Carta desde el ciberespacio 172




(Publicado año 1986)
(Publicado año 1996)













¿Podrá sobrevivir el modelo K?
Esperando el 25 de mayo

Hola gente, amigos y no tan amigos. Estaba almorzando mientras miraba CNN en español hace un rato, aunque últimamente hago zapping con Todo Noticias, ahora que están recuperando la objetividad que nunca debieron perder. Es un mérito de Nestor Kirchner y su mujer, los mejores publicistas del grupo Clarín, que en estas semanas está subiendo el rating televisivo y el tiraje en venta de diarios. Los muchachos del “gran diario argentino”, del multimedia, saben de su trabajo, hace décadas que trabajan en medios y ya vieron pasar a varios presidentes de esos que soñaron con quedarse a vivir en la Quinta de Olivos. Se ilusionaron más bien, y ya sabemos que los sueños a veces se hacen realidad, pero de las ilusiones sólo podemos esperar desilusiones.
En CNN, Carolina Cayazo, su corresponsal para la Argentina, entrevistaba respetuosamente a un productor agropecuario, con una boina vasca muy parecida a la que usara la Presidenta en su última caminata por París para defender parcialmente los derechos humanos, pero la del gaucho era en serio, no para salir en el canal Fashion. Esa imagen incomprensible de una Argentina rica que no sabe aprovechar la enésima oportunidad y con ella genera una nueva crisis (como lo dijo el otro día, ingeniosamente, mi amigo Enrique Szewach), se verá en todo el mundo hoy mismo, para asombrar más a quienes en el exterior no entienden ni entenderán a los “incorregibles peronistas”, tomando las palabras de Jorge Luis Borges.
El hombre hablaba con dignidad, sin resentimiento, respetuosamente. Pero se lo veía triste allí, al borde mismo de alguna ruta del interior del país, protestando pacíficamente, aunque sin dar lástima, claro. “Estamos perdiendo plata y el país también”, explicó con dolor el señor, que parecía llorar por dentro, aunque nadie lo notaría nunca. Pero aclaró que no iban a aflojar en su protesta. Transmitía serenidad, no gritaba ni acusaba ni insultaba a nadie, al estilo de los funcionarios K. Sólo estaba triste de tener que estar allí, en vez de hacer su trabajo de sol a sol, como es la costumbre en el campo argentino. Sentí pena y admiración al mismo tiempo. Era uno de esos argentinos por los que uno puede sentir orgullo y que nos devuelven la confianza en el país y en nosotros mismos. Y no tenía “cara” de “lock-out” patronal, más bien de un tipo que trabajaba con su gente, algo que los progres argentinos, que dividen esquemáticamente a la sociedad en empresarios y trabajadores, jamás podrán entender. Para ellos ganar plata está mal y quienes lo hacen no son trabajadores, sino desposeídos. Se quedaron en el siglo pasado y siguen creyendo en palabras como “explotación”. Un prejuicio de aquellos tiempos. “¿K y sus cuarenta obedientes sabrán que hace casi 20 años se cayó el muro de Berlín y que hoy la Coca Cola cumple sus primeros 122 años de vida?, flaquito…”, me preguntó Patricia Paltrow anoche por el skype, desde su depto en Park Ave, en alpargatas blancas, una larga camisa blanca para dormir (mía, claro, siempre me las saca) y sus bermudas de jean demasiado gastadas y agujeradas, para mostrarse más country y hacer juego con la situación, claro. Se contestó solita, mujer al fin: “No gordito, no lo saben, se quedaron en los setenta, en 1973 o 1974, no me acuerdo la fecha exacta, aquel día en que el General les dijo imberbes y los echó de la Plaza de Mayo. Y ahora vienen por la revancha, resentidos, no para construir nada, sólo para reabrir heridas viejas y poner a los argentinos a unos contra otros”. Lo tenía clarísimo, no sólo de bonos y stocks entiende Paltrow, que no necesita miles de dólares y lucir un modelito nuevo cada vez que aparece para lucir linda, claro, nadie llega a Park Ave. sin tener una visión cosmo de la vida. “La belleza es de adentro hacia fuera, nunca al revés”, suele decir ella misma. Y agregó, en broma: “La única explotación que yo veo aquí es la de una pobre mujer por parte de su marido, que la utiliza como mujer objeto presidencial”. Y comenzó a reírse sin parar con su idea un poco bizarra, como es a veces ella.

Capítulo I, ¿podremos sobrevivir a la próxima crisis?

