Fuente: Ciclo económico mensual, Estudio Broda, septiembre 2009
Por eso, todo aquello esta pasando, tranquilos. El Tsunami está pasando en el mundo y quedan las obvias secuelas de un desempleo mayor (porque siempre es lo último que ajusta), junto a preguntas como la velocidad de salida de la recesión (que será amarreta, según Miguel Broda, y un poco más veloz, según Paltrow, que siempre apuesta a que los comportamientos de manada mandan). También está pasando, poco a poco, la inquietud sobre cómo se reducirán los déficits acumulados en los países que hicieron sus salvatajes financieros y fiscales masivos y la aburrida pregunta sobre si V o W que se hacen los que en su vida escucharon hablar de un tal Joseph Schumpeter y su “destrucción creadora”. Y está pasando el temor a una L alargada y peligrosa a la japonesa. Y todo ello ocurre mientras los mercados vuelven a mostrarse compradores (más allá de las tomas de ganancias y los movimientos laterales), los indicadores de confianza mejoran, los fundamentos económicos demuestran que la economía mundial estaba más sana de lo que parecía, los stocks se ajustan como deben en toda salida de la recesión (a la baja), los pagos netos de la “factura fiscal” no son tan elevados porque toda aquella deuda se emitió a tasas de interés casi cero. Etcétera. El único temor, ahora que hasta el riesgo a la deflación empieza a quedar atrás, es el dólar como moneda fuerte. Pero Paltrow, que estudió en Chicago y se la pasó haciendo research de monedas en Londres por unos años en un banquito llamado JPMorgan, sigue repitiendo, sensualmente, alegremente, con mis camisas desabrochadas aquí y allá, aquella frase que leyó hace unos meses en el diario El País: “te apuesto unos besos, flaquito, el capitalismo tiene los siglos contados”, me dice, y sostiene que así como el dólar se recuperó en los meses previos en que todos amaban los Treasuries, ahora estamos en un período de descansito y flaccidez, hasta que alguien grite fuego porque la economía se recupera, se estimula, se acelera, y Ben Bernanke y su Fed empiecen a subir las tasas. “Gordito flaquito, allí quiero ver a los que se desprenden de dólares y compran eurosescleróticos, canguros australianos, coronas suecas liberadas, el famoso oro que ya cruzó hacia arriba los 1000 dólares la onza (que metal tan grasa para tener, dice ella con cara de asco)” y la famosa manada de la vuelta y vuelva al color verde, así como la libra esterlina suele tener sus sube y bajas feroces pese a que los ingleses ya no son el imperio que manda en el mundo. “Flaquito, ¿vos vez a los chinitos jugando contra el dólar y los Estados Unidos, más allá de sus jugueteos y que la tendencia de largo plazo es al multilateralismo prudente en un mundito demasiado chiquito, global, interdependiente, en donde no hay margen para cortarse solos?”. Todas estas cosas hablamos en estos días, paseando entre sol y sombra y jugando a que la segunda mitad de la vida puede ser mejor que la primera, aunque mi frase predilecta sea que “la experiencia es aquello que nos llega cuando ya no la necesitamos”, pero ella me apreta la mano, hasta que duele, me sonríe y me dice “no jodas, gorditoflaquito, ahora viene lo mejor”. Y se pone a hacer planes para el próximo viaje a Ihlabela para escaparse, ella del invierno neuyorkino que la deprime y yo de la Argentina, que nos agota con las travesuras de Pinky Cricri y Néstor Cerebro para seguir teniendo el poder a cualquier precio. Mientras tanto, al menos, hay una buena noticia: así como el mundo dejó de caer y terminó la recesión, hay una nueva oportunidad económica para la Argentina con el viento de cola que está volviendo y un cierto despegue de la economía de la política. ¿Lo aprovecharemos? Junous. Capítulo II, ¿controlar el funcionamiento competitivo de los medios o sus contenidos? “En medio de la controversia por el proyecto de ley de medios que se discute en el Congreso y un día después del masivo operativo de la AFIP en Clarín, duramente cuestionado, la presidenta Cristina Kirchner reivindicó hoy la libertad de prensa y anunció el envío al Congreso de un proyecto de ley para suprimir del Código Penal los delitos de calumnias e injurias para el caso de la libertad de expresión”. Esto pertenece a una nota de La Nación publicada la semana pasada, comentando una nueva frase de Cristina Kirchner declamando su amor por la libertad de expresión. La frase de la Presidenta fue sugestiva en aquel día: “prefiero mil millones de mentiras antes que ser la responsable de cerrar la boca de alguien. Esta es la forma en que entiendo la libertad democrática"… Eso dijo Cricri, inocentemente, en aquellas declaraciones públicas, al otro día de la invasión de funcionarios de la AFIP al grupo Clarín, mientras un rato después el Indec daba a conocer el índice de inflación de Agosto de 2009, según el cual los precios en la Argentina aumentaron 0,8% en el mes pasado, contra estimaciones privadas que la ubican entre 1,2% y 1,5%. Confieso que no entendí qué quiso decir, si estaba acusando de mentirosos a los argentinos que no creen la versión oficial que suele sugerir que la Argentina es casi Disenylandia (70% de la población, more o less, que votó contra los Kirchner), o si acusaba sólo a los periodistas, una costumbre kirchnerista que se ha acentuado dramáticamente luego de las elecciones de 28 de junio, ahora que sus geniales especialistas en autopsias electorales les explicaron que perdieron por culpa de una falla en la comunicación. De repente, me pregunté si aquella frase no estaba escondiendo