Carta desde el ciberespacio número 257, del 29 de abril de 2010
Carta desde el ciberespacio número 256, del 22 de abril de 2010
Hola gente, amigos y no tan amigos. “Hombre electrónico, el tipo de cambio real cae, pero por el aumento de la inflación, no por una revaluación de la moneda…”. La frase no es de Paltrow -ella me dice “flaquitogordito”, claro, lo que nunca quise saber si es un promedio de mi imagen (flaquito con pancita, digamos) o sólo una metáfora amorosa-, sino de mi amigo Enrique Szewach, casi un primo porque tenemos un apellido parecido, y vino como larga respuesta-conversación-diálogo-aporte (un deporte que los K no practican) a la anterior carta desde el ciberespacio, que observaba los parecidos que la Argentina muestra con la popularmente conocida enfermedad holandesa (en la Academia, claro), ese hecho fortuito (cada día más común ante la sobreabundancia de liquidez reinante en el mundo que “premia” los precios de determinados commodities críticos). Claro, Paltrow está muy ocupada en la Calle del Muro manejando su banquito, es decir, comprando y vendiendo (más bien vendiendo) más stocks que bonos, más eteefefes que fondos de inversión, mientras la manada y los pesimistas se asustan un poco por las regulaciones que vendrán –y está bien que así sea- al sistema financiero americano, la situación de Grecia y los Pigs en general, los pronósticos apocalípticos ante los déficit fiscales de los países de la Unión Europea y de los mismísimos Iúesei y otras pálidas de los vendedores de malas noticias. Y por todo eso se pusieron vendedores por unos días. “Flaquito –me dijo recién ella desde su celular, acelerada como siempre y en sus tres idiomas al mismo tiempo (una especie de spanglish con frenchkiss inluído para mi, claro)-, es una toma de ganancias, y cualquier excusa es buena para salir, para esperar, para que bajen los precios y volver a empezar, para salir al patio para ir a jugar. Pero fijate que la acción del Citi ya llegó casi a 5 dólares (un regalo, aunque estaba a un dólar, casi un big mac) y Obama y la Sec se cuidaron muy bien de elegir el banco al que “le pegaban” (se refería a Goldman Sachs), finalmente su acción es la más cara de todas y estaba nada menos que a 160 dólares antes de la llamada paliza, tienen espaldas de sobra para que los muchachos de la Seciuriti les hagan un poco de lío y Obama aproveche para hacer campaña contra los “malísimos y egoístas” banqueros de su país, claro que sin correr el riesgo de que la recuperación norteamericana pueda abortarse por su “política de comunicación”. Nada nuevo bajo el sol: pegarle a los bancos siempre suma votos, aquí y ahora allá también. Yo la escuchaba contarme todo esto y me reía, la extraño especialmente a la hora de la siesta porque cuando nos encontramos en alguna playa del mundo nuestro deporte predilecto es dormir la siesta al sol, con Guaraná o Piña Colada (depende adonde estemos, claro). Pero ella estaba ocupada con sus órdenes de compra: hace unos días no hace otra cosa que comprar XHB (un eteefe que replica el precio de la construcción de propiedades y hoy subió “nada más” que 3,76%), o el clásico QQQQ tecnológico y, algunos emergentes seleccionados, obvio, y algunas coberturas para la feroz volatilidad entre las monedas, ya que mientras todos dicen que está subiendo el dólar ella insiste que no, que lo que pasa es que está cayendo el euro porque los europeos están “hechos percha”, una frase no muy común en Paltrow. “Sino, flaquito, ¿porqué se revaluaron también muchas monedas emergentes junto al dólar, incluido el famoso súper peso de Cricri?...”. Y se empezó a reír. Y me colgó, claro, estaba en medio de la rueda y a ella le encanta pasearse por los pasillos y las computadores, con su celular bluetooth colgado de la orejita y escondido entre sus rulos rubios, ahora otra vez con sus polleritas primaverales, sus camisas blancas y sus zapatos de Gucci, sus sandalias de Gucci, sus chatitas de Prüne o sus piecitos descalzos en el parque, con medias rayadas o floreadas de colores muy fuertes, sólo para molestar y para desconcentrar a sus famosos operadores de cuentas, o “yuppidiotas”, como los llama ella cariñosamente en su inglés todo trabado…
Fuente: Federico Muñoz y Asociados
Para más datos Enrique sugirió que la Argentina no tiene una verdadera restricción externa, sino una restricción auto inflingida por la inestabilidad, los cambios de las reglas del juego y tantas cosas más: “¿Cómo puede tener restricción externa una economía que sólo ahorra en dólares? La Argentina de las últimas décadas nunca tuvo restricción externa natural. Sólo la tuvo ‘artificial’ creando las condiciones para la fuga de capitales. Si los argentinos tienen, desde hace décadas, en el exterior, un stock líquido de dólares, entre 5 y 10 veces el saldo de la balanza comercial, de qué restricción externa hablamos?”, me preguntó, así como al pasar. Cooorrecto II. Y para terminar, agregó que “la emisión monetaria para financiar al Tesoro, el problema de la carne y la ‘señal’ que el Banco Central va a convalidar, monetariamente, cualquier aumento de precios, usando la fijación del tipo de cambio nominal como anclaje de expectativas tiene como resultado la tasa de inflación, que como no podía ser de otra manera, se aceleró”. Cooorrecto 3, como diría Ambito, o Susana Gimenez, o ambos. En ese momento, recordé una película que vi no hace mucho tiempo, llamada “Los Falsificadores”, que cuenta la historia verídica de un excelente falsificador judío atrapado en la segunda guerra mundial, a quien los nazis capturan y obligan a fabricar millones de libras esterlinas para destruir al entonces imperio británico, uno de los aliados más potentes de Alemania, junto a los Estados Unidos y la URSS (las paradojas que tiene el mundo, ¿vieron?) con el sencillo recurso de “más circulación, más emisión, más inflación”, por si alguien tiene dudas. La historia sigue en un campo de concentración en que el falsificador debe dedicarse a diseñar y producir una libra esterlina que ni el Banco de Inglaterra pueda calificar de falsa, y cuando lo logra, debe emitir una cantidad suficiente como para hundir la economía británica con un recurso sencillito, conocido, que sólo los necios, o los que no estudiaron algo de economía, pueden entender: inflación, muchas libras esterlinas, más inflación. Pregunta: ¿Mercedes Marcó del Pont y Néstor conocerán esta historia verídica? ¿O creerán que es otra conspiración del FMI, los americanos y hasta los alemanes nazis para obligarlos a hacer un ajuste que ellos antipopular? (de paso, lo verdaderamente antipopular es la alta inflación que pone locos a los argentinos cuando van al supermercado). La película, durísima, casualmente está toda musicalizada con tangos argentinos, el principal de ellos es “Mano a Mano”, y en una de las primeras escenas, de hecho, el personaje se dedica a falsificar justamente un pasaporte argentino para salvar a su amante (dicen que una casualidad es casual, pero dos casualidades juntas sugieren una “no casualidad”. ¿Acaso el protagonista verdadero de la película se habrá escapado a la Argentina cuando terminó la guerra, luego de jugarse todos los billetes falsificados en el casino de Montecarlo junto a una Preety Wooman para empezar de nuevo y olvidar la pesadilla que vivió, terminando en la Argentina, manejando-falsificando-fabricando pesos como asesor en el BCRA, y provocando los rebrotes inflacionarios con que el país convive desde los años cincuenta? Junous,. como diría Paltrow, con quien vimos la peli hace meses y nos dedicamos a fantasear y preguntarnos cómo si es tan obvio en todo el mundo que la emisión monetaria es inflacionaria (así los nazis quisieron destruir al imperio británico, repito), en la Argentina se sigue jugando con fuego, arrojando nafta y creyendo que se puede emitir alegremente, gastar reservas internacionales para financiar gastos corrientes, monetizar los superávit comerciales, abusarse del déficit fiscal vía emisión y hacer todas esas cosas que, desde Milton Friedman hasta los alemanes nazis de los años cuarenta, ya habían comprendido que lleva a generar más y más inflación. Esa es la metáfora, o no tanto: en la Argentina modelo 2006 a 2010, se ha abusado del gasto y se ha convalidado con nueva emisión de moneda y una política de ingresos ferozmente expansiva un boom del consumo interno que ha generado más y más inflación, que es una manera muy sutil de “falsificar” oficialmente la moneda.
Epílogo, sobre retrasos cambiarios y lluvia de dólares Amigos y no tan amigos. La Argentina es un caso peculiar de enfermedad holandesa: genera dólares pero tiene ciclos recurrentes de restricción externa por no sostener un clima de negocios, por vivir fuera de la ley y las instituciones y por cambiar las reglas del juego una y otra vez, lo que genera fuga de capitales, en vez de seducir inversores de largo plazo. Cuando el país tiene un ciclo de lluvia de dólares por algún evento especial interno o internacional (esta vez es el boom de la soja, los chinos y los indios), tiene una tendencia nociva a revaluar su moneda, pero no en términos nominales (como un país serio y normal, que compensa estas revaluaciones con diferentes mecanismos anticíclicos), sino en términos reales, a través del insano recurso de promover inflación de demanda. Y cuando fabrica inflación a niveles insostenible casi “falsificando” moneda, esto es, emitiendo más de la cuenta, gastando más de lo que puede o endeudándose por encima de sus posibilidades, o bien subestima los efectos de la inflación, o bien niega que haya una inflación peligrosa (como en estos años y se niega a combatir sus consecuencias, en vez de evitar hacer el ajuste necesario para apaciguar estos rebrotes inflacionarios). Es en ese momento que se dedica a fabricarse un problema adicional utilizando al dólar como ancla, como si esta pudiera ser una política antiinflacionaria. El resultado de esto es un atraso cambiario, que tarde o temprano termina explotando con más inflación o implotando con el recurso de fabricar más pobres a través de esa inflación negada, subestimada y no atacada que afecta a los sectores de menores ingresos, a los informales y a la clase media de ingresos fijos. Y a las empresas, a las que ahora se les echa la culpa por la inflación. Por último, la Argentina es un país que parece, sólo parece, tener una insuficiencia crónica de ahorros e inversiones, echándole la culpa de esto a la paralela insuficiencia ahorros. Pero estos ahorros, que en realidad existen y son muy importantes cuantitativamente, terminan fugándose del sistema formal y se esconden dentro o fuera del país, para protegerse de los habituales ataques estatistas y estatizadores, devaluaciones repentinas y tantas otras formas creativas que ha encontrado el país (y sus políticos, con más ideologías que ideas), para hacerse daño a si mismo y a quienes podrían contribuir en su recuperación. Ya lo saben, el dólar no es ni debe ser un ancla que reemplace a una política antiinflacionaria seria, prudente y realista.
Carta desde el ciberespacio número 255, del 15 de abril de 2010
Fuente: Estudio Federico Muñoz y asociados
Capítulo III, adiós restricción externa adiós ¿La remake de la vieja enfermedad Holandesa llegó a la Argentina, con la diferencia que en vez de un boom de gas natural en el mal del norte aquí el boom se llama “la soja”, lo que aumenta las exportaciones y el saldo comercial? (a lo que hay qye agregar la “invalorable” ayuda de Guillermo Moreno y sus restricciones cualitativas y cuantitativas a las importaciones)… Ante todo, en la Argentina 2010 el superávit comercial rondará 15.000 millones de dólares, o más, lo que explica un escenario de retraso cambiario por lluvia de dólares que le resta competitividad a no pocos sectores de la economía. Dejando de lado las quejas de los industriales y los hombres del campo (que para peor sufren más de 30% de castigo por las retenciones), basta salir y mirar los precios, y compararlos (traducidos a dólares) con los precios de otros países, cercanos o lejanos. Ya sabemos que Uruguay está caro, ya sabemos que el mundo vive en una burbuja de liquidez generada por las políticas de bajísimas tasas de interés para evitar que el mundo ingresara en una depresión económica como la de los años treinta. Pero la inflación en la Argentina se agrega a esta remake holandesa y complica aún más el panorama: los precios nominales en la Argentina confirman una