Amigos y no tan amigos. Tengo que reconocer que en las últimas décadas a veces me equivoqué, y mucho. En el libro de reportajes “¿Podrá Sobrevivir el plan Austral?”, publicado en abril de 1987 creí sinceramente que todo terminaría bien. Y me equivoqué. Entre los entrevistados de aquella vez, hubo varios que acertaron. Uno de ellos fue el sindicalista Armando Cavalieri, tipo moderno y realista si los hay, quien en su estilo irónico y de gran negociador, percibió enseguida que aquello no terminaría bien. Hay algunas frases dichas entonces por él que me ponen nervioso:
- ¿Estamos haciendo algo para atraer inversiones? –le pregunté en la conversación.
- El Presidente Alfonsín todos los días convoca inversores. Pobre Presidente… –respondió, sonriendo con su ironía habitual- Y luego agregó que lo primero que había que tener, para atraer inversiones, era “coherencia ideológica”. ¿Era en 1986? ¿Fue ayer? ¿Esto no les provoca un dejà-vu al revés?
Y luego agregó, para concluir su opinión sobre el plan Austral, que “para mí cumplió con su cometido. Ya está agotado. Sirvió primero para bajar la inflación y para ganar una elección”…
Quien vio también los defectos y las virtudes del plan Austral fue Domingo Cavallo, otro de los entrevistados, aunque en aquel momento mostró una prudencia muy especial y una actitud constructiva destacable frente al esfuerzo que estaban realizando la Argentina y la administración Alfonsín. En concreto, habló de los “mecanismos muy ingeniosos para romper la inercia inflacionaria, y de un presidente con una gran capacidad de persuasión y que inspira mucha confianza en la población”. Pese a esto, destacó que no había avanzado en la dirección de restablecer dos equilibrios muy importantes de la economía: el fiscal y el del sector externo.
En el libro de reportajes “¿Podrá sobrevivir la convertibilidad?”, publicado a princpios de 1996, también fui demasiado optimista, y también me equivoqué. Entre los 25 entrevistados estaba Roberto Lavagna, quien ya a principios de 1996 dijo lo siguiente: “sino hay modificaciones de Cavallo a su política, la convertibilidad no va a sobrevivir”, sentenció, aunque valorizó el efecto estabilizador que había tenido la estrategia anti-inflacionaria realizado por su archienemigo, el Mingo, como dirían en Batman y Robin. Pero cuidado, la Convertibilidad no “se le cayó” a Carlos Menem, quien entregó el poder en tiempo y forma luego de fracasar con su intento de reelección que, hay que reconocerlo, fue bastante más genuino (vistas las cosas hoy) que el que utilizó Néstor Kirchner para quedarse con el bastón de mando ganancial. La convertibilidad se le cayó a la Alianza y la terminó de explotar Eduardo Duhalde, en todo caso, y la historia juzgará quiénes hicieron las cosas bien, y quienes no.
Pero el recuerdo de estos dos libros sólo busca apelar a nuestra memoria para pensar y aprender de nuestros fracasos. No me gusta vivir en el pasado ni volver recurrentemente a él. Estoy cansado que me lleven y me traigan por el tiempo, pero muchos argentinos tienen serios problemas con el pasado, con la memoria, no sé si es en el disco rígido o en que parte del hard o del soft de nuestra computadora cerebral. Solemos chocar varias veces con la misma piedra. Llamen a su soporte técnico y pregunten.
Sólo un detalle: la economía argentina ha mostrado en las últimas décadas, mínimo, 4 severas crisis económicas y sociales cuyos diagnósticos han apuntado en la mayoría de los casos a explicarse por desequilibrios fiscales, monetarios o de endeudamiento público, que siempre culminaron en explosiones cambiarias y en paralelos repuntos inflacionarios. En casi todos los casos, entre una crisis y otra hubo recuperaciones muy pujantes que los gobernantes de cada momento, subidos a la ola de la euforia y a las necesidades electorales del momento, denominaron crecimiento económico. Pero como suele decirlo mi amigo Vicente Massot, mentir está mal, pero mentirse a uno mismo es mucho peor”. Yo agregaría que es enfermo. En todo caso, la pregunta del millón es porqué en la Argentina los políticos se enamoran de un modelo cuando va todo bien y no se atreven a hacerle las mejoras o los cambios necesarios a tiempo, por las buenas, ante que la realidad las hiciera por las malas. Esto resume las últimas 4 crisis argentinas, y quizá anticipa el destino de la actual. Y revela un problema de los argentinos, dirigentes y dirigidos: no ver la realidad a tiempo, engañarse y aterrizar cuando ya es demasiado tarde.
Lo concreto es que la economía argentina viene retrocediendo en el mundo hace décadas, lo que revela que lo que ocurre en nuestro país es un problema serio, estructural, crónico, persistente, que no se resuelve echándole la culpa al gobierno anterior, ni al anterior del anterior, ni a un sector, ni a otro. Es más, todo indica que ni siquiera se trata de un problema económico, ni de falta de riqueza y recursos del país, sino de algo más profundo que tiene que ver con nuestra conformación como sociedad. Lo tenemos todo, pero siempre volvemos al principio, lo destruimos otra vez. Como en la película “El día de la marmota”, todas las mañanas nos despertamos a las seis para comprobar que estamos en el mismo día que ayer, igual al anterior, al anterior. La pregunta sin respuesta es simple: ¿podremos sobrevivir esta vez? ¿El gobierno reaccionará a tiempo?

Capítulo II, el modelo K, más viejo que mi abuelita Rosa (a quien extraño mucho)

Todo esto viene a cuento porque esta vez las cosas parecían muy diferentes. Ya lo saben, el superávit comercial, el superávit fiscal, los 50.000 millones de dólares de reservas internacionales de las que se vanagloria el gobierno (de paso, cuando se fue Carlos Menem dejó algo más de 27.000 millones de dólares de esa época en reservas, a los que si se les agrega la inflación desde entonces lleva la cifra a más de 36.000 millones de dólares reales, y si además se considera la caída del dólar contra el resto de las monedas del mundo (más de 40%) llevaría a estimar que aquel nivel de reservas internacionales no era hacia fines de 1999 muy diferente al actual, en términos de poder de fuego. Luego vino la Alianza y en el primer año de gobierno perdió unos 10.000 millones de dólares, comenzando el principio del fin.
Eniuai, pese a esta aclaración, debe reconocerse que si algo está claro, hoy por hoy, es que ésta es por donde se la mire (superávit gemelos, reservas, contexto internacional, precios de commodities) la crisis más innecesaria de todas las de estas décadas es la actual, y si termina otra vez mal va a ser por exclusivo cabezadurismo del gobierno (Néstor Kirchner y sus cuarenta obedientes), cuyo peor problema es engañarse a si mismo. Así, no está viendo adecuadamente la realidad. Y eso si que es grave.
Terminada la batalla contra el campo, que en apariencia ganó el gobierno por desgaste (una nueva victoria a lo Pirro del Frente de las Victorias), el próximo paso es el 25 de mayo y las medidas que sin duda presentará la Presidenta Kirchner ante el Congreso, y que apuntarán a un pacto social para frenar la inflación (un congelamiento de precios, explícito o no) que será refrendado seguramente por la CGT de Moyano y por algunos empresarios temerosos, que firmarán adonde los digan, vaya uno a saber porqué. Y sino firman, no importa, el Acuerdo Social se impondrá con presiones oficiales y paralelas a los supermercados y a otras empresas que comercializan productos de la nueva canasta familiar. Esto es, con los desconocidos de siempre saliendo a la calle a amenazar con grupos de choque y los viejos sistemas conocidos para amedrentar, y nuevos “operativos choripán”, que cada día tienen menos resultados ya que el club de Intendentes Fanáticos empieza a mostrar que ya no son tan fanáticos. Ni hablar de los gobernadores y las cosas que se dicen en voz baja.
La gran duda de esta profundización del modelo (¿se puede decir “venezuelización?), ya que queda totalmente descartado que no habrá un cambio en la política económica que implemente una política anti-inflacionaria seria, es si simultáneamente habrá un fuerte y necesario reacomodamiento de los precios relativos como el instrumentado sigilosamente en los meses previos al lanzamiento del plan Austral, como precondición para dotar al esquema de una mayor consistencia técnica que le brinde sustentabilidad. Y cuando se habla de precios relativos se habla del dólar, las tarifas de los servicios públicos, los combustibles, el nivel relativo de presión fiscal al agro y la industria (para compensar por vía cambiaria el desfasaje que se está produciendo entre la paridad cambiaria real y los costos y precios internos) de productos que ya están faltando en las góndolas (y no estoy hablando en chino esta vez), los surtidores y las estufas. Dicho en castellano, un desdoblamiento cambiario, tipos de cambio múltiples., ajuste del dólar nominal al paradigma productivista de dólar alto u otras denominaciones probadas una y otra vez en la Argentina, sin éxito, claro.
Queda en duda, por último, si la Presidenta, viendo la oposición que ha generado el Tren Bala, suspende esta ilusión faraónica en un país en que los tres comunes están en pésimas condiciones.
¿Mi opinión? Confieso que tengo dudas acerca del nivel de profundización del esquema que prepara el nuevo Fernández Clon junto a Bwana, su jefe. Lo cierto es que sino se atacan las cusas de la actual inflación, que es básicamente de demanda, el plan funcionará como siempre, por poco tiempo, y terminará mal, para no variar. Además, faltan 17 días para el 25 de mayo, y esto, en el país del nunca jamás, es el largo plazo. Hay días que creo que habrá un previo reacomodamiento de la paridad cambiaria y los otros precios, aunque gente muy seria asegura que no, que ahora la única prioridad es la lucha contra la inflación (con la vista puesta en las elecciones de 2009, claro) y que el dólar en este nivel es a la vez ancla que en el corto plazo sirve de reaseguro para evitar una posible inflación cambiaria que se sume a los demás motores que empujan los precios. Y como el largo plazo (después de 2009) no le interesa a nadie…
Como lo suele decir Miguel Angel Broda, el problema que tenemos en la Argentina no es el paciente, que no está nada mal de salud, sólo tiene mucha fiebre (32% anual) y los análisis de sangre revelan algunos desequilibrios y distorsiones por ahora manejables), sino el médico, que no aprobó La Lección de Anatomía.

