Carta desde el ciberespacio número 195, del 6 de noviembre de 2008

Barack Obama
Cristina Fernández De Kirchner Democracia formal versus democracia real
Contracara

Hola gente, amigos y no tan amigos. “Estamos en el horno”, como lo dice la frase que últimamente se puso de moda en la Argentina. Primero la usaban los adolescentes y luego comenzó a popularizarse, y aunque trato de imaginar cuál será la razón de su utilización masiva y cuál es el sentido mismo que está detrás de esta misma metáfora (que no parece referirse al calor), me resulta especialmente desagradable, imaginen porqué. Pero no quiero deprimirlos más, ya bastante lo están solitos, sin mi ayuda, lo sé, lo percibo, lo siento, lo he escuchado en estos días a mí alrededor en conversaciones con gente de todo tipo y nivel, gente pujante, gente luchadora, gente inteligente, gente digna, gente incluso indiferente, todos, todos se ven desolados, tristes, impotentes, como si en vez de una explosión a la que estamos acostumbrados los argentinos cada equis años se hubiera producido en el país una feroz implosión silenciosa que nos dejó atónitos, desarmados, incrédulos, desesperanzados y, duele decirlo, casi derrotados. Casi. Pero no del todo. Por eso, a mi me gusta más usar otra frase que es más poética, me gusta decir que estamos “solos en la madrugada”, será mi edad, será la nostalgia por aquella bella película española, seré que soy un optimista empedernido (aunque no suelo negar las señales de la realidad, el típico defecto de los optimistas) incluso en los peores momentos, aunque sea de madrugada y todo a mi alrededor se muestre absolutamente oscuro y desalentador. Será que es una frase menos agresiva, menos “perdedora”, más poética, más profunda. Será que no habla del clima ni del calor interno, ni de una actitud perdedora, ni de la impotencia, sino de la mismísima desolación que estamos sintiendo más y más argentinos a medida que se desencadenan hechos que nunca imaginamos que podrían ocurrirle a un país como la Argentina, ni a nosotros. Y no hablo de la elevada temperatura de estos días, ni de la crisis económica internacional que lentamente, con los sube y bajas obvios, empieza a llegar al fondo, aunque todavía no se note. De hecho, el mundo empieza a estar mejor desde que el martes los Estados Unidos, ese asombroso laboratorio de las cosas nuevas, dio a luz una nueva época que aún tampoco alcanzamos a vislumbrar en todo su significado. ¿Caída del imperio americano? Jeje, permitan que me sonría, se trata de un país que crece aunque esté en recesión, que se renueva a sí mismo cada día, que hace de la crisis una nueva oportunidad, el país que mejor ejemplifica el concepto de destrucción creadora. Ocurre que la madrugada es en sí misma un momento del día que finalmente termina siendo prometedor, porque preanuncia que comienza otro día, otro despertar, otra oportunidad. Sí, luego de la madrugada, allí nomás, viene el amanecer. Por eso me gusta más esa frase que aquella tan de moda de “estamos en el horno”, derrotista si las hay, conformista, perdedora, pasiva. Esto me lo enseñó Patricia Paltrow hace varios años, ante un momento triste e igualmente desolador por otras razones. “Flaquito –me dijo, abrazándome entonces-, amanece que no es poco”, y con ese comentario sencillo me dio una lección de esperanza inesperada (jugando con las palabras), ella, la supuestamente frívola y fashion mujer cosmo a la que sólo parecen importarle las sandalias de Prüne, los jeans viejos desflecados, tener los pies siempre impecables (no vaya a ser cosa que los necesite para algo) y la última colección de Victoria Secret para seducir y ser la más deseada. Y claro, las cotizaciones del Don Jones, su Mercedes nuevo y las flores que compra casi religiosamente todos los días para su departamento de Park Avenue adonde me quiere arrastrar para sacarme de esta Argentina que últimamente duele demasiado. Lo concreto es que, en apariencia, sólo en apariencia, los Kirchner se están recuperando, y renaciendo de las cenizas provocadas por el incendio que el mismo Néstor Kirchner provocara con sus actitudes prepotentes, aunque siempre