El síndrome de 2002
Hola gente, amigos y no tan amigos. “Gordito, a la Argentina le llegó el efecto kryptonita”, me dijo Patricia Paltrow mientras caminaba por la Quinta Avenida yendo a su lugar en el mundo (Gucci, mujer al fin) a comprarse su cuota mensual de zapatos, botas o sandalias (o todo la vez) para regalarse a sí misma, mujer cosmo al fin cuyo profundo y sabio concepto de inversión es tirarse encima 25% de sus ingresos mensuales, para verse más bonita y femenina a medida que el tiempo pasa. Tenía motivos para mimarse, anoche mismo me comentó que su posición está muy cerca de recuperar todo lo que había perdido en la crisis financiera internacional. Y me invitó a visitarla a Niúiork Niúiork para celebrar conmigo la ocasión, claro. No es poco. Y se lo merece, pese a quienes piensen que la actividad financiera es una actividad estéril, insustancial, poco productiva y alejada de la llamada pomposamente “economía real”. Qué le pregunten a la Argentina, sino, que por repudiar a los bancos, a los mercados, al FMI, al mundo de los negocios, a las finanzas, está como está. Que por hacer corralones y declarar default selectivos y seriales, canjes supuestamente pícaros e inteligentes, estatizaciones nacionalistas y otras medidas supuestamente soberanas ha llevado al país a que en la actualidad no tenga ninguna capacidad de financiar ni sus gastos corrientes ni extraordinarios, ni públicos o privados, ni de corto o de largo plazo. Ni sus inversiones reales, ¿hay que aclararlo? Qué envidia de Brasil, amigos, que lanzaron un bonito nuevo y tuvieron una oferta de fondos 10 veces superior a la oferta, esos socialistas…
La nueva Gucci en el 725 de la 5th Avenue, el segundo hogar de Paltrow
(¿ya inauguraron, o es el pequeño edificio viejo?, junous)
Mientras pensaba todas estas cosas, ella, Paltrow (mi chica, como le gusta decir a Robertito), seguía caminando por su quinta (avenida), mientras yo pensaba en Kricri, a quien cada vez que la escucho hablar (en “su” quinta de Olivos o en “su” casa rosada) me hace preguntar si no me estaré volviendo loco, crazy, delirado, espiralizado, preguntándome si habré escuchado bien cuando dijo, con esa cara de “yo no fui”, ayer nomás sin ir más lejos, que la economía va a seguir creciendo en este año 2009 (sí, lo dijo, y la escuché con mis propios ojos y oídos, no lo soñé…). Y todo eso mientras tengo delante mío los informes de todos mis amigos consultores e hiperconsultores, cuya única duda es si el PIB caerá este año 3%, 4%, 5% o más (y hablo de Broda, hablo de Monteverde, hablo de Ricardo LM, hablo de Federico Muñoz, de Esteban Fernández Medrano, de Luciano Laspina, de Daniel Artana, de Rodolfo Santángelo y Melconián y Obes, de Hernán Hirsch, hasta de Roberto Cachanovsky o Jorge Todesca y de tantos más que no se chupan el dedo, hablo de amigos liberales, neoliberales y heterodoxos serios, para que no queden dudas). Hablo de todos. ¿O todos estarán tan equivocados y sólo Kricri la tiene clara? Junous, coman pasto, millones de vacas no pueden equivocarse.
Es que Kricri me puede, amigos y no tan amigos, me lleva a pensar que yo mismo estoy loco, enloqueciendo, me hace dudar hasta de mi espejo, me hace creer que vivo en la dimensión desconocida, que estoy equivocado, que vivo equivocado, que estoy en un planeta paralelo, todo eso, pese a que miro mi pantalla y hasta tengo el último informe de mi amigo Abel Viglione que me muestra que el Indice de Producción Industrial de Fiel (IPI) del primer semestre de 2009 ya cayó 10,7% respecto al mismo semestre del año anterior. ¿Hace falta decir que todos los motores de la economía se muestran en la misma dirección, para abajo? (la industria, el campo, la construcción, las automotrices, la maquinaria agrícola, las compras, las ventas, las expos, las impos, las inversiones, la demanda agregada, la oferta agregada.. Sólo aumentó la demanda de barbijos y alcohol en gel, y levemente la demanda de bienes de consumo no durable, obvio, si la comida es lo último que se corta en el presupuesto familiar. Etcétera.
