna conspiración a la vista.
Visto de otra forma: como hacía décadas que no ocurría, el mundo, esta aldea global, nos brindó esta vez el escenario económico internacional más positivo en años y no supimos aprovecharlo, como de costumbre. Hasta ahora, claro, en que hasta eso comienza a cambiar y el viento de cola está variando su dirección, y nuestro país, pese a lo que se diga de los “blindajes blindados”, no parece estar muy bien preparado para una recuperación del dólar en el mundo, y de los mercados financieros, y una simétrica caída de los commodities. Aunque los chinos, los hindúes y sobre todo el aumento del área sembrada en EE.UU. con granos para producir bio-combustibles, esté cambiando las curvas de oferta y demanda mundial, como no deja de remarcarlo mi amigo Luis Rappoport.
Y este es el punto crucial: en este caso, como en el pasado, la Argentina no tiene los reaseguros suficientes para enfrentar una posible caída del precio de los commodities, si llegara a ser de magnitud, lo que es posible. Como lo dijo Miguel Angel Broda hace unas semanas, si los precios de la soja vuelven al nivel promedio de 2006 “somos boleta”, pero no por culpa de los commodities, ni de alguna conspiración planetaria, sino por nuestra propia responsabilidad (o irresponsabilidad, más bien), por no haberse aprovechado estos años de bonanza de precios, crecimiento y liquidez internacional abundante para generar un clima de inversiones que hicieran sustentable la recuperación de la Argentina iniciada con fuerza previsible en el año 2003 gracias al típico rebote post-crisis que me fuera muy bien anticipado por Alfonso Prat-Gay, en un amigable almuerzo para hablar sobre el futuro complejo, allá por el año 2002. Todos señalan lo inteligente que es Nestor K y se preguntan por el secreto de su éxito. Creo que se equivocan, sólo ha sido vivo, muy vivo y audaz, pero la sabiduría no lleva al mismo lugar que la tradicional y “admirada” viveza criolla. No es lo mismo llegar alto que llegar lejos.
Eniuai. Me deprimí bastante con estas reflexiones tan optimistas, claro, así que apagué el televisor y me fui al escritorio a hablar por skype con Patricia Paltrow, que sigue en Niú York, Niú york, comprando y vendiendo, más comprando que vendiendo desde hace dos semanas, en su guerrita de todos los días en la Calle de la Pared, surfeando en la ola del Don Jones, con sus armas habituales (el auricular blutut en la oreja, sus post-it personales color celeste como sus ojos que cuelga ella misma por todas partes, todas toditas, su lápiz común y silvestre todo mordido delicadamente por sus labios famosos, sus camisas blancas siempre un poco desabrochadas a propósito para distraer al prójimo y ganarle (mujer al fin), y su Palm ya viejita, que va con ella hasta cuando se toma un minuto para revisarse su look en el batrum unisex de su buró. Pero bueno, ya era de noche y preferí escuchar sus comentarios divertidos sobre el mundanal ruido que pensar en Die Argentinien Von Tato…,
¿Qué fue de la Argentina de Tato?
… preferí verla a ella aunque sea en la cámara web, la extrañaba demasiado y, porqué no decirlo, necesitaba su alegría habitual., un poco maníaca pero siempre haciéndome bien, hasta cuando se queja femeninamente por cualquier delikatessen. Allí estaba, claro, on line, esperándome, vivimos on line, nos intuimos incluso, conocemos nuestros horarios, “Hola beibi –me dijo-, te esperaba para mandarte unos grafiquitos re-nais que te van a encantar, que demuestran que los commodities ya son más burbuja que efecto Chindia… y ya sabés, gordito, que el destino de las burbujas, siempre, es explotar”. Y se rió como se ríe ella, sólo le faltó decírmelo cantando con su voz de nena, claro, total ella estaba en Park Avenue y yo en Barrancas de Belgrano, cerca del lugar de los hechos, no van a comparar, así cualquiera sonríe.