Epílogo, sobre gauchos nobles y no tan nobles

Pensando en esa imagen del hombre de campo entrevistado por Carolina CNN Cayazo, me quedó del todo claro lo de Néstor Kirchner y sus cuarenta obedientes. En el Gobierno creen que la última batalla contra el campo fue una victoria genial del general, aunque insisto, fue una Victoria a lo Pirro, lo que se verá en el futuro. Victoria a lo Pirro como lo fuera aquella “renegociación” de la deuda pública defaulteada, que en su momento pareció un negocio redondo (“jejeje, les ganamos la pulseada, les pagaremos sólo el 25% de la deuda a esos usureros internacionales, somos unos genios, Gardel y Maradona juntos”, sugerían los exitistas desaforados, al mejor estilo chanta argentino). Pero hoy, tres años después, more o less, queda claro que no ganamos, sino que perdimos y a lo grande, ya que la deuda pública es mayor que la de entonces, y hoy la Argentina, que está en un nivel de riesgo país cerca de 600 puntos básicos (por mérito propio, no por culpa de la crisis financiera norteamericana), no obtiene un dólar de financiamiento internacional, salvo que se los pida a Hugo Chávez, ese que les cobrará caro el favor y que ahora, de hecho, se está quedando con un pedazo de Techint, más los intereses del préstamo que tramitan Julio de Vido y algún Fernández Clon, allí por Caracas, entre otras cosas.
No quiero pensar, por lo demás, qué ocurriría si siguen subiendo el dólar y el Don Jones. Eso sería un verdadero shock externo…













Y entonces Paltrow, que a veces se hace la tontita de Park Ave. pero que de tontita no tiene ni un solo rulito rubio, me dio hoy a la ñañana, antes que toque la campanita allí en la calle de la Pared, una idea alentadora y optimista dentro de tanta pálida. “Flaquito –me dijo-, no te equivoques, el hombre de campo argentino no es como el del Martín Fierro, un vago y malentretenido, (y chanta, agregó, por si quedaba alguna duda) sino como el resero, baqueano y domador de caballos del libro de Ricardo Güiraldes, o sea, educado, silencioso, leal y austero, ¿te acordás baby cuando lo leíamos en el cole?”. Y me recordó aquella historia del gaucho Don Segundo que toma a un chico huérfano y medio perdido casi como un hijo propio, y le enseña en unos años todos los principios de honorabilidad, firmeza, lealtad y dignidad que lo marcarán y forjarán para toda su vida. “Me parece que describe bastante mejor al verdadero hombre de campo argentino”, gordito, me dijo, dejándome pensando otra vez sobre el sencillo hombre que Carolina Cayazo entrevistó hoy en CNN y que quizá de la vuelta al mundo.
Si esto es así, si el hombre del campo argentino tiene códigos y principios, e ideas más que viveza criolla, la batalla entre el gobierno y el campo no terminó, sino que acaba de empezar. Es una batalla no deseada por el campo, pero que la enfrentará como enfrenta cada día de sol o de lluvia, no como nosotros los citadinos que sólo vemos una vaca en la ruya 2 (sino hay niebla) o yendo a Punta del Este.
Mientras tanto, esperemos con calma hasta el 25 de mayo. En el medio habrá operaciones, presiones y provocaciones en las que no habrá que engancharse. A lo sumo, preparando la cacerolita y el cucharón, las sencillas e inofensivas armas que inventaron los argentinos, a lo Gandhi, para defenderse de los que se resisten a ver la sencilla realidad que tienen ante sus ojos.
Es tardísimo, un abrazo,

El Homble Electrónico
(políticamente incolecto)