Capítulo I, chau superpoderes
Pero mientras la economía sigue cayendo aunque el Indec no lo registre, mientras la Argentina tiene un feroz y llamativo superávit comercial que se acerca a 15.000 millones de dólares (“gracias” a que el gobierno está pisando las importaciones y “gracias” a la recesión, lo que es muy oportuno para financiar la salida de capitales sin que bajen demasiado las reservas internacionales), mientras está en marcha un feroz reajuste hacia arriba de precios relativos en los servicios públicos y privados (salud, expensas, educación, luz y gas), mientras la pobreza ya involucra a más de 31% de los argentinos (pese a lo que digan las cifras oficiales), mientras todo ello ocurre, aquí está “tudo bem, tudo legal” y los funcionarios y los legisladores del oficialismo siguen repitiendo el cassette que dice que nuestra economía se va sobreponiendo bien a la gravísima crisis financiera y económica mundial (que, aunque ellos ni lo notaron, ya está cediendo).
Es en ese contexto, en que la realidad y la ficción se confunden (los argentinos viven en la realidad mientras “ellos” viven en una Disenylandia subdesarrollada), que la Presidenta habló ayer de los famosos superpoderes, claro. Cristina Kirchner, antes que la oposición se los revoque en el Congreso, se adelantó (hay que reconocerle ese mérito) y propuso que a partir de ahora el gobierno (el jefe de Gabinete), se auto-limite a no gastar discrecionalmente más del 5% de las partidas presupuestarias sin el aval del Congreso. Nada nuevo, otra fuga hacia adelante, ya que las grandes erogaciones del Tesoro no salían (escapaban, más bien) gracias a los superpoderes y a la reasignación de las llamadas partidas presupuestarias clave, sino a través de unos pocos decretos de necesidad y urgencia que cada tanto, de una vez, reasignaban a una especie de agujero negro (en el pasado, cuando había viento de cola internacional, cuando la soja subía y subía, cuando el boom del consumo interno funcionaba) miles de millones de pesos provenientes de un superávit fiscal “extra” logrado por una economía en que se aprobaba un Presupuesto irreal que subestimaba el crecimiento de la economía, lo que hacía al final que mágicamente apareciera de regalo el famoso “súper-superávit fiscal” que alimentaba la caja, las provincias, los operativos choripán, el clientelismo, las faraónicas obras públicas virtuales, los maravillosos casino royale, los trenes bala y tantas cosas más que quedaron fuera de la declaración de impuestos.
Pero los superpoderes son mucho más que la reasignación presupuestaria con tope de 5%. “Les llegó la kriptonita”, como dice Paltrow mientras camina por la Quinta Avenida en otro día espectacular para los mercados financieros del mundo, uníos, y me llama para darme más ideas para esta carta. “Flaquito, los superpoderes son el Consejo de la Magistratura que tenía atemorizados a los jueces que querían ser decentes, los superpoderes son el manejo manipulado del Indec, los superpoderes son la discrecionalidad de Willy Moreno cuando frenaba las exportaciones de quesos y lácteos en general o echaba a los empleados del Indec honestos con su trabajo, los superpoderes eran fijar las retenciones de la soja al 35% o la resolución 125 supuestamente para des-sojizar el campo argentino, los superpoderes eran manejar el Indec y manipular las tasas de inflación, de pobreza e indigencia, de empleo, de crecimiento, echándole la culpa a los bonos ajustables por CER que se querían “quedar con los ahorros de los argentinos”….
Y se cortó el celular, claro, ella está caminando por la quinta Avenida haciendo Shopping mientras yo trata de reconstruir la irreal realidad argentina, ese país que no miramos, o que nos duele mirar, más bien.