disfrazadas de su amor por los queridos hermanos y hermanas desposeídos, latinoamericanos y blablabla… Pero no hay que confundirse. Es una apariencia, es otra Victoria a lo Pirro más grande que la anterior Derrota a lo Pirro, ya que van ganando a fuerza de más prepotencia entre los propios y los ajenos, y eso nunca se sostiene, de hecho los índices de popularidad confiables y una simple observación del estado de ánimo de la sociedad revelan que el descrédito del matrimonio presidencial ha aumentado hasta niveles épicos, y la confianza que despiertan sigue en caída libre. Y cada cosa que hacen los acerca un poco más a su triste y solitario final, para terminar la frase con unas palabras que ellos ni siquiera podrán apreciar en toda su dolorosa belleza. Así, sólo pueden enfrentar la crisis que enfrentan –y que disfrazan con pura cosmética) prohibiéndola por decreto, controlando todo más y más hasta que ya no puedan ni controlar a los controladores, que sin duda se les descontrolarán tarde o temprano. Para terminar con las frases, por ahora, no olviden que “oscuramente fuerte es la vida”, para recordar el título de un libro que leí hace unos años. Capítulo I, una democracia real y para admirar El martes estuve en los Estados Unidos por unas horas. Era el tradicional evento de las elecciones, que organiza la embajada en el Club Americano. Estaban todos, los unos y los otros, los partidarios de Obama y lo de McCain, aunque el clima era de alegría no importaba quien ganara. Era como la celebración de un rito, como el día de Acción de Gracias o las navidades que vemos siempre en las películas de Chevy Chase. Era la celebración de una democracia en serio, no de mentiritas como la democracia argentina, que sólo se maquilla para parecer lo que no es.

Chicago, 4 de noviembre de 2008, un millón de personas lo esperan a Obama, sin pretender ni un choripán a cambio

Por supuesto la comida era la que debía ser ante una tradición así. Hamburguesas, hot dogs, pollo con esa salsa que no sé como se llama, pizza con el auténtico pepperoni, cocacolas y el infaltable pochoclo, mientras todos seguían por televisión, allí mismo, la evolución del conteo de votos. Mientras eso ocurría en la sucursal temporaria de los EE.UU. en Buenos Aires, mientras elegían a sus Presidente como lo hacen desde hace mucho más de un siglo un 6 de noviembre de cada cuatro años, puntualmente, mientras con la misma sonrisa los funcionarios de la embajada saludaban a sus invitados con una sonrisa y una broma inocente manifestando su buen humor, entraban y salían personajes que se hicieron de un rato para ir a saludar y compartir la celebración, como si aquello se tratara de un parto y estuviera naciendo un bebé. Y algo de eso había, de hecho, aunque no venía de París, sino que lo fabricaban solitos entre los estadounidenses de todos los colores y orígenes (los que votan y los que se abstienen de participar, otra forma de votar), pensaran lo que pensaran, liberales y conservadores, todos tolerantes, todos respetuosos de las idea de los demás, todos sin ofenderse si alguien pensaba algo diferente o llegaba vestido de manera ridícula. Todos, allí, tenían su lugar y eran bienvenidos si venían en son de paz, como luego lo destacara el mismo Barack Obama en su discurso de la madrugada, cuando estuvo claro que había ganado ante más de un millón de personas que lo habían esperado pacientemente en el parque del milenio, allí en Chicago. Demás está decir que tuve un ataque de envidia de la sana porque eso era una democracia en serio, que no se manifiesta solamente en las formas y cada cuatro años, votando, sino todos los días, con tolerancia, respeto por quienes piensan diferente, instituciones y poderes que funcionan y que no tratan de imponerse unas sobre otras. Pluralismo, que le dicen. Luego me fui, me volví al mundo subdesarrollado, sólo me bastó tomar el ascensor, bajar, salir de allí caminando por la calle Viamonte, y ver las discretas medidas de seguridad ante tanta envidia y tanto resentimiento que genera el “imperio americano” en nuestras sociedades subdesarrolladas, con bastante gente que ha crecido engañada, creyendo que el malestar nuestro se relaciona con el bienestar de ellos, una forma muy “cómoda” de no dejar nuestra adolescencia, una forma de no crecer de una vez y de no hacernos cargo de nuestro propio destino. Una manera de echarle la culpa de lo malo que nos pasa al resto del mundo, una costumbre muy kirchnerista por lo demás, aunque muy arraigada en la clase política que hoy, justamente, está votando un alevoso ataque a la propiedad privada y a las decisiones individuales al eliminar el sistema mixto de jubilaciones y destruir a las AFJP y, algo mucho más importante, nuestro derecho a elegir cómo queremos vivir. Y se dicen democratas… Y se llenan la boca hablando de respeto a las minorías y hasta felicitándolo a Obama. Capítulo II, una democracia formal que se parece demasiado a una dictadura del kirchnetariado Fue bastante rápido pasar del mundo desarrollado al subdesarrollo pleno. Sólo subirme al auto, arrancar, hacer unas cuadras y ver los carromatos de los pobres cartoneros que han sido convencidos que lo suyo es un trabajo verdadero, y no lo que realmente es, una ocupación indigna de revisar la basura y arriesgar la salud de ellos y sus hijos, “actividad laboral” que ahora hasta quiere “legalizarse”, institucionalizarse, como para aplicar nuestra vieja frase que dice “si hay miseria que no se note”. Mientras manejaba hacia mi casa, los seguros cerrados, las ventanas cerradas, en el silencio, atento y como siempre un poco inseguro mirando por todos los espejitos, mientras pensaba como nos gusta engañarnos a nosotros mismos y que nos engañen (¿será por eso que Guillermo Moreno tiene tanto éxito en hacernos fracasar?), sonó el celular, una de la mañana, era Paltrow desde su casa en Niúiork, Niúiork, en su cama, haciendo control de calidad, mientras seguramente comía pochoclo y miraba en su pantalla gigante todo lo que estaba ocurriendo en los Usas en aquel día tan particular. “Flaquito, hay mucho silencio –dijo-, seguro que estás yendo a tu casa en el auto. ¿Te aburriste del americanuai o no soportaste el ataque de envidia? ¿O comiste dos hot dog recargados, con tres cocacolas que no deberías tomar?” Yo sonreí, pensando cómo me conoce esa mujer que está a 5000 millas o más de distancia y parecía estar en el asiento de al lado tomándome la mano. Pero ella siguió hablando, ni me dejó responder: “Baibi, me acabo de romper un diente comiendo pochoclo, me duele, ¿no venís a consolarme? Necesito que vayas al dragstor a comprarme algo para el dolor”. Yo me reí, aunque realmente me hubiera gustado estar allí sino fuera que vivo aquí y que quiero ver en vivo y en directo el día después de mañana, cuando los K se vayan, más por mérito de sus propios errores que por un esfuerzo heroico de la oposición dividida, que está muy ocupada hablando mal del opositor de al lado en vez de advertir quien es el real oponente, en vez de olvidar sus diferencias y sus miserias para formar una Mesa de Enlace en serio y ponerse al frente de la amargura y desolación que sienten 9 de cada 10 argentinos que no usan jabón lux ni se sienten representados por nadie y se sienten solos en la madrugada. Pero Paltrow siguió hablando, igual, a veces suele no escuchar las respuestas mías a sus preguntas, casi como si fuera mi mujer. “Mirá, gordito flaquito, mientras espero que termine de ganar Barack y diga su discurso fundacional en Chicago ante millones de blancos, negros, amarillos, rojos, los siux que quedaron y los latinos chevere que en vez de envidiar al imperio se vinieron a construir su propio sueño americano, y hasta los yuppies que esperan que Obama les devolverá el trabajo en la calle de la Pared, me puse a buscar en el diccionario la palabra dictadura, ¿querés que te la lea?” Claro, le dije yo, sino me lo iba a leer igual y además me gusta escuchar a esa mujer dinamita disparando palabras y besos con la misma facilidad: “Dictadura –me leyó-: gobierno que, bajo condiciones excepcionales, prescinde de una parte, mayor o menor, del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad en un país”.

La Argentina, ¿Una democracia real o una dictadura disimulada con cosmética?
Ah, es una explicación para que la entienda cualquiera -le dije, irónico, algo que no le gustó, Obvio- con eso no se convence a nadie que Mister K es un dictador que, además, detenta un poder para el que no fue elegido, mientras se viste de camaleón y simula ser el primer demócrata y respetador argentino. Fijate que dice en dictador…”, le repregunté. “ya lo había buscado flaquito; en la época moderna, es la persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos extraordinarios y los ejerce sin limitación jurídica. ¿Eso no lo define a Néstor? Seguro que en su casa manda él y como su casa es Olivos, y desde Olivos se gobierna el país, por carácter transitivo él gobierna el país sin que nadie lo haya votado para hacerlo”. Yo pensé que el pochoclo le estaba haciendo mal a rulitos Paltrow. “Pato, en todo caso, más que un caso de dictador con eso tenemos aquí es un caso de machismo extremo. Es Cricri la que lo deja gobernar, la que le prestó o le regaló o le alquiló el bastón de mando”. “Ay hommos electrónicus, mejor seguí manejando, a ver si chocas y cuando te hacen el control de alcoholemia descubren que te tomaste tres cocacolas de las que te prohibió el médico. Cuando llegues a casa y estés en la camita llamame por skype, yo voy a tomarme un Tylenol Fuerte y lo sigo esperando a Obama, al menos él se va a dar cuenta en dos segundos que lo que hay en la Argentina es una dictadura del kirchnetariado”. Y me colgó el celular, claro, es lo que me hace siempre esa mujer, típico de las viejas ricas que ahorran hasta con los pulsos del celular. Pero mientras seguía yendo rápido por una avenida del Libertador casi vacía, pensé con dolor que ella tenía razón, que esto se parece cada día más a una dictadura dendeveras. La justicia hace lo que él quiere. Los medios de comunicación no muestran las manifestaciones de la gente y manipulan a los televidentes de manera vergonzosa para quienes dicen ser periodistas. Las estadísticas del Indek son todas mentirosas y no sabemos si adonde estamos parados, aunque lo intuimos, claro, y sólo vemos venir más pobreza, más desempleo, menos crecimiento, menos superávits gemelos, mientras Cricri, la vocera oficial de Néstor, dice sin inmutarse todo lo contrario. Hasta las reservas internacionales del BCRA empiezan a ser un dibujo más. Hasta el poder legislativo vota a libro cerrado lo que les dicen, un poco por obsecuentes, otro poco para no quedarse sin trabajo y otro poco porque en el fondo piensan como K y les encantaría que todo, todo, lo maneje el Estado. Y Guillermo Moreno, que ya se debe creer un prócer porque es el genio que lo controla todo, ahora también maneja el precio del dólar con su amable estilo “yo soy el que grita más fuerte”, mientras los empresarios se callan, se siguen callando, creyendo que por ellos no vendrán. Se ve que no leyeron el poema de Brecht. Con todo, pensé que esta vez Paltrow en parte se equivoca: en la Argentina no hay una dictadura del todo: muchos argentinos, aunque no lo admitirán, en el fondo piensan como los Kirchner y por eso los dejan hacer, dejan que los engañen con las estadísticas y con sus semiverdades, sea por comodidad, por bolsillismo, porque envidian y odian a los Estados Unidos, porque sueñan con un papá Estado que les resuelva la vida, porque se sienten un poco Maradona. Así que la responsabilidad es compartida. Y siguen soñando con la ley del menor esfuerzo, y avalando premios y castigos invertidos. Aunque cuando se de vuelta el péndulo esos mismos argentinos pensarán todo lo contrario y se irán a Miami o a Buzios a sentirse ciudadanos del mundo. Así que llegué a casa, subí, me metí en la cama, encendí CNN (hasta que a algún kirchnerista creativo se le ocurra sugerirle a los canales de cable que la eliminen de la grilla, claro para seguir viviendo con lo nuestro), y me puse a hojear el libro de Luis Rappoport que se presenta la semana que viene en la Biblioteca Nacional. Pero claro, ni con eso pude evadirme de la realidad: el argumento era el mismo: se llama “Intolerancia y transgresión “ y lo que intenta es explicar porqué somos como somos y porqué estamos como estamos desde una visión que analiza la evolución iberoamericana desde la conquista, que por alguna razón se llamó “colonización” (la cosmética como se ve viene de lejos). Que es lo que nos sigue ocurriendo, de hecho.
Eso es todo por hoy, recuerden cuando se sientan solos en la madrugada que al ratito llega el amanecer. Siempre. Ocurrió en España, hasta el franquismo tuvo su triste y solitario final y se cayó, solito, como el muro de Berlín, apenas hubo que empujarlo con un soplido. Un abrazo, ajusten su cinturón de seguridad, si manejan no tomen, si toman no manejen. Y hasta la Victoria Secret. El Hombre Electrónico (políticamente incorrecto)

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