Hablamos un rato. Nos dimos un beso virtual, era lo que había, ella me envió los grafiquitos claros como sus ojitos, ya los verán, nos dijimos las cosas lindas de siempre y yo volví a pensar en la frase de Rosendo Fraga. Pensé que en el pasado el país enfrentó demasiadas crisis muy graves, ni hace falta que les recuerde las últimas cuatro o cinco, crisis de las que el país también se recuperó dolorosamente, una y otra vez, pero claro, en esos casos podía decirse que se trataba de crisis motivadas por razones concretas, en general externas (siempre es bueno tener a alguien para echarle la culpa de todo). En todo caso, lo que uno debiera preguntarse es cómo llegamos entonces a aquellas situaciones extremas, y empieza a ser cada día más claro: porque la sociedad argentina, dirigentes y dirigidos, no tomó, no tomamos, decisiones adultas antes de llegar a las duras explosiones o implosiones económicas, sociales y políticas que nos tocara vivir en el pasado. Y entonces le echamos la culpa al mundo, al último Presidente, total, yo no lo voté.
Como dice mi amigo Carlos Mira, “Así somos, así nos va”. Una y otra vez. ¿Hay algo nuevo bajo el sol? ¿Toda la culpa será de Kirchner esta vez, como antes lo fue de De la Rúa, como antes de Carlos Menem, como antes lo fue de Raúl Alfonsín, como antes lo fue de Leopoldo Fortunato y sus antecesores, como antes lo fue del Rodrigazo, como antes lo fue de Onganía? Etc…
Capítulo I, ¿por qué no nos dimos cuenta antes?
Aunque en el pasado hubo también shocks externos, subas de tasas, bajas de tasas, subas de commodities, bajas de commodities, crisis importadas, crisis petroleras, tequilas y caipirinhas y hasta restricciones externas feroces cuando la economía crecía más de lo que podía, en un país con deterioro secular de los precios de los commodities, shocks de devaluaciones en otros países emergentes, etcétera, etcétera. Y hubo también, no podemos negarlo, demasiados horrores internos, propios, intransferibles, demasiado pasarnos de una punta a la otra del dial, demasiado del famoso péndulo argentino, demasiada falta de políticas de Estado, demasiada economía ideologizada por la política, demasiados azules y colorados, vencedores y vencidos, unitarios y federales, montoneros y militares, laicos y libres, demasiados peronistas verticalistas versus gorilas en la niebla, demasiada política de corto plazo, demasiada adolescencia apresurada, demasiada gente creyendo que tenía la razón, demasiado poca humildad, demasiada intolerancia, demasiada soberbia de un lado y del otro.
Mientras escribo esta carta 170, lo escucho a mi amigo Enrique Szewach en FM Identidad, diciendo una frase inteligente, también impactante como la de Rosendo… “los argentinos somos los únicos que hemos convertido una oportunidad en una crisis, al revés de lo habitual”, refiriéndose a la enorme “capacidad” que ha tenido la administración Kirchner para destruir, o desaprovechar para ser suaves, el enorme viento a favor que tuviera el país gracias al boom de los commodities asociado al crecimiento mundial de los últimos años.
Hay que reconocer que no cualquiera hubiera desaprovechado, como lo hizo y lo sigue haciendo este gobierno, esa enorme oportunidad importada, había que hacer muy mal las cosas, había que hacer una pésima política económica (¿y donde está el piloto?), había que negar demasiado la realidad, había que romper demasiados termómetros y esconder debajo de la alfombra demasiada inflación, había que ponerse al mundo en contra, a los inversores de corto y de largo plazo en contra, había que subestimar demasiado al campo y a la crisis energética y de infraestructura, y a todos los problemas de estos años a los que no se les prestó la debida atención hasta que empezó a hacerse, maibí, junous, demasiado tarde. Había que equivocarse demasiado, confundir mucho realidad con ficción, ideas con ideologías, es cierto. Pero no nos engañemos, no nos olvidemos, en el pasado también dejamos llegar las cosas demasiado lejos. En el pasado, también, hubo más política que sentido común, más confrontación que concertación, más soberbia que tolerancia, más “yo tengo razón y el mundo está equivocado”. Como el famoso Sísifo, no sabemos aprender de nuestros errores y cambiar a tiempo. Kirchner es el último eslabón de una sociedad soberbia, que no es lo mismo que soberbia sociedad.