Pero la Kriptonita verde, nos guste o no nos guste, está debilitando al gobierno, que se desgaja día a día sin tomar nota de lo que le está ocurriendo. Con el agravante que así como el oficialismo no quiere aceptar que perdió por paliza las elecciones, la oposición no quiere darse cuenta que ganó las elecciones y que no puede mirar para otro lado y hacerse la distraída. Así, la suma de las dos cosas, un gobierno atontado por la kryponita verde y sin más superpoderes y una oposición que teme tener que hacerse cargo de las distorsiones y desequilibrios económicos, financieros, inflacionarios y cambiarios que aparecen aquí y allá, siguen bailando en la cubierta de una nave que se acerca peligrosamente a un iceberg, como ya ocurriera en el año 2001, pese a un contexto internacional que, pese a todo lo que digan aquí y allá, es menos malo de lo que parece y está lleno de oportunidades para la Argentina, una economía con desequilibrios serios, pero no dramáticos, si son tomados y asumidos y enfrentados a tiempo.
¿Será esta una remake de la película Titánic? Junous, como dice Paltrow, que no deja de decirme “es la política, estúpido, ¿acaso no se dan cuenta?”.
Capítulo II, ¿y si todo sale mal y volvemos al 2002?
Si mal no recuerdo, mi gran amigo Luis Rappoport escribió, creo que fue en el año 2001, una excelente, provocativa y anticipatoria nota llamada “¿Y si todo sale mal…?”. Se la publicamos con Hernán de Goñi en El Cronista, claro, pese a que era tan concretita que asustaba. La habíamos pegado en una columna de la redacción, como una ayuda memoria, casi como una bitácora de lo que podría venir si alguien no hacía algo para evitar lo que venía. Era casi un punteo de las cosas que podían salir mal en la economía argentina, en una secuencia que el tiempo fue haciendo realidad, punto por punto. Y entonces vino la tormenta perfecta, como la llamamos a veces los amigos de Domingo Cavallo, a quien le tocó en aquel año tener la mala idea de conducir la nave de la economía argentina, una misión imposible si las había, dada la ecuación política y casi sociológica de aquellos tiempos, a la que debía agregarse un contexto internacional muy complicado, quizá más que hoy mismo.
Esta vez la situación, insisto, no es tan riesgosa desde el punto de vista técnico, económico, hasta financiero, aunque lo preocupante es que todos los días alguien repite en algún medio de comunicación, así como al pasar, que “estamos muy lejos de una crisis como la del 2001”, que las condiciones son otras, que el dólar real no está tan retrasado, que las cuentas fiscales son mejores que entonces, que la deuda pública está lejos de un nuevo default, que el abismo esta vez está muy lejos, etcétera, etcétera, etcétera, lo que me pone especialmente nervioso porque yo, como todos, me quedé con un trauma en la memoria que se ubica exactamente entre los años 2001 y 2002.
Por eso, cuando escucho tan frecuentemente esa frase (“no es para tanto”) debo decirles que me preocupo mucho más, y no les cuento Paltrow, que me bombardea desde su caminata por la Quinta Avenida mientras se compra unas botas de montar color suela para el otoño que se avecina en los iúesei, diciéndome “flaquito gordito, porque no lo relees a Antonio Gramsci y su idea del empate catastrófico, como llamaba él a esas situaciones políticas en donde el poder estaba demasiado repartido, empatado, licuado, y se llegaba a una situación en donde todos miraban para otro lado desde su propia debilidad, su propia impotencia, su propia incapacidad de hacer algo justamente porque el poder estaba licuado, repartido, empatado, y por ello nadie se sentía responsable de nada y nadie quería pagar la factura de lo que vendría porque la culpa siempre es de los demás, sobre todo en un país como la Argentina, en donde como lo dice Willy Kohan a cada rato en radio El Mundo, “somos nosotros, sólo nosotros, siempre nosotros”.
Capítulo III, el falso dilema del juego de suma cero
Es en este contexto de empate de fuerzas, de nomeimportismo, de “la culpa la tiene los otros”, de pulseadas y pasadas de facturas, de pérdida de los superpoderes, de ecuación política dispersa, de más miseria que grandeza, de falta de liderazgo, de falsos debates, de cuentas fiscales que ya están en rojo, de mezquindades aquí y allá, de desconfianza creciente, que una situación que no es técnicamente dramática (con el Dios Soja a casi 400 dólares en Chicago, con el FMI capaz de volver a financiarnos, con una economía mundial híper-líquida y con muchos potenciales inversores haciendo cola para traer su dinero si se les ofrece un adecuado clima de negocios, podría convertirse en otra tormenta perfecta, adonde “todo lo que puede salir mal sale mal” y nos lleva a otra crisis como la del 2002, aunque diferente (ya saben que la historia no se repite de la misma manera).