uno de esos actos fallidos que describen los psicoanalistas, cuando una persona dice algo sin darse cuenta que está diciendo, sin querer, todo lo contrario. En concreto, ¿creen los Kirchner en la libertad de expresión, en el debate, en la gente que piensa diferente a ellos, en el pluralismo, en el respeto por los demás? Luego de lo ocurrido en estos días con el proyecto de ley de medios audiovisuales, tengo que decir que todo indica que más allá de las proclamadas y continuas declaraciones a favor de la libertad de prensa y expresión, la ley en cuestión apunta justamente en el sentido contrario. La manera de aprobar la media sanción en el Congreso, a las apurados, a la madrugada, ahora o nunca, antes que el mandato de sus legisladores caduque en diciembre próximo, eludiendo un debate serio y sosteniendo un proyecto que claramente apunta a controlar los contenidos (y la pauta publicitaria del Estado), más que a promover una mayor competencia y transparencia entre los medios parece ir en sentido contrario. Si esto es así, el proyecto, aunque triunfe, aunque se convierta en ley, será otra victoria a lo Pirro. Pero como decía mi abuelita, lo que vale es la intención, aunque debo decir que mi abuelita se engañaba mucho, también. Lo que no han visto muchos de quienes en estas semanas han debatido este proyecto es que los medios gráficos (que tanto obsesionan al oficialismo) están lentamente en retirada. Que los programas de noticias e información que conocemos (en radio y televisión) están modificando su formato día a día, ampliando sus horizontes, sus posibilidades. Que la Galaxia Gutemberg está dando paso, sin prisa pero sin pausa, a la Galaxia Gates. Que la conformación de los medios de comunicación en este mundo híper-tecnológico y maravilloso está mutando día a día. Que el lenguaje mismo que utiliza la gente está más vivo que nunca. Que los medios de comunicación son más “medios” que antes, sólo medios, con mensajes que van y que vienen de manera imparable y crecientemente incontrolable, menos mal. Que la única forma de controlar esto es encerrando al país desde el punto de vista comunicacional, prohibiendo o saboteando o manipulando el uso del ciberespacio, con todos sus nuevos recursos de comunicación instantánea. Que la revolución digital es tan potente que nadie puede proyectar, ni imaginar, cómo serán los medios en el próximo futuro. Que la idea de controlar los medios de comunicación, aquí o en Venezuela o en Irán, es una misión imposible, salvo que se vuelva al pasado y se decida prohibir directamente la “Galaxia Gates”. Pero mejor no dar malas ideas. Aunque esto no es posible a algún genio se le ocurrirá intentarlo, ponerle un candado a un país y redistribuir la banda ancha a favor de los pobres... Epílogo: sin libertad de expresión no hay capitalismo, no hay inversiones, no hay crecimiento Cuando era chico iba con mis padres al cine, a veces los sábados a la noche. Recuerdo que en aquellos años, antes de la película, existía la obligación de que cada cine tuviera un acto vivo, en que algún conjunto folclórico cantaba y tocaba la guitarra. Yo no comprendía todo aquello, me explicaron que así querían promover la cultura nacional (y popular). Luego aprendí que a pensar, a sentir, a disfrutar la cultura, no se aprende “por decreto”, por obligación. Nunca olvidaré cuando me fijaba alrededor, cuando los folcloristas “subsidiados” cantaban la Zamba de la Esperanza, sin pasión, sin ganas, sólo por obligación, mientras quienes habían ido a ver una película al cine escuchaban también sin pasión, sin ganas, deseando que se terminara el “acto vivo” obligatorio para que empezara la película. El intento oficial de tratar de controlar los contenidos de los medios de comunicación a través de lo que por ahora es un proyecto de ley tan viejo que apunta a imponer el pensamiento único y asfixiar la libertad de expresión no es sólo un ataque a la prensa, a los periodistas, a los medios supuestamente monopólicos; tampoco es sólo un intento de ganarle la pulseada a un multimedio como Clarín para asegurarse que en el año 2011 (antes de las elecciones) el gobierno de turno, éste o los que vengan, pueda “comunicar” mejor sus logros para ganar las elecciones. El intento de controlar la libertad de expresión, de pensamiento, ataca directamente al pluralismo, a la diversidad de ideas, y esto es una condición necesaria no sólo para el progreso, el crecimiento y el verdadero desarrollo integral y saludable de una sociedad. También es la condición necesaria para el funcionamiento de una economía en crecimiento, que necesita atraer inversiones, por ahora el único modo de modernizar a un país y mejorar la productividad. Amigos y no tan amigos. Sin democracia en serio, en un ámbito sin pluralismo, sin que puedan contrastarse las ideas a través del debate, no florece el crecimiento, y tampoco vendrán nuevas inversiones, en un país que se está retrocediendo en el tiempo desde el punto de vista educativo, científico y tecnológico. Y sin inversión no habrá más productividad, ni más y mejores productos para consumir, ni crecimiento económico y social, ni capitalismo, ni socialismo, ni nada. La economía es redonda. Para consumir hay que producir. Pero sin estas condiciones, n hay círculo virtuoso, sólo habrá un círculo vicioso de pobreza económica, social, personal. Es como querer viajar tomando el vuelo de ayer, lo que le ocurrió a Paltrow el otro día cuando se volvió a su Niúiork Niúiork tomando un vuelo que debería haber salido el día anterior. Vaya con la metáfora.