Por eso creo que ambas frases, la de Rosendo y la de Enrique, no alcanzan para explicar el enigma argentino que nuevamente nos amenaza con una mala pasada, pese a que esta vez, no podemos negarlo, la oportunidad desaprovechada es especialmente increíble y lo que viene por delante es una crisis pavorosamente innecesaria. Pero no nos engañemos, en el pasado hubo también demasiadas crisis como la que está en ciernes, a punto de dispararse, hoy, 25 de abril de 2008. No alcanza con pensar que las veces anteriores tuvimos mala suerte y que estas veces, para peor, hemos tenido buena suerte. En ambos caso apuntamos en la misma riesgosa dirección de no aprender de nuestros errores, de no mirar un poco más allá de nuestras narices, de no valorar principios como la tolerancia, el respeto, la democracia, el pluralismo, las “instituciones” básicas sobre las que se construye una sociedad capaz de crecer. Así somos, así nos va, como dice Carlos Mira.
Epílogo, la crisis más innecesaria de todas
Pero Rosendo también tiene su cuota de razón. Enrique tiene su cuota de razón. Miguel Broda tiene su cuota de razón. Esta crisis, la que ya está aquí aunque nos duela, es, será absoluta y totalmente innecesaria, por eso duele más, triplica puntos palabra, como dice Paltrow cuando jugamos al Scrabble planetario online. Mientras el Gobierno desalienta la inversión, la exportación y la producción agropecuaria, y la exploración energética, y todo lo productivo que dice valorar, en el mundo los precios de los alimentos baten récords (por ahora), menos mal. Y mientras esto persista, “zafamos”, aunque quizá ni así, ya que las señales conocidas ayer fueron más de lo mismo, otra vez sopa. El Presidente Kirchner echándole la culpa de todo a los productores agropecuarios (de la inflación que comenzó hace más de dos años, los incendios, la cortina de humo, los cortes de ruta, el facón que usan para defenderse los gauchos, que la abuela parió quintillizos y no recuerdo qué más) es como la confirmación de esa crisis innecesaria, que en vez de tender puentes a la conciliación y desactivar la explosión o implosión en ciernes corta puentes como si todos fuéramos ambientalistas de Gualeguaychús.
Les copio los tres grafiquitos que me mandó Paltrow, para tratar de pensar en qué momento, cuándo, el viento se dará vuelta. Son sencillitos y contundentes, ya que confirman que una parte importante (pero no toda, claro) de la suba de los precios de los commodities en los últimos seis meses se explica por el “efecto timba”: en concreto, cuando las acciones norteamericanas caían porque había pánico en los mercados ante la explosión de la burbuja inmobiliaria de los Usas (gráfico superior izquierdo, el S&P 500), subía paralelamente el precio de los commodities (gráfico superior derecho). Dicho crudamente, salía dinero de las acciones tradicionales y una parte fue a refugiarse en commodities, con el agravante (como lo remarcó Ricardo Arriazu en un seminario, la semana pasada) que el mercado de commodities es muchísimo más pequeño en volumen que el de las acciones del Don Jones y S&P, con lo que la nueva burbuja crece muy rápido, demasiado rápido, aunque debe caer de la misma manera cuando se da vuelta...
Evolución acciones según S&P 500, fuente Yahoo Finance
La pregunta del millón, ¿en qué momento los commodities empezarán a caer? En el momento que el dólar empiece a recuperarse en el mundo, lo que seguramente coincidirá con el momento en que las acciones norteamericanas se recuperen y los inversores salgan de commodities y vuelvan a “home, sweet home”. El gráfico espejo de abajo, para los que tienen dudas, confirma lo ocurrido en el último año: baja el S&P, suben los commodities. Y al contrario, cuando suba el S&P, bajarán los commodities, quizá con sobre-reacción, gracias a los famosos comportamientos de manada tan veloces gracias a este mundo online.
Indice S&P 500 versus ETF “DBU” de commodities
Agrícolas, basado en trigo, maíz y soja,
qué casualidad, lo que vende la Argentina…
Ese es todo, amigos y no tan amigos, es el tiempo que tiene el gobierno para apreciar la realidad como es, sin anteojeras, para aprender de sus errores y cambiar a tiempo. Que después no digan que Paltrow no les avisó…
Lo que el viento se va a llevar…
Un gran abrazo,