inflación en pesos y también en dólares que, cada vez que se produjo, terminó mal. Ya sabemos que otras monedas del mundo también se han revaluado, aunque la diferencia es que países como Brasil o Chile se las ingenian para evitar los trastornos de estas revaluaciones de sus monedas controlando el ingreso de capitales o promoviendo por igual a los otros sectores de la economía. La combinación de inflación con lluvia de dólares, así, lleva al escenario argentino al peor de los mundos: no habrá explosión cambiaria, sino que se está produciendo una llamativa y peligrosa implosión de fuerte componente antiinversor, que desincentiva a los otros sectores modernos de la economía. Tanto es el desconcierto, la realidad y lo curioso de la situación que el lunes, cuando llamé a una inmobiliaria para preguntar por el precio de un departamento medianamente antiguo cerca de Barrancas de Belgrano, la vendedora, luego de pedirme un precio ridículo cercano a u$s 3.000 el metro cuadrado, trató de explicarme que era como vivir en Niúiork Niúiork (se refería al Central Park, claro), y aunque era un edificio de 6 departamentos por piso (casi una pajarera), me explicó que se trataba de un semipiso (porque es una torre de tres cuerpos). Comento eso para que se den cuenta que, más allá que los argentinos se refugian en ladrillos por falta de opciones más seguras, lo han hecho hasta un punto en que se han pasado de vueltas y confunden los precios en NY con Buenos Aires, y los semipisos con las pajareras. En el fondo, para muchos el dólar no vale ni valdrá nada y estamos a dos días de la caída del imperio americano, y del europeo también, y de otros imperios más. Pero los salarios nominales en dólares también están por encima de niveles de lógica económica. Los precios de la ropa también. Los autos también, mientras el PIB puesto en dólares está creciendo más que el producto bruto, eso, traducido al castellano, es retraso cambiario. Epílogo: la Argentina vive en un escenario diferente al del pasado. La restricción externa ha desaparecido (al menos por ahora, aunque nunca digas nunca). El gobierno genera inflación para recaudar impuesto inflacionario, y complica la situación de los sectores productivos con una loca estrategia de retenciones y retraso cambiario para usar al dólar como ancla de un fenómeno que no sabe ni le interesa manejar (esa inflación negada por el Indec y subestimada por los funcionarios). Pero la inflación (tan sólo atacada con un instrumento hoy inoperante como lo es el ancla del dólar) fabrica mientras tanto más pobres, lo que complica la recuperación del consumo de los sectores de menores ingresos pese a que hace políticas como la asignación universal por hijo. Y empobrece y crispa a la clase media. Y promueve una puja distributiva en ascenso. Curiosamente, todo este desequilibrio no es explosivo como en el pasado, sino implosivo, económica y quizá socialmente en la medida que confunde y anestesia. ¿Cómo termina esto, le pregunté recién a Paltrow, que acaba de llegar de su banquito en la Calle de la Pared, muy divertida con la toma de ganancias de hoy? “Ay, gorditoflaquito, no sé como termina aquello (me dijo desde su Vaio, mientras se probaba una camisa blanca que seguro me robó a mí en nuestro último viaje) porque hablamos de Macondo, en donde no había médicos, sino curanderos. Pero no sufras, corazón, lo que no te mata, te fortalece. Y sino, venite a Niúiork Niúiork, yo te llevo al verdadero Central Park en carroza, y te hago olvidar de tu angustia argentina y esa cara de “estoy solo y tengo miedo” con algunos de mis besos small y XL, ¿dale? Justo vengo de comprarme una ropita ideal para el verano que se viene. Te va a encantar, sobre todo la de Victoria Secret. ¿Dale? ¿Venís?”… Y me cortó, claro, dejándome con las ganas de llamar a American Airlines y sacarme un ticket, finalmente los hot dogs y los big mac ya deben estar más baratos allí que en Buenos Aires…
http://www.clarin.com/diario/2010/04/14/um/m-02180811.htm