Ante todo, la Argentina está otra vez en rojo desde junio…
El debate de estos días (el falso debate) es que el gobierno, luego de llegar solito a una situación fiscal comprometida, ahora utiliza este argumento para sostener que no hay margen para reducir las retenciones del campo. De repente son “hiperrealistas” y acaban de descubrir la restricción fiscal (luego de aumentar el gasto corriente del Estado a una velocidad insólita de 37% nominal anual (ver cuadro). Y la oposición, que no quiere generar una situación extrema (por responsabilidad, por tener una visión contable de la economía, porque no hicieron los deberes), se muestra prudente, quizá demasiado prudente…
Pero en el medio del “todo o nada” al que habitualmente juega Néstor Kirchner con nosotros, existen los matices, los grises, los colores. En economía, como en la vida, las cosas no son estáticas, sino dinámicas, y los juegos de suma cero son sólo ejercicios de laboratorio que no tienen nada que ver con la vida real.
Dicho crudamente, una reducción programada de las retenciones al campo no necesariamente complicaría las cuentas públicas, en la medida que mejoren las expectativas, cambien las perspectivas, se dulcifique el clima de negocios y se alienten más inversiones con el sencillo recurso de no perseguirlas ni frenarlas. Dicho crudamente, una rebaja de retenciones en un escenario constructivo podría mejorar el horizonte fiscal, y no empeorarlo. ¿Es difícil de comprender algo tan sencillo, ya que mañana viernes el campo volverá a reunirse con el gobierno y debe evitarse un nuevo fracaso como los sufridos por todo el país desde marzo del 2008 y lo que va de 2009?
Epílogo, ¿cómo alejarse del síndrome del 2002?
A veces unas pocas señales contundentes ayudan a dar vuelta una situación dramática y contribuyen rápidamente a recuperar la confianza. La fórmula en este caso es sencillita.
* “Aceptarle” la renuncia a Guillermo Moreno, agradeciéndole desde ya sus patrióticos servicios.
* Volver al viejo Indec, ni siquiera inventar uno nuevo.
* El gobierno debería aceptar con sinceridad que las estadísticas actuales no reflejan la realidad, y que a partir de ahora no se meterá en las que elabore un nuevo Indec igualito al viejo, garantizando que éste será un organismo autónomo y autárquico del Estado, y no una repartición a las órdenes de ningún gobierno.
* Esto abriría las puertas para que la Argentina pueda volver al FMI, lo que brindaría financiamiento rápido y barato para sostener el actual rojo de las cuentas públicas hasta que la recaudación vuelva a mejorar.
* Volver, sin vergüenza ni insultos, al FMI, para recuperar la confianza, frenar la corrida de capitales y la crisis fiscal.
* Enviar señales pro-inversión, en un país con muchos capitales deseosos de volver a ser productivos en la argentina, capaces de generar una rápida lluvia de dólares.
* Para terminar, una caminata de la Presidenta Cristina Kirchner, este mismo sábado, en la inauguración de la Sociedad Rural, con un discurso conciliador. Seguramente la aplaudirían a rabiar, creasé o no.
Claro, esto significa desconocer los superpoderes de Néstor Kirchner, así como sus “ideas económicas”. ¿Lo hará Cristina, lo hará Boudou?
¿Lo apoyaría la oposición?
Perdonen, como lo dijo Martin Luther King, “I have a dream”. A él, de hecho, se le cumplió.
De paso, les recomiendo la última Newsletter de mi amigo Ernesto Kritz, de la Sociedad de Estudios Laborales, espectacular …
http://www.selconsultores.com.ar/newsletter/julio-2009.pdf
Un abrazo, y hasta la Victoria Secret.
El Hombre Electrónico
(políticamente incorrecto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario